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Ni respeto, ni acato

Carlos Espino / Carlos Espino

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Ante tal actuación resulta imposible recurrir al “respeto y acato” con que tantas veces se comentan sentencias controvertidas. En este caso no cabe el respeto a la Justicia porque el supremo y sus señorías son los primeros que no la han respetado. Al contrario, han arrastrado por el fango sus togas y puñetas trasmutando los rojos arzobispales de la imponente sala en morados propios de un burdel.

Y si la RAE dice que acatar es tributar homenaje de sumisión y respeto o aceptar con sumisión una autoridad o unas normas legales, una orden, me niego a acatar esa sentencia injusta. La soportaré, la aguantaré, me la envainaré, pero me es imposible acatarla.

Siempre he sostenido que por encima de los comportamientos erróneos de los poderes públicos, está la consideración de las instituciones, pero hoy esa convicción se resquebraja por culpa de una caterva de togados que han prostituido la ley, que han violado a la Justicia, bajo la disculpa de garantizar los derechos constitucionales (que los tienen) de una banda de delincuentes.

Me es imposible obligarme a sentir respeto por estos personajes y sus actos y me cuesta contener la rabia y el desprecio que siento ante el atropello cometido.

Me inunda una sensación de vergüenza cuando pienso que soy ciudadano de un país capaz de despedir como un hombre de estado al franquista Fraga y condenar a un Juez como Garzón, de una ejecutoria ejemplar en la persecución del terrorismo, el narcotráfico y la corrupción.

Siento que me he equivocado, que yo también fui de esos ingenuos que creí en la transición, que creí que se había desmontado el régimen cuando lo cierto es que los herederos del dictador siguen mandando en las cortes y en los juzgados.

Carlos Espino

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