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Sobre este blog

Estudio Ciencia Política y Periodismo en la URJC. Algo que alterno con la observancia voluntaria de las bajas morales que despierta el quehacer político y, aún así, con la capacidad que tiene de ilusionar la ciencia que estudió Max Weber. Escribiré sobre eso, sobre la política. Eso sí, de forma clara, tolerante pero sobre todo crítica.

Servidores sin sirvientes

Servidores sin sirvientes

Aarón Rodríguez Ramos

¿Cuántas veces hemos oído a nuestros políticos decir “Me dedico a esto por vocación de servicio público”? Muchas, imagino. Es una sentencia curiosa, pues “vocación de servicio público” suena tan arriesgado, tan filantrópico, tan altruista. Involuntariamente nos acordamos de profesiones de similares proporciones: médicos, policías, bomberos, profesores. Y ponemos al político al mismo nivel.

Por supuesto que hay gente que hace política por vocación de servicio público. Claro. Y muy poco sospechosos de ser “estómagos agradecidos” o “vividores de lo público” -frases que uno oye por la calle-. Me refiero a activistas, a mujeres y hombres desinteresados que tratan de hacer que la política funcione desde la sociedad civil cuando fracasa en los despachos. Ejemplos, miles. La cuestión es que siempre es bueno recordar que eso también es una forma de hacer política y que por lo que se ve en los últimos años va adquiriendo mayor ponderación en la toma de decisiones (aún siendo insuficiente para luchar contra la vieja política). Pero no voy a hablar de esas personas tan poco sospechosas de vivir “a costa de los demás”, de esas personas que no son comparables con quienes están en las instituciones porque no cobran retribuciones por su dedicación a causas colectivas y además invierten mucho de su tiempo libre de forma solidaria, realmente solidaria, cuando lo podrían dedicar a su egoísmo personal - esto es lo que algunos filósofos llaman supuesta elección racional-.

Tampoco voy a hablar de los que participan en partidos políticos por el mero hecho de participar en ellos, no. Hay militantes de base, simpatizantes, incluso políticos con representación en las instituciones o que aspiran a ser candidatos que son dignos de encomio y alabanza. Que se lo curran, que trabajan. Pondré el siguiente ejemplo. No apoyo a Coalición Canaria -de hecho tengo la peor de las opiniones- pero jamás podré decir que el senador herreño Narvay Quintero no es un legislador trabajador y un buen representante de los intereses de su isla porque lo es y lo sabemos quienes seguimos su labor en el Senado (doble mérito además el de trabajar en una cámara que no sirve para mucho pero ese es otro tema...).

Por lo tanto hay políticos que sí tienen vocación de servicio público, de trabajar para mejorar la vida de los demás, de hacer política. ¡Qué importante esto último! ¡De hacer política! Que eso es lo que a veces los ciudadanos no entendemos, que hay muchas personas que viven de la política sin hacer política. Incluso, a veces, dada la imposibilidad de saber diferenciar a los unos de los otros nos refugiamos en la falaz idea de “todos los políticos son iguales”. Pensamiento resignado para quienes no quieren interesarse por la política porque les aburre, porque no les gusta, etc. Bueno allá él/ella. Ese hombre o mujer sabrá por qué quiere ponerse una venda frente a lo que hacen con su dinero, con el que le sajan a impuestos, y además en su nombre. Pero por si intenta volver a interesarse por la política, hay un método para saber diferenciar al político que hace política del que vive de la política: evaluar lo hecho. Pero como sociedad, no a nivel personal. Seamos colectivos en el análisis (aunque sea en una parte ínfima), evaluemos si el que vamos a ir a votar en las próximas elecciones ha contribuido a mejorar su sociedad, consideremos si trabaja duro por sus vecinos/conciudadanos o simplemente si no trata de lucrarse/o se ha lucrado. Tenemos muchas citas electorales este año para decidir y una vez hayamos analizado… decidamos. A quién sea, da igual. Lo importante es observar y acceder más allá de lo superficial, de los discursos oficialistas u opositores, forjarse una opinión propia vale más que nada.

Eso sí, aviso a navegantes: cuidado con el término. Desde el momento en el que empecemos a oír a los candidatos electorales hablar de “vocación de servicio público”, lupa sobre él o ella. Sea el que sea.No toleremos la banalización del trabajo de profesores, activistas, políticos (de los de verdad), médicos, policías, militares, bomberos… No toleremos la banalización del concepto de “servicio público”. Sólo así, siendo exigentes, podremos evitar que los autoproclamados “servidores públicos” de hoy nos tomen como sirvientes al resto mañana.

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Estudio Ciencia Política y Periodismo en la URJC. Algo que alterno con la observancia voluntaria de las bajas morales que despierta el quehacer político y, aún así, con la capacidad que tiene de ilusionar la ciencia que estudió Max Weber. Escribiré sobre eso, sobre la política. Eso sí, de forma clara, tolerante pero sobre todo crítica.

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