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De cuervos y de infamias en la cámara poética de Félix Anesio

En la entrevista de la poeta Lilian Moro que sirve de prólogo a esta edición de Los cuervos y la infamia, Félix Anesio, autor de dicho poemario le responde que los cuervos representan en sus poemas el desconcierto y el horror y, sobre todo, un enigma indescifrable. Por otro lado, define la infamia como el polo opuesto de aquellos ideales humanistas que suponen el honor, la bondad y la nobleza. Esto ya me da una idea de cómo abordar la obra y desarrollar estas notas que vienen a continuación que no tienen mayor aspiración que ser mi propia lectura

Mientras leía Los cuervos y la infamia me vino la sensación de película en blanco y negro, algo así entre el cine de Fellini de sus primeros tiempos neorrealistas y Bergman. Sobre todo, el segundo al que el autor reconoce como maestro. No es gratuito afirmar que la relación y el diálogo de las artes ha sido bastante fructífera para el desarrollo de la creación en la cultura occidental. En Félix Anesio vemos reflejado esto claramente: esa relación entre su poesía y el cine hace que la progresión de sus imágenes sea visual y cinestésica: imagen en movimiento constante y distintos planos. El ojo del poeta tras la cámara. También se observa cierta influencia del expresionismo alemán, no solo en lo cinematográfico sino también del poético y pictórico (Münch). En esa sala de espera del poema El callejón de los vencidos se intuye la sonrisa morbosa de un Gottfried Benn y, por supuesto, la presencia de Bruno Schulz—de ahí la dedicatoria—.  De hecho, el propio Félix Anesio se pregunta en un breve poema de la primera parte:

¿Es misión del artista desentrañar

la oculta belleza de lo horrendo?

Como Benn en su libro Morgue y otros poemas que ve la belleza en un áster que crece en el interior del pecho de un cadáver:

Lo instalé entre virutas

en la cavidad del tórax

mientras lo cosíamos.

¡Bebe hasta el hartazgo en tu florero!

¡Descansa en paz

pequeña áster!

No obstante, Anesio nos expresa a los lectores la cuestión en forma de pregunta que produce un tono reflexivo y abierto.

Así llegamos al poema Rara avis que trata de la figura del famoso Hombre Elefante; pero está basado en la película de David Lynch — por cierto, rodada en blanco y negro –, pues se alude a John Merrick y no al personaje real, de nombre Joseph.

Los poemas de Los cuervos y la infamia parecen un montaje de producción cinematográfica. De hecho, esta es una característica del poemario que apoya lo que decía antes de la relación de este libro con el cine. El poeta no es un pintor ni un músico, sino un cinéfilo que aspira a rodar una película que, a la postre, se transforma en un libro de poemas, en blanco y negro. Todo alude a esta antítesis de los tonos que van del blanco al negro: los cuervos, la infamia, las escenas de la sala de espera, el pez abisal, el poeta muerto…

Pero todo no se queda en un mero devaneo entre la realidad y la ficción, en un mundo descolorido e impersonalizado que ocupa las partes I y II de la obra. También está ese sujeto lírico que entra en escena para equilibrar esa tremenda caída al infierno de Dante que es, en la segunda parte, el poema antes aludido El callejón de los vencidos. Un infierno queda atrás y Félix Anesio asume su condición de trasterrado, sin evitar ese tono existencialista de abandono. En la tercera parte del libro, el tono, el ritmo y el registro cambian y el poema disminuye considerablemente hasta llegar a un solo verso. Poemas con tendencia al aforismo reflexivo con un toque de ironía y crítica social (de forma indirecta en las partes precedentes) a cierto régimen que le tocó vivir y del que ahora sufre las consecuencias en su exilio. Léase «Clase de historia en Cuba, 1960»:

Una mano escribe en la pizarra: «El Imperialismo se derrumba.                                                  

El futuro pertenece por entero al Socialismo».

Hace ya muchos años que la profesora descansa en paz.

O el extremo existencialismo contenido en el poema Ceremonial litúrgico que llega a su punto más alto, pues ya viene siendo una tónica a lo largo del libro:

Nos consumimos

como cirios

en el altar de nadie.

No obstante, este Los cuervos y la infamia se cierra con un poema en prosa que, según mi punto de vista, resume todo lo anterior. Pero esta vez recurre a la analogía musical: «Todo un complejo entramado para crear un arte, en el que se hace   indispensable   el silencio».

Lean esta obra con hilatura magistral, aunque, como se dice en el poema inicial Los seminaristas, les pueda llenar de turbación la imagen que recuerden. ¿Pero que sería de la poesía sin este estado de turbación? ¿Qué sería de la belleza si no estuviera en los lugares más inimaginables como la pobreza y la podredumbre del ser humano? ¿Qué sería de Baudelaire, de Poe, de Rimbaud, de Ingmar Bergman?

Lo dice el poeta Félix Anesio desde su atenta vigilia, que se confiesa creyente: siempre queda una luz de esperanza. Como William Carlos Williams, cree que aún en el infierno crece la flor del asfódelo.

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Félix Anesio Guantánamo, 1950).  Poeta cubano e ingeniero de profesión. Ha publicado el libro de relatos Crónicas aldeanas (2009 y 2011) y su versión en inglés A Tale of Two Villages (2012) y los poemarios El ojo de la gaviota (2015) y Los cuervos y la infamia (2018). Su poesía fue seleccionada en Bojeo de la isla infinita. Antología de 6 poetas cubanos  (2013), introducción y selección del poeta cubano Arístides Vega Chapú.  Dirige el blog Crónicas aldeanas: www.cronicasaldeanas.blogspot.com.

En la entrevista de la poeta Lilian Moro que sirve de prólogo a esta edición de Los cuervos y la infamia, Félix Anesio, autor de dicho poemario le responde que los cuervos representan en sus poemas el desconcierto y el horror y, sobre todo, un enigma indescifrable. Por otro lado, define la infamia como el polo opuesto de aquellos ideales humanistas que suponen el honor, la bondad y la nobleza. Esto ya me da una idea de cómo abordar la obra y desarrollar estas notas que vienen a continuación que no tienen mayor aspiración que ser mi propia lectura