Ofendiditos

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Utilizar la ofensa como herramienta, para defenderse de planteamientos o pensamientos que no gustan, no es nuevo. Pero usarlo como herramienta intencionada es a la vez infantil y peligroso. Basta con un pequeño grupo de personas que manifiesten sentirse “ofendidos” para obtener las disculpas de un famoso o para poner en duda una determinada línea política, tengan razón o no. Algunos van más allá y coordinan la ofensa buscando que la gente no se atreva a hablar más, ni a decir lo que realmente piensan. Usan la afrenta para crear duda y ante la duda de herir la susceptibilidad, mejor callar. Así nacen los “ofendiditos”, que no son ofendidos en toda regla sino que usan el agravio como herramienta. 

La expresión no es mía pero me la apropio. Los “ofendiditos” califican a todos aquellos ofendidos por algo insignificante, o que no viene a cuento o no es comparable. O algo tan absurdo en comparación con otras cosas, que solo un diminutivo sirve para calificarlo. Aparecen por doquier. Son los haters, los criticones de bar, los protestones de boquilla que nunca hacen nada, los que crean un clima de crispación y de frustración donde no cabe la posibilidad o la esperanza. La política mediocre tiene a muchos “ofendiditos” en sus filas. También proliferan en las redes sociales y eso acaba calando en la sociedad real. 

“Ofendiditos” sin ofrecer solución a cambio. Ya sea en las acciones personales o las de los demás, en año de elecciones o no. Y son aquellos que no entienden de baremos y de calificar las cosas por importantes o menos importantes, por urgente o por necesarias. 

Los “ofendiditos” son cansinos. Crean un clima tóxico y desaparece el positivismo. Ya tenemos hasta un libro con ese título: “Ofendiditos”. Y no siendo la única que lo pienso, afirmo que estoy cansada de tanta ofensa vacía. Me explico. 

Empiezo con un ejemplo. Hace unas semanas tuve unos clientes que me pidieron por WhatsApp una ubicación. Les dí la ubicación, pero erré en unos 10 metros. Total que estaban esperando en la acera de enfrente. Era visible que me había equivocado y era visible que estaban a 10 metros de la ubicación correcta. Pues bien, los “ofendiditos” no supieron cruzar la calle y estaban muy irritados mientras miraban fijamente a la ubicación correcta. “Ofendiditos” porque no tenían nada mejor que hacer que preocuparse por una ubicación inexacta para lo cual me llamaron para expresar su descontento mientras seguían sin cruzar la calle. Mi respuesta ante tamaña ofensa inútil fue decirles que entendía su descontento, pero que, sin embargo, tenía fácil solución. Aún así no, no les iba a compensar como exigían. La ubicación era el punto de encuentro para visita el volcán Tajogaite. Y ya que hablamos del volcán, en cuanto a ofensa se refiere, más agraviados se sienten los afectados por el volcán y creo que ganan la partida por goleada para estar enfadados con la naturaleza que les ha tocado y con lo que ha venido después. Y con razón. Y eso les dije. No sé si me entendieron. Y a partir de ahí empecé a usar lo de “ofendiditos” con todo aquel a mi alrededor que se queja por deporte. 

Pongamos las cosas en perspectiva y en una balanza ¡por favor!…Los “ofendiditos” no están realmente agraviados, solo lo aparentan. Cualquiera pensaría que estos protestones, estos “ofendiditos” tienen poca inteligencia emocional, pero son eso: “ofendiditos” puesto que para ofenderse hace falta la intención, elección, poca capacidad de frustración, poca empatía y francamente un poco de superioridad. Es decir, por estúpido que fuera el problema, eligieron ofenderse y usarlo como herramienta para una devolución. 

Todos tenemos un conocido que se ofende fácilmente: bromas que se toman como grave agravio, al que le tienes que explicar que nadie le ofende, es él quien se lo toma como un ultraje porque los demás tenemos derecho a pensar, a opinar y a decir lo que consideremos, en el marco del respeto. Todos conocemos a alguien impermeable frente a los comentarios y que intenta justificar, y ganar en las argumentaciones y que acaba por estar en permanente conflicto con los demás y francamente infeliz. Esto puede ser el reflejo de poca autoestima o narcisismo pero, en los “ofendiditos”, hay elección consciente. Hay una pequeña diferencia. 

