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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

'Tierratenientes', el planeta tiene dueños (I)

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Una minoría de la población mundial ha concentrado en sus manos una cantidad desproporcionada de la riqueza del planeta. Lo decía en 2019 el secretario general de la ONU António Guterres: “La desigualdad está creciendo. Las personas están cuestionando un mundo en el que un puñado de individuos posee la misma riqueza que la mitad de la humanidad.” Y y lo ha dicho en 2020 el Papa Francisco: “Pocos riquísimos, un grupito, poseen más que el resto de la Humanidad. Esto es estadística pura. ¡Es una injusticia que clama al cielo!”.

Esa minoría es propietaria de muchísimo dinero, ocultado con frecuencia en los paraísos fiscales, de una cantidad creciente de recursos naturales de la tierra y del mar que explota sin ninguna consideración, vastas extensiones de tierras y terrenos, agua dulce, explotaciones agrarias ingentes, grandes plantaciones, minas y fábricas contaminantes, gigantes financieros intocables, bienes inmuebles incontables, una élite económica y social de empresarios, inversionistas y especuladores, favorecida y hasta mimada por la mayoría de los gobiernos del mundo, que además está en guerra contra el resto de la población. Uno de ellos, Warren Buffet, rico entre los ricos, lo reconocía abiertamente en 2014: “Hay una guerra de clases, de acuerdo, pero es la mía, la de los ricos, la que está haciendo esa guerra, y vamos ganando”.

 Citada y glosada esa frase en numerosas ocasiones, lo llamativo de ella no es solo el reconocimiento de la existencia de la lucha de clases, tantas veces negada por la propaganda capitalista, sino de que se trata de una lucha elevada a su máxima expresión, es una “guerra” hecha conscientemente por los ricos contra el resto de la población y cuyo objetivo, hacerse aún más ricos de lo que ya son, no puede tener lugar si no es a costa del despojo, del desenriquecimiento de todos los demás.

¿Como llamar entonces a esa élite, que los historiadores rigurosos llamarían burguesía, puesto que la riqueza acumulada sigue dependiendo del esfuerzo del trabajador asalariado, cómo llamar entonces a esa minoría defensora de un sistema, el capitalista, cuyo desenvolvimiento no puede sino desembocar en la paradoja absurda de concentrar toda la riqueza en manos de unos pocos, condenando al empobrecimiento a la inmensa mayoría restante? 

Me parece que el calificativo más adecuado es el de Tierratenientes, puesto que ellos, al fin y al cabo, son y van camino de ser, cada día más, los únicos y exclusivos dueños del planeta.

¿Y los demás qué somos, qué seremos? ¿Los convidados de piedra?, ¿los recogedores de las migajas del banquete de los Epulones de nuestro tiempo?, ¿los ingenuos creyentes en la posibilidad de “crecer (¿ilimitadamente?) para repartir y enriquecernos todos en cascada”, de la prédica neoliberal?, ¿los cada vez menos empleados asalariados necesarios al sistema para producir bienes y servicios?

Debemos pensarlo bien y actuar en consecuencia, cada día que pase se profundizará más la brecha, el abismo de desigualdad abierto por el ¿capitaclismo? que solo puede desembocar en una crisis ecológica y social de dimensiones nunca vistas y muy difícil de resolver.

Continuará: Tierratenientes, un planeta de todos y para todos (y II)

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