El turismo ha llegado a La Gomera para quedarse. La economía de la Isla ha tomado un nuevo impulso gracias a una actividad económica que por ahora sólo demuestra tener ventajas. La implantación más tardía que en el resto de Islas, también ha permitido evitar los errores cometidos en otros puntos. La llegada del turismo a La Gomera ha sido tan casual que en general cogió por sorpresa a sus habitantes. Cobrar por la comida o por la estancia, encajaba mal con el sentido de la hospitalidad del que históricamente han hecho gala los gomeros. Los turistas tampoco sabían poner precio a lo que consideraban impagable.
El presidente del Cabildo, Casimiro Curbelo Curbelo, ha ratificado en varias ocasiones la indudable oportunidad que se le presenta a la economía insular a la hora de aprovechar el desarrollo del turismo. Es consciente de que hoy por hoy no existe otra alternativa que ofrezca unas posibilidades ni siquiera remotamente parecidas. “El turismo para La Gomera es como el agua para la vida”, indicó hace algunas fechas, como manera de enfatizar la importancia de una actividad en continúo auge. Prueba de ello es el incremento en un ocho por ciento en la llegada de turistas durante los primeros meses de este año.
Tengamos en cuenta que en 2015 el volumen total de viajeros ascendió a 610.000 y dio lugar a una ocupación del 44%, frente al 39% del 2014. El turismo funciona generalmente como un reloj, y por ello se trabaja con la perspectiva de que estas cifras serán superadas. Otro tanto ocurre con los cruceristas, un segmento que también ha visto crecer La Gomera y que encadena cifras en continúo incremento año tras año. Para este ejercicio se espera que 86.000 personas desembarquen en la Isla, frente a las 76.500 de 2015 o las 69.200 de 2014.
La Gomera está presente en las principales ferias turísticas que tienen lugar en el ámbito internacional. Desde esta Isla se es consciente de que su oferta llama la atención, despierta curiosidad y es perfectamente recibida. Curbelo acude cada año a Fitur, en Madrid, y ejercicio tras ejercicio ha podido constatar que efectivamente existe cada vez un mayor interés por la Isla. Curbelo resalta que es el momento de aprovechar la bonanza económica que trae consigo la inestabilidad en otros destinos. Es preciso mejorar la calidad y fidelizar a los clientes.
El turismo abre nuevos retos y objetivos. Entre ellos, la continúa mejora de las infraestructuras, tales como carreteras, aeropuerto, puertos... o aumentar las conexiones y estancia de los turistas. Hay que tener en cuenta que en gran parte, el visitante que llega a la Isla lo hace por una sola jornada. El resultado es que el viajero no conoce del todo el destino y deja menos dinero en la Isla. Pero esta variable también se va mejorando. El número de pernoctaciones en 2015 fue de 885.000 frente a las 849.000 de 2014. Otro objetivo es lograr que La Gomera tenga el mayor número de conexiones directas con la Península y el extranjero.
Esta actividad ofrece hoy unos datos que no tienen comparación en otro sector económico de la Isla, lo que ha permitido que se contabilicen 827 puestos de trabajo directos en 2015, frente a los 742 del año anterior. El turismo está ocupando, poco a poco, el mismo papel que en su momento jugó el cultivo del plátano, de la cochinilla, la vid o el azúcar y que no es otro que servir como auténtico motor de la economía insular.
Los primeros visitantes llegaron a finales de la década de los años sesenta y venían atraídos por la naturaleza y el misterio que rodeaba a La Gomera. En su gran mayoría eran hippies, que encontraron en Valle Gran Rey su particular Meca. No dejaban mucho dinero pero actuaron como improvisados agentes promocionales. Poco a poco se fue desarrollando una oferta alojativa en este municipio según arribaban visitantes de un mayor poder adquisitivo. A principios de los setenta se da un significativo salto con la construcción del Parador y el establecimiento de una línea de ferry desde Los Cristianos. Las bases ya habían sido sentadas.
