Espacio de opinión de Canarias Ahora
Algunas reflexiones con motivo del plan de ahorro y eficiencia de la UE
Los objetivos del lobby energético en la UE se están cumpliendo porque ha tenido una gobernanza cómplice: un mercado eléctrico secuestrado por el gas y una dependencia continuada de los combustibles fósiles para impedir que las renovables cambie el modelo energético.
Si los precios del gas son una de las principales causas del encarecimiento de los costes eléctricos agudizando la crisis económica en la que ya nos había situado la pandemia, ¿Por qué no se desvincula el mercado mayorista eléctrico de los precios del gas? No entiendo cómo, de forma urgente, no se resuelve esta situación que está favoreciendo el chantaje de Putin con el gas a la UE.
El debate no está en los grados de la calefacción o el aire acondicionado de los establecimientos, el tema central se encuentra en una política energética que no asume, en la transición hacia las renovables, su responsabilidad democrática de defensa del interés general, situándose como colaboradores necesarios, para que las eléctricas y fondos de inversión sean los beneficiarios de la actual grave crisis energética en la que nos encontramos y los ciudadanos, como siempre, las víctimas indefensas de los precios más caros en el recibo de la luz.
La transición energética debe ir más allá de la sustitución de las tecnologías fósiles por las renovables, con el protagonismo de la ciudadanía y las entidades locales, públicas y privadas para que el cambio de modelo sea posible desde la gestión de la demanda.
Para que ese proceso de participación comunitaria tenga lugar hay que implementar un plan por una “nueva cultura energética” cuyo objetivo es la alfabetización energética a través de la información y el asesoramiento ciudadano para la concientización, en el sentido de la pedagogía para la liberación de Paulo Freire (Brasil 1921-1997). Una nueva cultura energética cuyo primer capítulo es el aprendizaje del significado de las palabras o términos claves de la transición y su contextualización, para comprender, por ejemplo, ¿por qué al gobierno español, como responsable de la política energética, le cuesta tanto controlar los precios de un servicio esencial como el eléctrico? ¿Qué es la transición energética? ¿Tiene el mismo significado para las eléctricas que para los usuarios?
La transición energética se ha caracterizado por las grandes infraestructuras, sin debate sobre los modelos ni información a la ciudadanía cuya participación es imprescindible para que prevalezca el interés general por encima de los privados. Es la ausencia de esa nueva cultura energética la que echamos de menos para evitar las prisas, como ocurrió, poco después de la tormenta Filomena de enero 2021, cuando se nos indicó, para bajar el recibo de la luz, lo de poner la lavadora de madrugada y, ahora, igualmente con el plan de medidas de ahorro y eficiencia para solventar los problemas de la dependencia energética de Rusia con el conflicto de Ucrania de fondo.
¿Por qué el acuerdo de París (2015), las cumbres del clima en general han constituido un rotundo fracaso y la transición energética en Canarias, España y la UE se va desarrollando de acuerdo con los intereses de las multinacionales del sector? Porque eso es lo que estamos observando, por un lado, con la taxonomía de las inversiones sostenibles donde el gas natural y las nucleares se les da la consideración de energías verdes y, por el otro, con una configuración de los precios del mercado mayorista establecida a partir de la tecnología más cara que es el gas natural cuyo suministro principal en la UE lo controla Putin, dicha configuración de precios genera unos cuantiosos beneficios de escándalo para las eléctricas. ¿Es otra casualidad que los grandes beneficios de las eléctricas y petroleras coincidan con los precios más caros en el recibo de la luz? o ¿es el resultado de una política energética que ha ido concatenando circunstancias contextualizadas en una serie de normativas a favor de poderosos intereses privados? Y un sistema regulatorio para la recaudación donde las consecuencias del ahorro y la eficiencia se contabilizan como déficit del sistema.
En consecuencia, tenemos un panorama energético europeo un tanto caótico, porque las políticas energéticas de los gobiernos de turno, hasta ahora, poco importa la sigla que esté en el poder, pretenden lo que es imposible, compatibilizar los intereses generales de la ciudadanía y el medio ambiente con los del lobby energético y, por lo tanto, acabamos observando lo que está sucediendo, la impotencia de los gobiernos por controlar la situación que ha derivado en una inflación incontrolable, de más de diez puntos, y que está bloqueando el proceso de recuperación económica motivada por la reforma laboral y las expectativas de los fondos europeos post-covid.
En Europa se habla de tecnologías, de grandes infraestructuras e interconexiones para al final privatizar los electrones, aunque sean renovables, en un mercado que continúan controlando los mismos y para el que las grandes infraestructuras son imprescindibles para transportar los kilovatios, no importan las distancias, a los puntos de consumo. En ese contexto es donde hay que ubicar proyectos como el cable submarino Marruecos-Reino Unido de unos 3.800 km y 1,8 GW para llevar a Europa energía de unas instalaciones fotovoltaica y eólica con almacenamiento, ubicadas en la región de Guelmim Oued Noun cerca de la ciudad de Tan-Tan a la altura de Canarias, y, paralelamente, bloquean los procesos hacia cotas de una mayor soberanía energética ciudadana, local, que es lo que ocurre cuando los gobiernos de turno no priorizan la generación distribuida, ahora que es posible el acceso libre a la energía solar, sin intermediarios.
