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No es ideología, se llama humanidad

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Este mes de agosto conmemoramos los 30 años de la llegada de la primera patera a Canarias desde el continente africano. Fue un 28 de agosto de 1994 y llegó a Fuerteventura. Muchos años han pasado desde ese día, pero el drama humanitario sigue siendo el mismo para distintas personas. Mientras tanto, nuestra sociedad asiste con gran preocupación a un cambio de mirada de la inmigración para utilizarla como arma política e ideológica, y quitarle cualquier rasgo de dignidad y humanidad.

En el transcurso de estos años no recuerdo haber vivido ni escuchado los comentarios que se escuchan hoy en día sobre la inmigración a raíz del aumento de la llegada de pateras, el debate sobre la atención a personas que sufren y, lo que es más grave aún, sobre los menores que están llegando. Comentarios auspiciados y espoleados por algunos dirigentes políticos que hablan desde el rechazo al otro y la supremacía. Algo no estamos haciendo bien como sociedad.  

Esta crispación se ha visto agudizada por la llamada de auxilio de Canarias al resto de Comunidades Autónomas para que acojan a niños, niñas y adolescentes que están llegando a nuestras costas. Las instalaciones y recursos canarios están desbordados y no se les puede atender como cualquier menor requiere. Porque son niños, son niñas, son menores, y esto es lo que prima y debe primar, por mucho que algunos se empeñen en decir otra cosa. Son niños, niñas y adolescentes, y tenemos la obligación legal y moral de tratarlos como tal.

La atención y tutela del menor es competencia de las Comunidades Autónomas, pero actualmente Canarias sola no puede atender a 6.000 menores. Por eso se inició el trámite de reforma del Artículo 35 de la Ley de Extranjería, para recoger en ella que la acogida y la atención por parte de otras Comunidades Autónomas sea obligatoria cuando se sobrepase el 150% de la capacidad. Si no hay respuestas solidarias verdaderas ante situaciones extremas, es necesario actuar.

Sin embargo, los grupos parlamentarios de PP, VOX y Junts han rechazado recientemente cualquier modificación de la Ley, cuyo único objetivo era proteger a menores. Es indecente y vergonzoso su voto en contra, negando el cuidado a estos niños y niñas, con discursos que politizan una cuestión de ayuda humanitaria. ¿De verdad, es tan difícil que un país de 48 millones de habitantes pueda atender a 2.000 menores? ¿De verdad que como país no somos capaces de cuidarlos e integrarlos?

Como socialistas vamos a seguir insistiendo en la modificación de la ley porque la causa, sin duda, lo merece. Como sociedad debemos frenar cualquier discurso que no defienda la solidaridad y la acogida humanitaria, porque, en tal caso, no representan los valores sobre los que se asientan los derechos humanos: dignidad, igualdad y libertad. 

Porque no es una cuestión de ideología, es una cuestión de humanidad.

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