Madroño canario

Madroño canario, cultivado en La Rosa (Mazo, La Palma). Foto: C.E. Hdez-Padrón

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El tronco aterciopelado

da ganas de acariciar

para poder disfrutar

de su tacto delicado.

De color anaranjado,

los frutos da gusto ver,

ácidos para comer,

con sabor poco agradable,

no resulta aconsejable

consumirlos sin cocer.

Jócamo, 30.VIII.2024

 NOTA: El madroño canario (Arbutus canariensis) está emparentado con el mediterráneo (Arbutus unedo), frecuente en la península ibérica, siendo muy popular en la provincia de Madrid, donde hermanado con el oso son símbolo de la ciudad. Animal y planta aparecen juntos en el escudo del Atlético de Madrid, que contribuye a su difusión.

Se trata de un árbol que, en situaciones óptimas, puede alcanzar los 10 m de alto, aunque es más habitual encontrarlo con tallas menores en andenes y roques de la periferia rala del monteverde y cotas inferiores del pinar.

Su tronco rojizo es muy característico, con la corteza aterciopelada de tacto agradable que periódicamente se desprende en cáscaras al crecer, dejando manchas más claras.

Las hojas lanceoladas y esparcidas tienden a arrosetarse al final de las ramas, apuradas por la sequía estival.

Las flores agrupadas en racimos, son como diminutas vasijas matizadas de blanco y rosa, que a la postre se trasforman en frutos esféricos de 1-2 cm de diámetro, papilosos, de color naranja al madurar.

Son más apetecibles a la vista que al paladar y no es aconsejable abusar de su consumo, pues contienen alcoholes y glucósidos (arbutina) indigestos.

Son más recomendables para elaborar, mermeladas, jarabes y licores.

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