¿Es una casualidad que el autoconsumo y las comunidades energéticas sean la parte más atrasada de la transición energética? De la misma manera que tampoco es una casualidad que el efecto fotoeléctrico, que es la base para el desarrollo de la fotovoltaica, se descubriera en 1839 por el científico francés Alexandre E. Becquerel (1820-1891) y se tardara mucho más de un siglo para que se generalizara el uso de las placas fotovoltaicas, mientras que en la nuclear se tardaron solo siete años desde que se descubrió la fisión nuclear (1938) hasta que se convirtiese en una potente fuente de energía que, desgraciadamente, fue el uso militar la primera demostración en forma de bomba atómica en 1945 cuando se lanzaron sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki y, poco más de una década después, en 1956, en Calder Hall, Reino Unido, se inaugura la primera central nuclear para la producción de electricidad, por las mismas fechas que ya se construían placas fotovoltaicas para los satélites espaciales.
En consecuencia, la situación actual de la dependencia energética de los combustibles fósiles sería otra si se hubiese adelantado el desarrollo y maduración de la tecnología fotovoltaica mucho más sencilla que la nuclear. Las multinacionales del sector han condicionado el desarrollo de la fotovoltaica porque era la primera tecnología que abría la senda de la soberanía energética ciudadana y local, sin intermediarios.
La UE ya tuvo, hace 49 años, un grave problema con su dependencia energética en la crisis del petróleo de los años setenta cuando el precio del barril pasó de 3 a 12 $ a consecuencia del corte suministro de petróleo de los países árabes a EE. UU. y Europa por apoyar a Israel en la guerra del Yom Kipur, crisis energética que se repite, ahora, con la invasión rusa de Ucrania, en otro contexto y circunstancias pero, otra vez, los combustibles fósiles como los principales protagonistas de la guerra. Rusia aprovecha la dependencia energética de la UE para financiar la invasión de Ucrania, pues la factura actual de la UE con Rusia en gas, petróleo y carbón es de unos 14.000 millones de € al mes, el doble que antes de la guerra. EE.UU. que podría haber evitado el conflicto, consigue sus objetivos geoestratégicos, debilitar política y económicamente a Europa, que todos los países incrementen sus presupuestos militares, fortalecer la OTAN y que la UE sustituya la dependencia energética de Rusia por la de EE.UU.
La UE no acaba de entender que su dependencia energética es un problema a resolver como lo confirma el hecho de que la soberanía energética no es un objetivo prioritario en su estrategia de transición energética. No lo es porque las mismas multinacionales y fondos de inversión que controlan la política energética en cada país, son las que dominan el mercado internacional de los combustibles fósiles y, para ellos, la transición energética se circunscribe a cambiar, sin prisas, combustibles fósiles por renovables al ritmo que la investigación y la madurez de las tecnologías vaya permitiendo y, sobre todo, para que las empresas del lobby energético tengan tiempo para ir haciendo la mudanza del negocio de los combustibles fósiles al de las renovables.
Por eso nos encontramos a toda una Alemania, la principal potencia económica de la UE como uno de los países más dependientes energéticamente del exterior y se encontraba, cuando se produce la invasión rusa de Ucrania, a punto de la inauguración de un segundo gasoducto, Nord Stream 2, directamente desde Rusia a Alemania por el mar Báltico, para incrementar dicha dependencia. Posiblemente esta situación guarda relación con que el excanciller Schroeder (1998-2005) amigo de Putin, formase parte del consejo de administración de la petrolera rusa Gazprom y desde 2005 preside la junta de accionistas de Nord Stream.
Ese es el error de la política oficial de la transición que, también, han asumido los gobiernos de turno, considerar que la transición energética es un problema de tecnologías y no de política, de soberanía energética que requiere un debate sobre los modelos, porque nos encontramos en una oportunidad histórica, la primera después de la revolución industrial de finales del siglo XVIII, para el acceso ciudadano, comunitario y local a la energía. Esa opción está vigilada y controlada por el lobby energético para que no encuentre facilidades en su desarrollo. El impuesto al sol y la eliminación de las primas a las renovables (RD 661/2007, de 25 de mayo) fueron dos golpes de timón de las eléctricas a la política energética española para obstaculizar el autoconsumo y echar del sector a los pequeños inversores, unos 55.000, que acabaron arruinándose. Ni generación distribuida ni democratización de las renovables.
A partir de la invasión rusa de Ucrania, Putin aprovecha la dependencia de sus recursos energéticos para dañar la economía de los diferentes países de la UE que están apoyando a Ucrania, reduciendo total o parcialmente el suministro, agravando la situación de los precios del mercado mayorista eléctrico que dependen del gas y, por lo tanto, el del recibo de la luz que no paran de subir.
