Cómo los humanos están alterando la fauna endémica de Canarias, el punto más biodiverso de España

Lagarto gigante de Tenerife

Toni Ferrera

Las Palmas de Gran Canaria —

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La región más biodiversa de España está en peligro. En Canarias, donde se encuentran más de la mitad de las especies endémicas del país, alrededor de 3.600, la presión urbanística, la introducción de especies invasoras y la crisis climática están amenazando el hábitat de cientos de animales que se encontraban en las Islas (y solo en ellas) mucho antes de que los humanos alcanzaran sus tierras.

El lagarto gigante de Tenerife está arrinconado. El pinzón azul de Gran Canaria tan solo se halla en puntos muy específicos de la isla. La hubara canaria, principalmente localizada en Lanzarote, apenas tiene donde nidificar por culpa del expolio de arena en El Jable. Y el cardo de planta, una especie vegetal única del Parque Nacional del Teide, vive entre rejas debido a la presencia del muflón, una cabra exótica originaria de Italia introducida hace 50 años con fines de caza mayor.

El Archipiélago ha perdido “bastantes endemismos en los últimos años”, asegura José María Fernández-Palacios, catedrático de Ecología en la Universidad de La Laguna (ULL), en el último programa de Informe Trópico, emitido este domingo en la RTVC. Pero el experto considera que, a pesar de que muchas de las especies únicas de las Islas presentan “situaciones complicadas”, en general “se está desarrollando una labor muy importante por parte de las administraciones para hacer que las mismas no desaparezcan”.

Uno de los ejemplos más mediáticos en este sentido es el que involucra al pinzón azul de Gran Canaria. Este pájaro, ubicado en la cumbre de Gran Canaria y uno de los más amenazados de Europa, es protagonista desde hace años de la iniciativa LIFE+Pinzón, un proyecto encargado de ampliar el área de su distribución y aumentar el tamaño poblacional de la especie, ya que se estima que solo hay en torno a 400 individuos.

“Cuando conquistaron Gran Canaria, los colonizadores empezaron a destruir todos los montes para poder construir barcos. Actualmente quedan pinares canarios aislados entre sí. Y para el pinzón, que es una especie de pequeño tamaño, pequeña envergadura y que tiene un vuelo corto, es importante conectarlos para que puedan desplazarse con seguridad y protegerse de sus depredadores”, afirma Ruth de Oñate, directora del programa After LIFE+Pinzón.

Sin embargo, no todos los planes de reintroducción de fauna endémica salen como era esperado. El pinzón azul de Gran Canaria está en medio de una lucha de egos entre científicos de las Islas, aquellos que presuntamente no tuvieron éxito con su cría en cautividad y hoy ocupan puestos de responsabilidad, y los que actualmente se encargan del cautiverio de los pájaros y posterior liberación, quienes dependen en su mayoría de Pascual Calabuig, biólogo y veterinario del Cabildo de Gran Canaria.

“El problema de fondo aquí es de celos profesionales. Los que tienen que dar las autorizaciones son los que fracasaron en un proyecto de cría que decían que era imposible”, señala el experto, quien ha llegado a decir ante el Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) que la conservación del pinzón azul está siendo amenazada por informes “manipulados”. Por su parte, Manuel Amador, director general de Medio Ambiente del Cabildo de Gran Canaria, asegura que la prioridad de la corporación insular y del Gobierno de Canarias es la “mejora del hábitat” del animal. Pero incluso esto se ha hecho de forma defectuosa en alguna ocasión, al crear un corredor ecológico de pinares sobre una finca sin autorización. “Es una tomadura de pelo”, remacha Calabuig.

Las decisiones en los despachos, ya sea con la reintroducción de un pájaro endémico de fondo o no, afectan a los animales que nada tienen que ver en eso. En Canarias hay cuatro parques nacionales, siete reservas de la biosfera y 146 espacios naturales protegidos. En total, casi el 40% del territorio del Archipiélago debería ser intocable para las más de 20.000 especies que habitan en las Islas.

Y es un “debería” porque no siempre se cumple con la normativa. En Tenerife, al lado de la Reserva Natural de Montaña Roja, anidaba el chorlitejo patinegro, un ave vulnerable que ha perdido su único reducto en la isla para poner sus huevos por la construcción a pocos metros del hotel de La Tejita (en estos momentos con una orden cautelar de paralización). “La especie se nos fue por la presión que estaba recibiendo y la masificación”, apunta Virginia Delgado, bióloga y conservacionista ambiental.

Según la científica, en la comunidad no faltan figuras de protección para salvaguardar su fauna. Lo que ocurre es que “no se están cumpliendo”. “Se nos están yendo un montón de aves en las Islas y eso es un indicador no saludable de nuestros ecosistemas. Hay mucha especulación en el territorio. Se pueden estar dando licencias e informes positivos a proyectos que realmente no los cumplen”, agrega Delgado. Guacimara González, bióloga y activista ambiental, ahonda en esta idea. “No siempre cumplimos. Se limitan los usos que podemos hacer dentro de territorios frágiles. Pero los humanos ‘molestamos’ donde quiera que vayamos”.

Cuando no son los humanos directamente, son los animales exóticos introducidos por estos mismos. En La Palma lo saben. Allí, las especies autóctonas del Parque Nacional de Taburiente están amenazadas por el arruí, una cabra salvaje del noroeste de África llevada a la isla en el año 1972 para potenciar la caza mayor, al igual que el muflón en el Teide. Los cazadores defienden su presencia porque, según dicen, genera economía. Los ecologistas se echan las manos a la cabeza.

“El valor añadido por cazar no es nada comparable con el de contemplar una naturaleza prístina y bien conservada. Creo que el patrimonio natural de Canarias está muy por encima de las expectativas de unos cazadores”, arguye el catedrático en Ecología Fernández-Palacios, quien sí ve posible erradicar las poblaciones del arruí en La Palma y el muflón en el Teide, pero no de la culebra californiana en Gran Canaria dado su pequeño tamaño.

“Tendremos que acostumbrarnos a vivir con estas especies invasoras. ¿Nuestra naturaleza está capacitada para asumirlas? No lo sabemos. (…) Yo soy optimista. Hay muchísimos terrenos que se han abandonado, que fueron en su momento cultivos agrícolas, pastos que en la actualidad no tienen uso y que son terrenos magníficos en donde poder desarrollar proyectos de restauración ecológica. Lo que hace falta es voluntad política”, concluye el experto.

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