Una imagen vale más que mil pesetas
Entre los retratos pintados por Joaquín Sorolla (1863-1923) se encuentra el celebérrimo del escritor liberal canario Benito Pérez Galdós (1843-1920), realizado en 1894. Se hizo muy popular cuando la Fábrica de Moneda de España lo eligió para ilustrar los billetes de mil pesetas de la serie emitida entre 1979 y 1985. Hoy, el lienzo original es propiedad del Cabildo de Gran Canaria, quien lo adquirió en 1973 tras comprarlo a los nietos del novelista. Habitualmente se encuentra colgado de las paredes de la Casa-Museo Pérez Galdós ubicada en la capital de la isla.
Esa imagen del escritor que pasó de mano en mano entre muchos de nosotros evidentemente, no es la única. Teo Mesa, artista, docente, divulgador y Doctor en Bellas Artes ha recogida en total setenta obras en un solo libro que nace como resultado del estudio e investigación, durante una docena de años, dedicados al entorno cultural y artístico de Galdós.
Más de treinta artistas cuyas obras se inspiraron en la figura del escritor se citan en el libro de Teo Mesa. Al final de la publicación se presenta un cuadernillo fotográfico. Entre ellas, a los grancanarios, les resultará familiares por lo menos la ubicada en La Plaza de la Feria, en Las Palmas de Gran Canaria, monumento realizado por Pablo Serrano o la reproducción de la obra de Victorio Macho, realizada por Manuel Bethancourt y ubicada actualmente frente al teatro Pérez Galdós. Concretamente, para los universitarios podría resultar también familiar el retrato realizado por el pintor Manuel Ruiz, expuesto actualmente en la Biblioteca General de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, en una colección de retratos. Del mismo pintor y también retrato, se puede observar otro en la Casa Museo Pérez Galdós.
Según se recorran ciertas calles y se habiten lugares de la ciudad, podemos encontrar la imagen representada del que ha sido considerado excepcional novelista. Algunas esculturas han ido más lejos a ciudades como Argentina o Venezuela. Ahí están, a la vista de todos. Teo Mesa logra acercarnos, mediante esta publicación, a puntos distantes para seguir comprendiendo el alcance universal de un escritor grancanario, librepensador, viajero, humanista y amante de las mujeres.
Algunas anécdotas podrían servir para amenizar y comprender términos tan amplios, al margen de que sus novelas y más de cien títulos publicados sean el lugar idóneo donde descubrir y asombrarse con el talento y la enorme capacidad de narrar, crear personajes y describir situaciones y vivencias con suma claridad y honestidad.
Hace poco en un taller de escritura creativa preguntamos a un asistente cuál era su novela preferida de Galdós. –La desheredada, -respondió-. Para Elvira Lindo fue Tristana. La heroína de Benito Pérez Galdós sueña con estudiar, trabajar y ser libre en un mundo dominado por el hombre. En una reunión de amigos que salió el tema del ilustre escritor, nombraron el primero de los Episodios Nacionales, Trafalgar, como la narración que les abrió el apetito para seguir buceando en sus letras.
Galdós no dio puntadas sin hilo
Entre tanto título no es fácil saber por cuál empezar a disfrutar de la obra de un escritor de quien se cuenta que, a pesar de, o gracias a ser, depende desde donde se mire, un hombre comprometido, benevolente y de firmes valores, le pasaba con las mujeres como a muchos nos ocurre con sus libros. Entre tanta belleza no sabía cuál elegir. Empezaba con una y seguía con la otra, así hasta llegar a lograr tal estatus como amante que la casa de máquinas de coser Singer le llegó a poner una tarifa especial por la compra de productos.
¿Qué ocurría?
Pues que al terminar una relación y a modo de despedida, consciente de una época, magistralmente descrita y reflejada en sus novelas, en la que, de las pocas ocupaciones destinadas a la mujer para lograr autonomía era la costura, Galdós les obsequiaba con una máquina de coser con la esperanza de que pudieran buscarse la vida dignamente.
Los roles y opciones, normalmente atribuidos al sexo femenino y el papel desempeñado por ellas en la sociedad, no se debieron nunca a diferencias biológicas entre los sexos, sino que la discriminación de género es producto del condicionamiento social. A la mujer se le asignaron unos papeles sociales: en la familia, en el mundo laboral, en el acceso a la cultura y en el ámbito político. Estos papeles siempre han sido reforzados por las legislaciones de la época. Por lo tanto la discriminación de género es una actitud institucionalizada y que las novelas de la época, con fuerza y mucha inteligencia en el caso de Benito Pérez Galdós se hicieron eco de esta situación. Este y otros motivos; si hoy aún difíciles de comprender, en la época imagínense, fueron causa de no pocos inconvenientes que tuvo que traspasar su obra hasta ser debidamente reconocida y valorada.
A vueltas con la censura
Las novelas de Benito Pérez Galdós suscitaron el rechazo de los censores y fueron objeto de tachaduras y prohibiciones por varias causas: considerado liberal, anticlerical y afecto al naturalismo, movimiento literario que se consideraba soez o inmoral, en la línea adoptada por la Iglesia Católica española frente a esa corriente estética. A pesar de que se reconocía, desde el punto de vista literario, la gran aportación que suponían, su contenido se estimó contrario a los valores propugnados por el régimen. Entre las novelas de Galdós resultaron particularmente conflictivas, Doña Perfecta, Gloria, La familia de León Roch, Fortunata y Jacinta, Lo prohibido, Torquemada en la hoguera, Ángel Guerra, Nazarín y El caballero encantado.
