En la habitación de los indignados de La Palma
Hace unos días comenzó a rodar por grupos de WhatsApp la convocatoria de dos manifestaciones frente al Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane, La Palma, para condenar la lentitud en la entrega de donaciones privadas a los afectados por el volcán, que supera los millones de euros y supone entre 1.000 y 4.000 euros para cada uno de ellos. Por entonces, solo el Ayuntamiento de El Paso había transferido parte del dinero. Ninguna otra administración lo había hecho.
Son las 12:00 y delante del Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane hay poca gente. Varios grupos de tres o cuatro personas desperdigadas, un par de medios de comunicación, palmeros que caminan por la calle como si nada. La manifestación (o manifestaciones, porque eran dos a pesar de que trataban el mismo fin), no se estaba dando. Algunos dicen que se desconvocó después de ver que vecinos de Los Llanos recibieron el dinero que les correspondía. Otros que la documentación para celebrar la protesta nunca se entregó. Mientras, el viento mueve las cenizas amontonadas en las copas de los árboles y el volcán no se cansa de presumir que sigue muy despierto. Este martes fue el día con más seísmos desde que comenzó no la erupción, sino toda la crisis sismovolcánica, a principios de septiembre. El tremor también ha aumentado. No hay visos de que el infierno termine pronto.
- Dicen que la manifestación se ha cancelado, comenta Mario, alemán afincado en La Palma desde hace décadas.
- ¿Por qué?
- Por coronavirus, responde irónicamente.
Goyo está parado frente a la fachada del consistorio. Forma parte de ese grupo de palmeros que tiene una única respuesta a la pregunta de qué ha perdido tras la erupción. “Todo”, contesta. Él también está aquí por la concentración de queja que nunca se dio. Cree que se desconvocó porque en el Cabildo no se presentó el papeleo requerido. “Hasta para eso tenemos que pedir permiso”, señala enrabietado. “Están diciendo que ya empezaron a hacer los ingresos, pero no he visto nada todavía. Ni del Ayuntamiento, ni del Cabildo, ni del Gobierno de Canarias ni del Gobierno de España”. Goyo empieza a sentirse olvidado. “Que nos digan que no nos van a ayudar, acabamos antes”.
Baja por las escaleras del Ayuntamiento la alcaldesa del municipio, Noelia García. Había escuchado que el descontento de los afectados se iba a concentrar aquí y ahora y ha habilitado una sala en el edificio municipal para atenderles. Para interesarse por sus demandas, que son muchas. Una mujer pide que suban los periodistas. “Que graben, que graben”, repite. Se le ve un poco agotada. Forma parte de una asociación que está ayudando con alimentos y enseres básicos a quienes la lava ha arrebatado una vida entera.
Ya dentro, en la habitación hay unas cuatro o cinco filas de sillas. Parece el salón en el que se celebran los plenos de la corporación local. La alcaldesa, después de invitarle a entrar a todo el que estaba dando vueltas fuera, abre la boca: ¿quién toma la palabra? Y comienzan las preguntas. “¿Qué criterios se utilizan para las ayudas? ¿Por qué solo se han entregado casas en Fuencaliente y Tazacorte? ¿Por qué en la oficina de atención al afectado me han dado cita para dentro de un mes? ¿Por qué no se ha transferido el dinero de las donaciones?” Y así, casi dos horas.
Los que han entrado a la sala lo han hecho entre desesperados y hartos. Más de 70 días de erupción y muchos de ellos confiesan no saber aún nada, que se hallan en un limbo. Que están cansados de esperar y que a este ritmo se marcharán de la isla. La voz de la protesta la han tomado unas pocas personas, porque el resto tiene vergüenza para hablar. Brazos cruzados, miradas perdidas, respiraciones profundas, pies que no paran de moverse por los nervios. Una joven, que llevaba más de media hora queriendo hablar, da inicio a su alegato.
“Te voy a contar mi situación personal: tengo dos niños pequeños que no quieren salir a la calle, que no están en sus casas, que van al psicólogo todas las semanas. Yo me voy a tener que ir de aquí. Ya me da igual el dinero, la dichosa casa… Llevo separada seis años. He cuidado a mis hijos sola. El año pasado me pegué todas mis navidades en Tenerife recibiendo quimio y radio, me quiero rendir ya porque estoy cansada. ¿Qué hago? Me tengo que marchar porque necesito que los niños vayan al parque. ¿Qué hago?”.
Otro palmero relata que conoce a varios damnificados que ya han renunciado a pelear por lo que les ha robado el volcán. “Aquí nos conocemos todos y preguntamos, ¿Fulanito no ha venido? Y no, no aparece. Porque les da vergüenza. Incluso hay quienes sufren tal depresión que no se quieren ni levantar de la cama y pretenden renunciar. Dicen: para cuatro días que me quedan, no voy a estar con tanto jaleo… Gente de 70, 80 años, con su finca y todo. Se te rompe el alma”.
La reunión continúa entre reclamos y matizaciones. Un afectado se queja de que las ayudas de emergencia estén pensadas por unidad familiar y no por individuo. Él da su caso particular como ejemplo: “Nosotros somos cuatro y hemos recibido 2.500 euros, pero si eres uno solo, te dan 1.000. Lo veo injusto”. García explica que se impone el criterio que le recomendaron las trabajadoras sociales. “Pero es que todos somos damnificados”, le responden.
El conflicto está en cualquier ámbito. Los palmeros golpeados por el volcán no están conformes con cómo se están haciendo las cosas. Sienten que son desconocedores de lo que está ocurriendo a su alrededor. De hecho, ni siquiera han averiguado quién convocó la manifestación de este miércoles. “No se hace nada. Y la gente se desespera”, dice uno de los presentes. “Si el dinero que ya hay, no se mueve, esto va a ser una montaña. Si hace falta contratar más personal, que se haga”, añade otro.
La crítica principal ha sido al registro único para los afectados. Hasta la alcaldesa confiesa que ha descubierto esta semana que esa herramienta, pensada en centralizar la presentación de documentos, “no está funcionando”. “El miércoles, el registro nos pasa los primeros datos de 140 personas para las donaciones. Y cuando empezamos, vemos que hay números de cuentas que no aparecen, gente que ha declarado solo su finca de plátanos o que no han perdido su vivienda habitual…”
García admite que no siempre puede transmitir certezas a sus vecinos. “¿Se va a poder construir encima de la lava? No lo sabemos. ¿En cuánto tiempo? No lo sabemos. El presidente de Canarias ha dicho que no se va a proteger la colada. No sabemos ni siquiera cómo va a quedar esa zona. ¿Voluntad? Toda la del mundo”.
La habitación se ha ido vaciando con el paso de los minutos. Al final han quedado poco más de 10 personas. Ellos se han derrumbado. La alcaldesa también. Pero ha dado tiempo para un último discurso. “Me preocupa mucho el futuro de la isla. No sé si ellos [en referencia a una familia] todavía tienen la inconsciencia o la esperanza de que la administración funcione y haga algo. Yo ya tengo más dudas que certezas”, apostilla la hermana de una afectada. Al salir del salón, dos hombres intercambian opiniones bajando las escaleras. “La semana que viene habrá que volver”, concluye uno de ellos.
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