8M: hablando claro

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El papel de la mujer en la historia es opaco. Mujeres cuya contribución nos han hecho lo que somos, pero no han contado con la visibilidad debida. La invisibilidad quita poder, quita importancia, nos saca de la historia, nos releva al ámbito privado sin tener nombre propio. Invariablemente sabemos nombrar a Marie Curie, pero la lista de mujeres relevantes en la historia que recordamos es muy corta.

En enero tuve la suerte de visitar el Congreso. Hay un pequeño rincón, solo uno, dedicado a una mujer por su contribución al voto femenino en España. El rincón de Clara Campoamor. Simplemente me encantó. Estaban todos sus enseres y detalles de su mesa de trabajo en su recuerdo y visibilización. Es pequeño, pero está en una de las salas principales. Perfecta alegoría.

Según Wikipedia, “Clara Campoamor (Madrid, 12 de febrero de 1888-Lausana, 30 de abril de 1972), fue una abogada, escritora, política y defensora de los derechos de la mujer española. Durante la Segunda República, creó la Unión Republicana Femenina y fue una de las principales impulsoras del sufragio femenino en España, que se incluyó en la Constitución de 1931 y fue ejercido por primera vez en las elecciones de 1933. A causa de la Guerra Civil, tuvo que huir de España y murió exiliada en Suiza.”

Todo eso es verdad. De manera aséptica, pero es verdad. Lo que no se lee entre líneas es que creyó firmemente en sus ideales y luchó por ellos. Creía en la igualdad y que para conseguirlo era necesario el acceso a la educación, la abolición de la prostitución, el derecho al voto y la capacidad de la mujer para tomar las riendas de su vida en libertad.

El derecho al voto lo argumentó y lo defendió con uñas y dientes en el Congreso y lo consiguió. En la Segunda República la educación de los niños y también de las niñas se convirtió en realidad para que después en la dictadura las niñas volvieran a ser invisibilizadas en el hogar. Casi un siglo después la prostitución sigue siendo la profesión más antigua del mundo y uno de los ejemplos claros de que la mujer como género y como colectivo todavía no toma las riendas de su vida con libertad. Puestos a elegir no hay prostitutas que elijan prostituirse, se ven obligadas a ello por diversas razones: precariedad, falta de otra opción laboral o de educación... o todo a la vez. Puestos a elegir, la mujer no elegiría toparse con un techo de cristal y nunca ascender o que no le subiesen el sueldo o que la violasen en grupo en un descampado o que la manoseasen en el metro o cobrar un 20% menos haciendo el mismo trabajo o que su pareja les pegase palizas o la matase porque “era suya”. Puestos a elegir tampoco elegimos, pero aprendemos, que mejor calladas que estamos más guapas porque si hablas mucho eres agresiva, si piensas por ti misma eres mala o inadecuada...buena no eres, ¡Eso seguro! Y por eso Clara Campoamor tenía razón y por eso seguimos en la lucha. Para poder elegir sin que el género forme parte de la ecuación.

Las feministas no estamos en contra de los hombres. Estamos en contra de sufrir las consecuencias de ser mujer, por el mero hecho de serlo, por no estar en igualdad de condiciones de hacer lo que nos dé la realísima gana. Llevar burka o minifalda, estudiar ingeniería o peluquería, tener hijos o no tenerlos, depilarnos o no, teñirnos el pelo o dejarnos las canas, engordar como ballenas si nos parece y sin sentirnos despreciables ante Naomi Campbell o la vecina en dieta perpetua. Queremos dormir seguras, hablar alto y que nuestra pareja no sea un putero o un maltratador porque entiende que nuestro cuerpo y nuestra mente no es comerciable ni denigrable. Esto no es libre albedrío es dignidad. A Clara Campoamor se le olvidó poner en su frase: tomar las riendas de su vida en libertad y con dignidad.

Es 8M y seguiremos reivindicando hasta que al hombre (y a alguna privilegiada) también le parezca mal que sus parejas, sus familiares femeninas, sus vecinas o cualquier extraña no estén en igualdad de condiciones y tampoco ellos se callen. Hasta que ninguna mujer muera a manos de sus parejas. Hasta que se cumpla ese apartado de la Constitución que dice que todos y todas somos iguales sin distinción.

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