En año electoral se multiplican las obras de última hora para tapar lo que no se ha hecho en 4 años y también se multiplican los “ofendiditos”. Asistimos asombrados a debates banales donde siempre hay una salida de tono porque la respuesta a una protesta no es la que ellos esperaban, pero eligen ignorar la realidad palpable. “Nuestra propuesta es ésta y es la verdadera”. No hay compromiso ni negociación ni legalidad que valga. Pongamos el ejemplo el estancamiento en la renovación del poder judicial a pesar de lo que dice la Constitución… o la sanidad en Madrid, donde no hay médicos en urgencia, entre otras muchas muchísimas deficiencias, y es fácil comprobarlo. Pero Ayuso está “ofendidita” por recordárselo en una gran manifestación. Así que tenemos una “ofensa” y un “enfado” porque se han manifestado los médicos y la población, pero la razón objetiva que ha provocado las protestas permanece ignorada. Los “ofendiditos” muestran disconformidad con razonamientos irrisorios y anecdóticos para casi todo el mundo pero que se aferran a esa ofensa como un clavo ardiente. “La manifestación es una estrategia desestabilizadora”, dijo Ayuso ofendida. Cuando la realidad es que ir al médico y que no haya nunca médico desestabiliza a más de uno, hasta que mata del todo. 

El libro “ofendiditos” trata sobre la criminalización del feminismo. Para esto también hay “ofendiditos”. Es una nueva ola contra el feminismo que llama a las mujeres que luchan por la igualdad real: “feminazis”, que no son otra cosa que la denominación despreciativa de mujeres que expresan su descontento ante el machismo como les da la gana, guste o no. El llamarlas así es usado para negar lo evidente. “Feminazi” es un ataque a la libertad de expresión, que no viene desde las minorías o desde los hombres, sino desde las esferas de poder. Es, pues, eso precisamente: una herramienta de ataque. Los “ofendiditos” en relación al feminismo, se ofenden por las protestas femeninas, porque les parecen exageradas o malintencionadas y es un fiel reflejo de que ellos se sienten superiores. Toda vez que obvian y eligen olvidar las verdaderas reivindicaciones que están haciendo las mujeres como son el maltrato, la violencia contra las mujeres, las desigualdades salariales…Es decir, con “feminazi” pretenden que ninguna mujer, se atreva a decir lo que piensa o reinvindique porque “calladita estás más guapa, que así no me molestas”…Los “ofendiditos” sienten agravio ante el ruido en el 8M o en el 25 N. Se ofenden y les da igual las causas objetivas que han originado la lucha por la igualdad. Da lo mismo que haya mujeres que mueran por el mero hecho de serlo, que sean objetos sexuales, porque hay una cultura de patriarcado que no deja que avancen ellas ni tampoco la sociedad, porque las mujeres tengan el 1% de la riqueza mundial (y no el 50%), o que no tengan las mismas posibilidades de ascenso laboral o cuotas de poder. Al parecer, los “ofendiditos” por el feminismo están más ofendidos que las mujeres por el machismo. Las mujeres deberíamos disculparnos… de nuevo, claro. 

En la era de Alexa y Siri, criaremos hijos que ordenan a una voz de mujer, y ella responderá sin rechistar. Así que en el futuro nuestros hijos ladrarán órdenes y se sentirán todavía más “ofendiditos” por cualquier diferencia con su opinión o sus deseos. No aprenderán el valor de pedir por favor, ni el de aceptar un “No” por respuesta. Seguirán aumentando los ignorantes emocionales y los “o-fen-di-di-di-di-tos” de pacotilla. No bastará con que Siri se convierta en Siro, eso es demasiado simplista. Pero no tengo nada claro cómo deshacer la cultura de la ofensa. Sospecho que estará acompañándonos tanto, como la cultura del patriarcado, sobre todo en la política más mediocre. Aquella a la que le gusta más el poder que las personas.

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