Espacio de opinión de Canarias Ahora
Orgullo en tiempos de la COVID-19
Hay una fecha que será recordada en los libros de historia de nuestro país y que quedará grabada para siempre en la memoria de millones de personas: el 14 de marzo de 2020. El día que comenzó el estado de alarma. El día en el que se paró todo. El día en el que nos encerramos en nuestras casas para salvar nuestras vidas.
Más de dos millones de canarios y canarias cumplimos con responsabilidad las indicaciones de las autoridades sanitarias, y renunciamos a nuestra primavera para proteger lo más importante: la salud pública.
El coronavirus, que apareció precozmente en nuestro Archipiélago, se propagó por toda España a una velocidad vertiginosa y llevó al borde del colapso a los hospitales y a las residencias de mayores. Un pequeño microorganismo provocó la mayor crisis sanitaria, económica y social de nuestra historia reciente.
Y aún es pronto para evaluar la profundidad de sus consecuencias y estragos en todas las dimensiones de nuestra vida, pero permítanme aprovechar estas fechas para hablar brevemente de una muy concreta: la realidad de lesbianas, gays, trans, bisexuales e intersexuales. ¿Cómo ha afectado el virus al colectivo LGTBI en Canarias?
De muchas maneras, sin duda, pero permítanme centrarme en cuatro: forzando a muchos jóvenes LGTBI a vivir encerrados en un hogar hostil donde no se les quiere tal y como son, donde se les ha hecho volver al armario durante casi tres meses; multiplicando la precariedad y el riesgo de exclusión social de las personas más vulnerables, especialmente las mujeres trans; paralizando la tramitación de la Ley canaria de Igualdad Social y no Discriminación por Razón de Identidad de género, Expresión de género y Características sexuales, y desconvocando, por motivos sanitarios evidentes, la tradicional celebración del Orgullo.
La primera y la segunda son, evidentemente, las consecuencias más graves. Y es que estos meses han quedado de manifiesto las debilidades del sistema por la escasez de recursos, la vulneración de derechos, la exclusión, la violencia o discriminación que han sufrido, sufren y seguirán sufriendo muchas personas LGTBI.
Por eso, las instituciones tenemos la responsabilidad de poner la igualdad, la diversidad y el libre desarrollo de la personalidad en el centro de las políticas públicas. Por eso estamos en ello.
Un buen punto de partida tiene que ver, precisamente, con la tercera de las consecuencias que enumeré. El pasado martes, el Parlamento de Canarias aprobó por unanimidad el comienzo del trámite parlamentario de la nombrada y necesaria Proposición de Ley que reconoce la equiparación de derechos de las personas trans e intersexuales.
Una iniciativa que llega al debate legislativo después de un gran trabajo conjunto de todos los colectivos del Archipiélago y de todos los grupos parlamentarios y que, cuando culmine con su aprobación, situará a nuestra comunidad autónoma a la cabeza de los derechos de las personas trans e interesexuales en España y en Europa.
Y esto es lo que de verdad importa. Porque Orgullo es legislar todos los derechos para todas las personas. Porque la precaución de no salir a manifestarnos este año no frenará las ansias y la voluntad de seguir conquistando espacios de diversidad y felicidad.
Es evidente que este Orgullo va a ser diferente. Nos tocará salir a los balcones con nuestras banderas para visibilizarnos e insuflarnos energía. Para que la sociedad canaria siga avanzando y las instituciones lo hagan de la mano. Para que frenemos la curva de la discriminación a base de leyes, medidas y convivencia. Para cortar de raíz los rebrotes de transfobia, bifobia, machismo y homofobia en todos los rincones de las 8 islas. En definitiva, para hacer de Canarias una zona segura. Una tierra libre de discriminación.
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