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Jaque a la democracia

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A finales de la primera década de este siglo el pensador y politólogo  francés Guy  Hermet, en su libro “ El invierno de la democracia: auge y decadencia del gobierno del pueblo”, nos decía que “ la democracia está llegando a su invierno, aunque no hay por qué temer un infarto aun inminente. Estamos entrando en la estación invernal de la democracia tardía, en la estación de la vejez (?). El pueblo apenas simpatiza ya con la ficción del gobierno de todos y para todos en la que se apoya cada vez más débilmente nuestra democracia. Aunque todavía no tiene etiqueta, la posdemocracia ya está aquí, de incógnito. Estamos entrando en otra era política”.

Todo parece darle la razón. El avance en todo el planeta de los totalitarismos, de las antidemocracias, de los populismos y de los movimientos neonazis y neofascistas es una terrible realidad. El capitalismo salvaje, que denuncia el jurista italiano Luigi Ferrajoli, alienta la antipolítica, las desigualdades, la carrera armamentística ligada a conflictos geoestratégico y la quiebra del Derecho Internacional y los Derechos Humanos.

La victoria de Donald Trump el pasado miércoles en las elecciones de EEUU supone un paso de gigante en esta deriva. La victoria del populismo “trampista” frente al elitismo demócrata adelanta este retroceso profundo para la democracia, los equilibrios internacionales y los derechos fundamentales. La lucha contra el cambio climático, los derechos de la mujer, la comunidad LGTBI o las personas migrantes van a ser atacados de manera frontal. La política de aranceles, la desprotección de Ucrania frente a Rusia, el abrazo a Putin, Orbán o Netanyahu van a hacer un daño profundo al proyecto de unidad europea. El aliento a la ultraderecha internacional nos hará caminar hacia un mundo autoritario.  ¿Pero está todo perdido?

También ese miércoles tuve ocasión de participar en la presentación del libro  “Jaque a la democracia: España ante la amenaza de la deriva autoritaria mundial”, del magistrado Joaquim Bosch. En el acto, organizado por Canarias Ahora en el Patio del Cabildo, el autor analiza en profundidad las causas que están poniendo en riesgo un sistema imperfecto, frágil y necesitado de cuidados, pero absolutamente necesario. Un sistema en crisis que ve cuestionada la capacidad y el crédito de sus instituciones, su capacidad para proteger a los más débiles,  para controlar la corrupción, para dar respuestas a las necesidades de la población…

Creo que es importante proponer a la opinión pública, como hace Joaquín Bosch,  un ejercicio mental para dejar de pensar en la democracia como si se tratara de un ente abstracto. O de una presencia inmaterial, etérea, que forma parte de nuestra existencia, independientemente de lo que hagamos y digamos, o de cómo nos relacionemos con los demás. Porque la democracia es justamente lo contrario. Es una construcción diaria por parte de sociedades que, como la nuestra, han decidido vivir abrazadas a valores que fomentan la integración, la solidaridad, el diálogo y la igualdad social.

La democracia es una escultura que hemos tardado mucho tiempo en esculpir y levantar. Y, en estos momentos, se ve sometida a la erosión de determinados elementos. Susan George nos dice que “en Europa se ha dado un desmantelamiento de las estructuras democráticas en base a tres principios: sigiloso, secreto y súbito (SSS). La pérdida de los valores democráticos europeos está dando paso a numerosos partidos populistas o de extrema derecha en distintos rincones del continente que no dejan de subir en estimación de voto y aceptación popular”.

Hablamos de movimientos retrógrados que soplan y socavan el terreno bajo sus pies en todo momento para derribar la convivencia y los principios democráticos allá donde se encuentren, en España, en Europa o en cualquier lugar del mundo. Lo sabemos y vemos cómo lo hacen cada vez con más medios, con más bulos y mentiras. Utilizan el miedo y la mentira, venenos con los que enturbian las aguas de nuestra sociedad en beneficio del auge de las fuerzas extremistas y autoritarias. Resulta evidente que vivimos un ataque directo a la democracia.

Han atado cuerdas al mármol que la representa e intentan derribarlo. Si dudamos de que esto está pasando, habremos perdido la primera de las batallas, pues habremos caído en la amnesia. O, aún peor, en la ceguera frente a la que nos advirtió José Saramago. Contra esta marea antidemocrática que amenaza con convertir en arenisca la sólida roca que deben ser nuestros sistemas constitucionales, solo cabe aplicar la receta del periodista y ensayista Henry Mencken, quien nos recordó que “la cura de los males de la democracia es más democracia”.

