Estrellas enanas y fenómenos costeros
Me pirro y pierdo los papeles, se me estremecen hasta mis más profundos cornupelios por los tópicos meteorológicos y las extravagancias astrofísicas. Eso de viento en las cumbres y fenómenos costeros define mi identidad insular y lo de supertierra girando en torno a una estrella enana donde puede que haya agua o puede que no me conmueve profundamente, tal vez porque lo de estrellas enanas me recuerda a nuestros entrañables enanos de la Bajada, uif, hay Bajada y no sé cómo me las voy a arreglar para ir a ese inmenso programa lustral a todo lo largo y lo ancho, y lo que es más, conseguir entradas para todo y alojar a esos parientes lejanos que ni recordaba que existían, tal vez tenga razón mi querido amigo Víctor cuando dice que me estoy convirtiendo en un viejo cascarrabias. Pero permítanme que prefiera lo de “fenómenos costeros”, pues yo mismo, sin ir más lejos me considero un fenómeno costero, para bien o para mal, como corresponde a toda taxonomía humana. Otro de mis amigos dice que cuando oye lo de fenómenos costeros piensa en los cruceristas que invaden nuestras calles costeras. Lo de viento en las cumbres me parece muy poético, siempre queda bien en versos y folías, qué sería de nosotros sin viento en las cumbres. Con los astrónomos bien, siempre es de agradecer teniendo en cuenta que los líderes terrestres no paran de anunciar el apocalipsis, con la frivolidad de quien anuncia un perfume caro, es de agradecer, digo, que por mal que vaya el pepinazo nuclear, siempre nos quedará un planeta seis veces mayor que la tierra girando en torno a una estrella enanita, donde el aceite de oliva no esté tan caro y si no se fabrican más viviendas no será por falta de suelo. En fin.
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