La guerra de los Olsen vuelve al Supremo
La guerra de los hermanos Olsen, Fred y Petter, volverá por segunda vez a ser discutida en el Tribunal Supremo (TS). Desde hace ya varios años ambos hermanos se enfrentan por la ocupación de un edificio situado en el barrio de Añaza en Santa Cruz de Tenerife que pertenece a Petter como representante de Propiedades Olsen. En el año 2001, Fred, por medio de la división que lleva su nombre, dejó de pagar los alquileres y a partir de aquí su hermano lo ha venido acusando de supuesto enriquecimiento injusto y le ha reclamado el pago de más de dos millones de euros, aunque sin suerte alguna. No obstante, a finales del pasado año la compañía Fred Olsen optó por abandonar el edificio y trasladarse a unas oficinas situadas en El Mayorazgo.
La discusión se centra en dilucidar qué alcance tiene el condicionante incluido en el contrato firmado en 1997 en el que se apuntaba que Fred Olsen S.A. podía ocupar el inmueble durante “un plazo de tiempo razonable”. En su momento también se decidió que ambas empresas tenían que intentar alcanzar alguna fórmula común de acuerdo sobre el edificio. Los tribunales han considerado hasta ahora que había posibilidades de que ambos hermanos firmaran la pipa de la paz y por ello han rechazado la acusación de enriquecimiento injusto en las cinco ocasiones en las que esta guerra estratosférica se ha paseado por los tribunales.
El contencioso primero fue abordado en el juzgado de primera instancia, en la Audiencia Provincial y en el Supremo, que decidió que se reiniciara todo el proceso de nuevo. Efectivamente así ha ocurrido y ya se han vuelto a pronunciar las mismas instancias judiciales posicionándose a favor de Fred Olsen a la espera de que lo diga ahora el Supremo que acaba de aceptar estudiar de nuevo el caso.
El enfrentamiento entre los hermanos tiene su origen en las discusiones por la valiosa colección pictórica que posee la familia de navieros noruegos. La guerra alcanzó su punto más álgido cuando Fred intentó, sin éxito, vender en 2006 parte de los cuadros por un valor cercano a los 12 millones de euros. Entre las piezas que se querían subastar estaba la obra El Grito, de Edvard Munch, que ambos habían contemplado colgado en las paredes de su mansión de Noruega. La batalla judicial se saldó a favor de Petter a quien su madre, Enriqueta Olsen, había donado tras su muerte esta colección de enorme valor. Desde algunos años antes, su hermano mayor supuestamente había dejado de pagar las rentas del edificio de cinco plantas en el que estaban centralizadas todas las oficinas del grupo Olsen en Canarias y que pertenece a Petter.
En 1997 se había llegado a un acuerdo por medio del cual Fred se quedaba con la naviera y Petter se ponía al frente de esta empresa, que contaba con este inmueble entre uno de sus principales activos. De hecho, su compra supuso un desembolso de 3 millones de euros en el año 1994 que fue cuando la naviera lo adquirió al constructor, Amid Achi. En estos momentos el propietario reclama en los juzgados a su hermano 2,2 millones por las rentas que ha dejado de abonar desde 2001 a 2007 a razón de hasta 25.000 euros al mes, mientras que Fred considera que se le tienen que devolver otros 1,3 por el mantenimiento y conservación del inmueble durante todo este tiempo.
Pueblo Don Tomás
La familia Olsen llegó a figurar entre las más acaudaladas del mundo y sus negocios estuvieron entre los diez más prósperos de la Unión Europea (UE). Su división canaria, sin embargo, atraviesa dificultades desde 2008, momento en el que se tuvo que recurrir a inversores externos para compensar las pérdidas de casi 120 millones de euros que registraba el grupo y que iba a implicar la aplicación de un Expediente de Regulación de Empleo (ERE). El origen del déficit parece radicarse sobre todo en el proyecto inmobiliario conocido como Pueblo Don Tomás, en La Gomera, una serie de chalets situados en los alrededores del Hotel Tecina, que pese a construirse en la época del boom inmobiliario no arrojó, ni mucho menos, los beneficios esperados. A partir de aquí inversores externos deciden inyectar dinero en el grupo y a estas alturas de la película se está aún a la espera de ver cuál será el resultado de la operación financiera. Fred pasó de ser director a consejero y su lugar ha sido asumido por su hermana, Annette, mientras que el patriarca a sus 85 años sigue ejerciendo la presidencia. Aún mantiene la costumbre de visitar cada Semana Santa La Gomera.
Petter parece ser el personaje más singular de la saga. Aunque luchó en los juzgados por mantener su colección pictórica, lo cierto es que una vez que ganó la batalla judicial no tuvo ningún problema en vender el cuadro El Grito en el año 2012 por 91,2 millones de euros. La subasta tuvo lugar en casa Sotheby's, de Nueva York y supuso todo un récord en lo que se refiere a precio de venta de obra pictórica y que hasta entonces ostentaba el cuadro de Pablo Picasso Desnudo, hojas y busto, vendido por 81 millones.
En realidad se trata de una de las cuatro versiones de El Grito y la única que todavía estaba en manos privadas ya que las otras tres permanecen repartidas en distintos museos de Noruega. Petter Olsen manifestó tras la subasta que el dinero lo iba a dedicar a crear un museo en honor al pintor en su pueblo natal, Hvitsten. No por casualidad, sus familiares ejercieron durante años de protectores, mecenas y amigos de Munch.
Como todo grupo empresarial de grandes dimensiones que se precie, Fred Olsen resulta inescrutable y es casi imposible conocer a ciencia cierta su dimensión y situación financiera real. En estos momentos son alrededor de mil los trabajadores que dependen de la compañía que además de varios barcos también mantiene inversiones sobre todo centradas en La Gomera, en hoteles, un campo de golf, casas rurales o el parque temático Pirámides de Güímar, en el sur de Tenerife. Hace algunos meses se llegó a especular con la posibilidad de que la naviera dejara de operar entre La Gomera y Los Cristianos, quizás su línea más señera.