Otro hito importante tiene lugar en el año 1987 con la construcción del Hotel Tecina en Playa de Santiago, lo que puso en el mercado de golpe una oferta de casi un millar de camas. Los touroperadores iban tomando en cuenta cada vez más a La Gomera. La década de los noventa, sin embargo, traería consigo algún que otro proyecto frustrado como el inacabado hotel de El Clavo o la urbanización de Abalos, en San Sebastián. Pero con la llegada del siglo XXI, el desarrollo turístico se ha ido asentando hasta el momento actual, el mejor que ha vivido esta industria. Los últimos años han visto la proliferación de las casas y hoteles rurales, de manera que el norte se ha podido también subir a la ola de este próspero negocio.
El turista que llega a La Gomera busca un contacto directo con la naturaleza. Le gusta caminar, disfrutar de las escarpadas playas o simplemente estar en la Isla, sin pedir mucho más. Los reconocimientos internacionales obtenidos como son Reserva de la Biosfera, la Carta de Turismo Sostenible o los títulos de la Unesco al Garajonay y al Silbo, funcionan como eficaz reclamo, por un lado, y como una especie de declaración de intenciones por otro. Los turistas saben que llegan a un destino en el que prima el cuidado al paisaje y a las tradiciones.
Pioneras
Curiosamente, en el desarrollo del turismo han sido protagonistas tres mujeres: Efigenia Borges, Maruca Gámez y doña María. La primera ocupa un lugar destacado entre los pioneros del turismo. Esta mujer descubrió la actividad económica por casualidad. Hace algunas décadas un grupo de turistas le preguntó si podían utilizar una casa que tenían para que la ocuparan los invitados en las medianías de Valle Gran Rey. Durante unos días permanecieron en ella y además degustaron el potaje de berros cocinado por esta mujer que se ha hecho ya legendario. Efigenia aún recuerda como su hijo, le preguntó a sus padres si se iban a quedar sin comida por culpa de los extranjeros. Con el tiempo aquel niño, llamado Fernando Méndez, ocuparía durante cuatro años el puesto de consejero insular de Turismo.
Cuando los visitantes se marcharon se dio la circunstancia de que ni ella sabía lo que cobrarles, ni ellos lo que costaba, así que lo dejaron como una invitación. O al menos eso es lo que pensaba hasta que cinco años más tarde le hicieron llegar una cantidad de dinero por la estancia y la comida. El boca a boca funcionó a la perfección y en pocos años el restaurante y el conjunto de casas rurales Las Hayas, se ha convertido en toda una marca y un referente en este particular desarrollo del turismo de La Gomera.
Con la perspectiva que da el tiempo esta mujer dice que es tal la atención que muestran los medios de otros países por sus negocios, “que a veces pienso que vivo más en Alemania que aquí”. Borges cree que en gran parte el acierto de La Gomera ha sido escapar del turismo “de cantinas” y apostar por el relacionado con la naturaleza.
Maruca Gámez, es otra de las pioneras. Esta palmera fundó en la década de los años sesenta, Los Telares, una próspera empresa enfocada hacia el turismo ubicada en Hermigua. Gámez llegó como maestra a La Gomera en los años 50 y al poco tiempo observó las posibilidades que ofrecía la venta de artesanía a los turistas.
Los Telares comenzó como un taller y una pequeña tienda de artesanía y a partir de ahí se ha convertido una empresa que ofrece alojamientos turísticos. En 2012 recibieron el premio a la Excelencia Turística y dos años más tarde falleció su impulsora, hoy reconocida como una auténtica pionera del turismo en La Gomera. Prueba de ello es que recibió en 1989 el premio Canarias y el Internacional de turismo de 1988.
Doña María fue la creadora la Casa María situada en la costa de Valle Gran Rey, uno de los lugares en los que primero recalaron los turistas y hippies a finales de los años sesenta. Las parrandas canarias y las batucadas que tienen lugar a la puesta del sol se ha convertido en todo un clásico y uno de los principales recuerdos que los visitantes llevan en la maleta al regresar a sus países.