Una selección de fragmentos que nos dejan los informes emitidos por los lectores encargados de la revisión de las obras permite hacerse una idea de los obstáculos que finalmente fue capaz de salvar la obra del gran literato.
En el caso de Gloria, el informe del lector, que aparece firmado por Plácido Verdú Mora, es específico para cada una de las dos partes en que se divide la novela. Con respecto a la primera parte, el lector indica “estilo maravilloso”, en lo que se refiere al valor literario o artístico. En cuanto a su matiz político, señala: “Francamente anticatólica”; propone tachaduras en veintiséis páginas distintas, y observa: “El autor ha encarnado en sus personajes principales el fanatismo, la hipocresía, etc., y salvo el arzobispo y su hermana –doña Serafinita– los demás son seres bastante despreciables. Por el contrario en el judío –Daniel Morton– ha reunido todas las bellas cualidades de que una persona puede estar adornada. No se debe autorizar su publicación”.
En cuanto a la segunda parte, repite las mismas consideraciones relativas al valor literario y al matiz político; propone tachaduras en treinta y ocho páginas del texto y observa: “No se debe publicar porque esta obra es una apología del judaísmo y una crítica acerba del catolicismo en general y del cristianismo en particular”. Pese a todo ello, cuando la misma Librería y casa Editorial Hernando vuelve a pedir autorización el 17 de abril de 1943 para editar Gloria, al expediente se adjunta una hoja blanca con sello de la Subsecretaría de Educación Popular en que se señala que no hay historial sobre esta obra. El informe del lector, que se incorpora en el expediente de la segunda parte indica que la obra no tiene matiz político y no propone ninguna tachadura; además observa: “No obstante las ideas liberales y anticlericales del autor, la novela es publicable porque la salva su valor literario”. Gloria fue autorizada en mayo de 1943 gracias a este informe del lector José María Peña, que firmó también los informes favorables de La familia de León Roch, La Fontana de Oro, El doctor Centeno y Fortunata y Jacinta en el año 1942.
En 1960, Hernando pide una nueva edición de la obra para su colección Novelas de Galdós el 9 de diciembre de 1960. Si bien el informe hace constar que hay antecedentes y que la obra fue suspendida el 6 de julio de 1958, el prudente lector informa: “Concuerdo con el informe suscrito en el año 1958, puntualizando, como es sabido, que si es cierto que la novela Doña Perfectaconstituye con La familia de León Roch y Gloria la serie de novelas de tipo anticlerical planteado en el siglo XIX con espíritu sectario y progresista, son novelas perfectamente conocidas en España y demás países de nuestra lengua. Marcan además una fecha histórica y pertenecen a un escritor con muchos aspectos negativos, pero con innegables alientos creadores, y cuya fuerza puede ponerse en comparación valorativa con los mejores y más excelsos novelistas extranjeros. Parecería así absurdo someterla a censura negativa. Por otra parte, aunque en España continúe el anticlericalismo espeso en las grandes masas, intelectualmente está superado en las mentes verdaderamente cultivadas. Puede autorizarse”. Firma M. de la Pinta Llorente. Así, si bien el lector se cuida de ratificar lo dicho por lectores anteriores y reconoce el anticlericalismo de ciertas novelas galdosianas, a la altura de los primeros sesenta se hace evidente que Galdós es una gloria nacional y que el anticlericalismo no resulta ya peligroso en la misma medida. La conclusión es que sería “absurdo” prohibir la novela galdosiana.
El reverso de la tela
Por otra parte, desde los años sesenta del siglo XX, son los propios censores quienes auguran el ridículo a cualquier autoridad gubernativa que se atreva a prohibir obras sobradamente conocidas en España y en América, y debidas a autores de esta talla.
En El arte inspirado en Galdós, libro del que nos ocupamos en este trabajo, un volumen de algo más de cuatrocientas páginas, Teo Mesa manifiesta que “a pesar del gran reconocimiento del que don Benito gozó en vida como literato insigne, no tuvo, en cambio, los debidos retratos de grandes artistas de la época, exceptuando los dos pintados por Joaquín Sorolla y el monumento de Victorio Macho, ubicado en los Jardines del Retiro en Madrid justo un año antes de su fallecimiento”.
El autor recoge los retratos pictóricos, dibujos y esculturas monumentales, bustos y relieves, realizados tanto en vida del escritor como después de su muerte, ocurrida en enero de 1.920.
Junto a la obra de los artistas ya citados, aparecen en el libro piezas de más de treinta artistas: Pablo Serrano, Nicolás Massiu y Falcón, Manuel García Martínez, Ramón Casas, Vicente Bañuls, John Gleich, Asterio Mañanós, Roberto Roca, Aurelio Carretero, Daniel Vázquez Díaz, Juan Carló, Jesús María Perdigón, José Ortells, José Aguiar, Erminio Blotta, Jacinto Higueras, Santiago Santana, Eduardo Gregorio, Juan Jaén, Pepe Dámaso, Castejón, Manuel Bethancourt, Manuel Ruiz, Santiago De Santiago, Teo Mesa, Ana Luisa Benítez, Manuel Alcorlo, Agustín Bautista y José Palma, además de otros retratos, piezas anónimas, mascarillas y dibujos postmortem. Todos ellos artistas que se inspiraron en un escritor cuyos textos y calidad literaria hoy en día son indiscutibles.
Con este manual disponible y a la venta El arte inspirado en Galdós, podemos observar la talla de este escritor desde otra perspectiva artística distinta a las letras.