El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Artiles, otro que tal baila
Puede ser incluso cosas del cambio climático. Porque ya produce escalofríos ver a los malos convertidos en buenos y a los que creíamos buenos poniéndose del lado de los malos para que los que realmente eran los buenos aparezcan, ale hop, como impostores. Otro asunto que colea en los tribunales y en las páginas de los periódicos es el del cierre provisional del sumario de Lifeblood, el pelotazo de la hemodiálisis que pretendía pegar un abogado/empresario, o empresario/abogado valiéndose de las autopistas de seis carriles de las que gozaba, como si pagara peaje exclusivo, en el Servicio Canario de Salud. Javier Artiles, el padrino de Lifeblood, cree que el archivo le catapulta a candidato a beato en la próxima hornada, y se atreve a escribir a los periódicos que han publicado sus andanzas en el caso para afearles su comportamiento y acusarles incluso de haberle herido en su honor y en su profesionalidad. En algunos de esos periódicos ha aceptado exponer sus planteamientos en forma de artículo de opinión; en otros ha optado por la exigencia notarial ?aún sin éxito- de la rectificación mal entendida. Cree que fue injustamente tratado, que su trayectoria como asesor de Sanidad ha sido siempre intachable y que si él estaba allí, en el bollo del cogollo del meollo, era por su acrisolada calidad profesional y por la honradez a prueba de bombas que presidió siempre todos sus actos. Leer estos días que Realia pide licencia para rematar la tremenda ofensa ciudadana de las torres del Canódromo nos recuerda solo la punta del iceberg del caso Lifeblood: Artiles escogió como testaferro para su empresa al yerno del promotor ?Inprocansa- que dio el pelotazo urbanístico en esa parcela de Las Palmas de Gran Canaria. Lo dice Discépolo en Cambalache: “en el mismo lodo, todos manoseaos”.
Puede ser incluso cosas del cambio climático. Porque ya produce escalofríos ver a los malos convertidos en buenos y a los que creíamos buenos poniéndose del lado de los malos para que los que realmente eran los buenos aparezcan, ale hop, como impostores. Otro asunto que colea en los tribunales y en las páginas de los periódicos es el del cierre provisional del sumario de Lifeblood, el pelotazo de la hemodiálisis que pretendía pegar un abogado/empresario, o empresario/abogado valiéndose de las autopistas de seis carriles de las que gozaba, como si pagara peaje exclusivo, en el Servicio Canario de Salud. Javier Artiles, el padrino de Lifeblood, cree que el archivo le catapulta a candidato a beato en la próxima hornada, y se atreve a escribir a los periódicos que han publicado sus andanzas en el caso para afearles su comportamiento y acusarles incluso de haberle herido en su honor y en su profesionalidad. En algunos de esos periódicos ha aceptado exponer sus planteamientos en forma de artículo de opinión; en otros ha optado por la exigencia notarial ?aún sin éxito- de la rectificación mal entendida. Cree que fue injustamente tratado, que su trayectoria como asesor de Sanidad ha sido siempre intachable y que si él estaba allí, en el bollo del cogollo del meollo, era por su acrisolada calidad profesional y por la honradez a prueba de bombas que presidió siempre todos sus actos. Leer estos días que Realia pide licencia para rematar la tremenda ofensa ciudadana de las torres del Canódromo nos recuerda solo la punta del iceberg del caso Lifeblood: Artiles escogió como testaferro para su empresa al yerno del promotor ?Inprocansa- que dio el pelotazo urbanístico en esa parcela de Las Palmas de Gran Canaria. Lo dice Discépolo en Cambalache: “en el mismo lodo, todos manoseaos”.