Se produce una vuelta a los combustibles fósiles. Cada país intenta establecer contactos con otros productores para cubrir su demanda sobre todo de cara al invierno que se incrementa los consumos para calefacción y, por otra parte, la UE ha descubierto, forzada por las circunstancias, que las medidas de ahorro y eficiencia es otra forma de reducir la dependencia del gas y el petróleo.
Están bien las medidas de ahorro y eficiencia que los países de la UE están implantando en sus respectivos territorios, pero, lo que no entendemos es que estas medidas no se hayan aplicado antes junto a la incorporación de las renovables al sistema eléctrico, porque se trata de la “tecnología” más sostenible, económica y la más eficaz en la lucha contra el cambio climático.
¿Por dónde se debería haber iniciado la transición? – Si estamos hablando de transición energética sostenible y, al mismo tiempo, no se prioriza el ahorro y la eficiencia entonces se está mintiendo. Se está haciendo un uso demagógico del término sostenible que es lo que está ocurriendo con el relato oficial de la transición. Si el ahorro y la eficiencia, que nos pone en la senda del decrecimiento, que aporta al sistema los kilovatios más sostenibles es una “tecnología” madura, local que no se importa, no consume “tierras raras” y que genera un beneficio directo en términos de reducción de la huella de carbono, de la pobreza energética y en el bolsillo de los consumidores, ¿por qué no constituye la prioridad de toda transición energética?
· Porque los gobiernos de turno incumplen su responsabilidad democrática de defensa del interés general de la ciudadanía, en lo que se refiere a la garantía de suministro y buen precio de un servicio esencial como el eléctrico. Se han colocado del lado de los intereses privados del sector que su sostenibilidad termina allí donde empiezan sus intereses.
· Porque a las eléctricas y fondos de inversión que controlan el BOE no le interesa, puesto que, en un sistema eléctrico diseñado en torno a los intereses del mercado, el ahorro y la eficiencia no hacen caja.
· Porque una política energética para una transición que de verdad priorice estos aspectos necesita, previamente, el desarrollo de una amplia y continuada campaña informativa que vaya generando cambios de actitud y una nueva sensibilidad como base para la construcción de una conciencia ciudadana de compromiso comunitario que, posteriormente, va más allá de sus cambios individuales en la forma de gestionar su demanda energética, ya como ciudadanía activa en un contexto de emergencia climática. Esto no interesa a quienes han controlado el sector y sus cómplices.
· Porque constituyen la base para el cambio de modelo energético que significa, además del cambio tecnológico, un cambio en las relaciones de poder, un cambio de escenario y de protagonistas, de la generación concentrada y las eléctricas hacia la generación distribuida y el empoderamiento local. Democratización de las energías renovables.
· Porque en el relato oficial de la transición; gobiernos de turno, de las eléctricas y fondos de inversión se evita el debate sobre los modelos energéticos, porque para ellos la transición es solo un problema tecnológico y que, por lo tanto, se resolverá en la medida de que vayan apareciendo las tecnologías adecuadas.
¿Qué está poniendo en evidencia la UE en su respuesta alternativa a la dependencia energética de Rusia en el contexto del conflicto de Ucrania?
1. Que no ha aprendido de la crisis del petróleo de la década de los setenta del siglo pasado. La dependencia energética es un problema por su componente de inseguridad en el suministro que se activa especialmente en las guerras y, por lo tanto, la UE se equivoca de nuevo cuando la solución al problema de suministro es cambiar la dependencia energética de Rusia por la de EE. UU.
2. La subordinación de la política energética de la UE a los intereses de EE. UU., con un petróleo y gas natural mucho más caro y obtenidos por el procedimiento de fracking, prohibido en Europa.
3. Que al mantener los precios del mercado mayorista eléctrico dependiente del gas que, en buena parte, controla Rusia, se está colaborando con la estrategia de Putin de hacer el mayor daño posible a la economía de la UE con una factura eléctrica que no para de subir.
4. El retraso de la transición energética por la vuelta a los combustibles fósiles, carbón, reactivación de infraestructuras gasistas y nucleares. Por si ya era poco la taxonomía de inversiones sostenibles donde el GNL y las nucleares adquieren la condición de energías verdes a efectos de captación de fondos europeos.
5. Retraso, también, en los objetivos del acuerdo de París (2015). Si el balance de las cumbres climáticas ha sido el fracaso, cuando los países europeos eran los más cumplidores con respecto a los compromisos de París, ahora, las medidas de mitigación y adaptación al cambio climático se alejan más de la agenda política.
En consecuencia, la UE y los estados que la integran necesitan de políticas energéticas independientes de los intereses de las multinacionales del sector y fondos de inversión, imprescindible para defender los intereses generales que, por responsabilidad democrática, es su obligación, de la misma manera que asumir los retos de una emergencia climática en la que ya no hay tiempo que perder. Por lo tanto, la transición energética de la UE, para resolver su problema de la dependencia debe poner rumbo en la soberanía energética y priorizar el ahorro, la eficiencia, la generación distribuida con el autoconsumo y almacenamiento compartido, con los edificios como elementos activos de la transición y las comunidades energéticas como las herramientas organizativas locales para la participación de la ciudadanía y las entidades locales.
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