Pasaron tres años hasta que Maruf se subió a la lancha neumática en la que llegó a Fuerteventura. Salió de Bangladesh siendo un joven de 17 años con el sueño de pertenecer a las Fuerzas Armadas españolas. Pero la letalidad de la ruta canaria en tránsito y en destino fue un golpe de realidad para este estudiante bangladesí que gastó 12.000 euros en recorrer parte de Asia y de África en avión, a pie, en coche y en guagua. Desde el catre en el que duerme dentro de las carpas que componen el campamento de acogida de Las Raíces, sueña día y noche con el mar. Solo se queja del frío. Cuando llueve, su tienda se inunda, y el frío le retrotrae a sus noches en el desierto. A pesar de todo, mantiene su meta fija en Barcelona.
Al menos una quincena de compatriotas de Maruf han introducido una nueva nacionalidad a la ruta, que ha sido tomada estos meses también por nacionales de Yemen, Marruecos, Costa de Marfil, Malí o Senegal, entre otros. Este año sobrevivieron al Atlántico 19.865 personas en 492 embarcaciones, según los últimos datos publicados por el Ministerio del Interior.
Los puntos de salida se han desplazado hacia el norte respecto a 2020, con Dajla y El Aaiún como grandes protagonistas. El cambio de rumbo de la ruta ha pillado sin recursos estables a Lanzarote y a Fuerteventura, que ha recurrido, como hicieron otras islas vecinas el año pasado, a naves industriales y CATES (Centros de Atención Temporal de Extranjeros) móviles para las primeras 72 horas de las personas migrantes. Estos tres días a veces se convierten en una semana, cuando no se encuentra con antelación un lugar donde puedan pasar la cuarentena. Junto a Gran Canaria, las tres islas acumulan cerca del 85% del flujo total recibido por el Archipiélago.
Las estampas “de la vergüenza” no acabaron en Arguineguín, ni en la nave del puerto de Las Palmas. Un vídeo difundido en septiembre mostraba a cientos de personas en la nave de Arrecife durmiendo en lonas o en el suelo, sin duchas y solo con una docena de baños químicos para todos. Estas imágenes avalaron las advertencias de dos sindicatos policiales, que reconocían que este espacio no cumplía con los estándares mínimos para su habitabilidad.
A diferencia del año anterior, los aeropuertos de Canarias han dejado de ser un muro que retiene a miles de personas en las Islas. El Gobierno de España ha agilizado las derivaciones a otras comunidades autónomas de las personas que están en los seis campamentos y una sentencia judicial hace de aval para quienes quieren salir por su cuenta. Por el contrario, el Ejecutivo regional sigue tutelando a cerca de 2.500 menores no acompañados. Mientras el número de niños que toman la ruta en soledad sigue creciendo, la cifra de los que han sido derivados a otras comunidades autónomas no llega a la mitad.
Denuncias por abusos a menores
2020 comenzó con el colapso en las pruebas de determinación de edad, que obligó a hombres y niños a convivir en los mismos centros. En enero, más de 1.000 migrantes estaban en un limbo y sin escolarizar a la espera de que las pruebas óseas determinaran si eran o no mayores de edad. Ante las críticas por la poca fiabilidad de estos test por parte de las organizaciones especializadas en infancia, el Instituto de Medicina Legal de Las Palmas introdujo un nuevo método que permitiría más precisión, ya que utiliza artículos con un amplio estudio sobre las poblaciones y las diferencias raciales.
En junio llegó el sobresalto, cuando un documento elaborado por trabajadores de un centro de menores del sur de Gran Canaria alertaba de supuestos casos de explotación sexual y de abusos dentro del recurso instalado en los apartamentos Puertobello. El texto aseguraba que un niño, cuya minoría de edad ya estaba verificada, había sufrido “repetidas agresiones sexuales por otros dos usuarios” que, según los empleados, eran mayores de edad y estaban pendientes de entrar en otros recursos para adultos. La Consejería de Derechos Sociales pidió entonces “prudencia”. La Fiscalía de Las Palmas ha confirmado a Canarias Ahora que el caso continúa siendo investigado.
Muertes incontables
La muerte por hambre y sed de al menos 24 personas en un cayuco rumbo a El Hierro, en el que pasaron 22 días a la deriva, marcó en abril la historia de la ruta canaria. Los cadáveres fueron sepultados en dos cementerios diferentes de Tenerife, sin nombre y marcados con tres dígitos por si algún familiar pudiera encontrarlos alguna vez. La despedida de los que les precedieron y les sucedieron no fue muy diferente. En algunos casos, sus cuerpos han desaparecido para siempre bajo el mar.
En 2021, Salvamento Marítimo y distintos barcos de pesca han encontrado flotando al sur del Archipiélago cuerpos de personas migrantes. Algunos, con chalecos salvavidas que poco sirvieron. Las organizaciones y colectivos encargados de monitorizar las muertes en el camino que va desde África occidental hasta Canarias han concluido que este año se salda con las peores cifras de muertes y desapariciones por condiciones meteorológicas extremas, ahogamientos o naufragios de la embarcación completa.
Al otro lado del mar, las familias continúan sin un lugar al que recurrir o llamar para preguntar por sus seres queridos. Algunos optan por apoyarse en los proyectos de Cruz Roja diseñados para reagrupar familias. Otros prefieren desplazarse directamente a las Islas y hacer guardia en las puertas de hospitales, campamentos o de los propios puertos de llegada.
Maruf, el joven bangladesí, sabe que él también podría haber muerto, pero también sabe que sin visado, no tenía otra opción que recorrer India, Malí, Argelia, el Sáhara Occidental y Marruecos hasta llegar a Europa.
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