Espacio de opinión de Canarias Ahora
El marrón
Santigo Negrín, jefe de los servicios informativos de la cadena Ser en Canarias, ha sido elegido por el Parlamento de Canarias presidente del Consejo Rector de la radio televisión pública, después de una serie de movimientos orquestales en la oscuridad que retrasaron la renovación del Consejo un mes. Después de casi ocho años de absoluta inoperatividad del Consejo anterior, el Parlamento aprobó a propuesta del PSOE una ley que modifica completamente la estructura de poder en el Ente, fijando en el cuerpo legal lo que fue el espíritu de la tele canaria desde su fundación hasta la llegada de Rivero al poder.
Al contrario de lo que suele pensarse, la larga etapa de Willy García al frente de la tele, a pesar de la absoluta ausencia de control por parte del Consejo, no supuso una etapa de mayor libertad para el director de la tele. Tras su polémico nombramiento y su toma de posesión en Presidencia del Gobierno, Willy ni siquiera nombró a su equipo, directamente dispuesto por el presidente Rivero. La intromisión de la Presidencia del Gobierno en la cotidianeidad de las decisiones de la tele fue absoluta. Fue Rivero quien decidió que se anulara el contrato vigente, decisión rechazada por los tribunales que acabará costando una fortuna a la tele canaria y a los bolsillos de los ciudadanos. Fue Rivero quien nombró al jefe de los servicios informativos, a la directora de la radio, a la directora de antena, quien puso y quitó a periodistas en pantalla y quien decidió qué productoras debían ser atendidas y cuales ser vetadas.
La obsesión del presidente por someter y controlar a los medios y a los periodistas de Canarias abrió una etapa en la que la tele mutó todas sus funciones y obligaciones de servicio público para convertirse en un instrumento del poder presidencial. Una vergüenza que ha durado ocho años, que llenó el ente de caspa, sepultó las ideas con una visión trasnochada y pueblerina de la realidad de las islas, nos saturó de sucesos, inauguraciones y deportes con Rivero en la imagen, puso los informativos al servicio del presidente y su peineta y trasformó el dinero de la tele en una formas de comprar lealtades y silencios.
Hay algo de justicia poética en el hecho de que Rivero contemple como el Parlamento le enmienda finalmente la plana a su política catódica. Aunque él retrase el nombramiento de Negrín hasta -al menos- agotar el mes de espera que le permite la ley, el cambio es inevitable. Rivero podrá amagar, podrá no firmar el nombramiento o podrá irse de viaje. Pero Willy García haría bien vaciando ya los cajones de su mesa.
Negrín recibiría ayer, probablemente, un buen saco de llamadas y felicitaciones. Es un periodista decente que ha procurado siempre ser ecuánime en sus juicios y generoso en la administración de sus afectos. Pero yo no le felicito. Lo que le ha caído encima es un marrón de proporciones gigantes: con la única ayuda de un consejo muy sometido a presión partidaria, y la ineficaz protección de un Parlamento aún más dividido que el actual, Negrín tiene que limpiar la casa, trasparentar cuentas y contratos, levantar alfombras y dejar que entre aire nuevo. Recorrer el camino hacia atrás de un ente viciado por casi ocho años de cesarismo e incompetencia, apenas salvado por el esfuerzo de sus profesionales y la pericia empresarial de los adjudicatarios. Lidiar con ellos –los adjudicatarios del servicio- y con quienes pretenden recuperarlo, intentando un equilibrio razonable que entierre para siempre la guerra empresarial entre los medios. Integrar a las pequeñas productoras, que es donde florece el talento. Dar rienda suelta a la libertad y a la energía de los profesionales, acabando con la autocensura y las servidumbres pretendidamente institucionales. Y –sobre todo- hacer una televisión visible, cordial, alegre, entretenida, decente, plural, culta y pegada al terreno, pero sin complejos.
Lo dicho. Un enorme marrón para Santi Negrín. Le deseo mucha suerte. La va a necesitar…
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