Las instituciones públicas y las personas que tenemos la responsabilidad de encarnar el mandato democrático popular debemos esculpir a diario la democracia, dando respuesta a las necesidades y esperanzas de la ciudadanía en un entorno cambiante y marcado por incertidumbres de distinto signo.

Para la profesora Susana Corzo Fernández, “la desconfianza de los ciudadanos hacia las instituciones públicas pudiera ser un estadio previo al fortalecimiento de un Estado débil, pero el descrédito continuo de las instituciones llegará a ser la consecuencia de un Estado enfermo, si la clase política no lucha por devolverle, desde la racionalidad y la mesura que conllevan la práctica de la responsabilidad política, el valor que tiene y la función que presta de servicio a la  ciudadanía”.  No es eso lo que explicita en estos momentos el enfrentamiento de los socios del gobierno de España, precisamente. Tampoco la polarización, la crispación, los enfrentamientos y la falta de entendimiento entre el Gobierno y la oposición.

Pero contamos también, por fortuna, con ejemplos de valentía y de denuncia pública que nos ponen en alerta ante el avance de las derivas autoritarias y los retrocesos democráticos, como es el caso del magistrado Joaquim Bosch y de su libro ‘Jaque a la democracia’.  Su testimonio y su visión surgen de una de las galerías del Estado donde debe fraguarse una parte importante de la solidez del engranaje democrático.

La democracia se sustenta sobre diversos pilares. Y cada uno de ellos es fundamental. Pero es incuestionable que el sistema judicial es una clave de bóveda. Por ello, resulta prioritario actuar con unidad en la defensa de su credibilidad, impidiendo el uso espurio o interesado de uno de los principales instrumentos para aportar verdad y legitimidad. Lo que nació para depurar y garantizar sociedades más justas jamás debería servir para embarrar.  

Bosch contribuye a mantenernos despiertos y despiertas. Nos arma con argumentos. Y nos ofrece un ancla intelectual en medio de este temporal negacionista y excluyente, que agita el odio y el enfrentamiento frente a la empatía y la concordia, precisamente el espíritu del sentimiento democrático. Este griterío ensordecedor, diseñado para confundir, incluye además discursos que tratan de deslegitimar a las instituciones públicas que representan la voluntad colectiva y sobre las que recae el peso del Estado de Derecho. Por eso necesitamos reforzar sus estructuras, además de extender la educación y la difusión de los valores basados en los derechos humanos y las libertades.

El aliento de la extrema derecha y del resto de tiranías se percibe de múltiples maneras, porque la intolerancia posee múltiples rostros, como una hidra moderna y mutante. La combatiremos con auténtica justicia, con la Historia en la mano, con una ciudadanía formada e informada, y no manipulada.

Aquí, en Canarias, esa hidra se manifiesta y multiplica sus cabezas, por ejemplo, al calor de la inmigración. Este monstruo carece de escrúpulos. Su lengua solo escupe mentiras pensadas para que un sector de la población asuma que sus problemas guardan alguna relación con quienes huyen del horror o la miseria, junto a otros mensajes igual de falsos y aberrantes en otros ámbitos. 

Tenemos que seguir combatiendo con datos, también con periodismo objetivo y riguroso. Y con memoria, como estamos haciendo en el Cabildo de Gran Canaria con el trabajo arqueológico en curso en la Sima de Jinámar, terrible escenario de los crímenes del franquismo.

Quiero subrayar, finalmente, que el autor nos llama a la obligación de mantener una voz firme; y también coral, sin disensos de fondo entre quienes estamos de acuerdo en la peligrosidad de estos intentos por abrir vías de agua en el casco de la nave común de la democracia.  No es preciso estar de acuerdo en todo. Tan solo en lo esencial: en mantener el tablero sobre la mesa y defender las reglas de juego que en el caso de España y de otros tantos lugares han hecho posible el progreso así como dejar atrás décadas de oscuridad. 

Estoy convencido de que encuentros como el que celebramos esta semana en el Cabildo de Gran Canaria o libros como el de Joaquín Bosch son sumamente útiles y nos espolean en este ejercicio de fortalecimiento y resistencia.

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