Anatomía del concepto de patria: ¿religión o vínculo con la tierra en la que nacemos?
Para Martin Payen, la patria no es una bandera. Tampoco el trozo de tierra donde nació ni el país en el que creció. Él se ve a sí mismo como un “moderno”. Estudió la carrera de diseño gráfico y ahora trabaja en Canarias como nómada digital. Dice que el Archipiélago le ha brindado tener una visión más panorámica de las cosas. Ha encontrado por la calle a gente de cualquier parte de Europa, de América. Reconoce, en definitiva, que ha cambiado: “Aceptas que lo tuyo es una idea, no es una realidad, que todo es hipotético y que hay que aprender de los demás”.
En la casa de Alejandro Nantón se repiten las imágenes de banderas. Hay una a las afueras, en la punta de una asta. También dentro, en dos fotografías. En una de ellas aparece él jurándola. Cuenta que ya lo ha hecho cuatro veces y lamenta el cambio de ley por el que ahora debe esperar 25 años para volver a hacerlo. Y en el otro retrato posa delante de la bandera franquista. Su concepto de patria es más conservador que el de Payen. No considera patriótico, por ejemplo, no pagar impuestos o defraudar a Hacienda. Y tampoco ve con buenos ojos un mundo sin fronteras. “El tema migratorio tiene varias repercusiones. Una de ellas puede ser el terrorismo, el narcotráfico o incluso el tema sanitario. Entonces hay que tener controles (…) Si no hubiera ejército, posiblemente acabaríamos siendo una provincia de Marruecos”.
Soukaina Ndiaye, presidenta de la Asociación por la Libertad del Pueblo Saharaui e intérprete en el macrocampamento para personas migrantes de Las Raíces, en Tenerife, asegura que para ella ser patriota es un deber. “Anhelo vivir en mi tierra libre, un Saharaui libre. Las circunstancias te obligan a que seas muy patriota”.
La patria está definida por la RAE como “tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos”. El significado da pie a la subjetividad. Por eso se usa al libre albedrío. Los partidos con más testosterona populista envuelven el término (y la bandera que les toca) para autoproclamarse líderes de la patria. Las formaciones de izquierda son acusadas de haberse alejado de los principios identitarios de la nación. Sobre esta ambivalencia trata el último programa de Trópico Distópico, emitido la noche de este miércoles en Televisión Canaria. Sobre cómo la noción de la patria se adecúa según quien la expresa.
Para la antropóloga Yayo Herrera es un término que se ha desvirtuado con el paso del tiempo y que ha terminado de estallar por la rueda del capital. Cree que la patria es “la relación íntima que existe entre un sujeto, la comunidad de la que forma parte, que es la que le sostiene y sin la cual no puede vivir, y la tierra en la que habita”. Quienes cuidan esta conexión (y Herrera hace especial hincapié en el verbo cuidar) son los verdaderos patriotas. Pero esto ha dejado de ser así. La cultura occidental, explica, ha alimentado una idea de progreso basada en la desvinculación de la dependencia de la tierra, de los cuerpos y de las relaciones sociales. También debido a la riqueza abstracta, en la que lo único que importa son los números de la cuenta. “La cultura capitalista es una cultura del sacrificio. Todo merece la pena ser sacrificado con tal de que la economía crezca. Es una idea y un vínculo con la patria absolutamente inconcebible”.
Pone el ejemplo de las vallas que se levantan en las fronteras. “Se abren para que entre energía, alimentos, pesca. Pero no para las personas migrantes”. Esa “protección” de la Tierra le “revienta”. “Es una noción de patria violenta, ligada a la expulsión, a la exclusión, a la venta incluso de la propia tierra que nos sostiene”.
Llegará el momento en que muchos canarios deban abandonar las Islas. No por gusto, sino por las consecuencias que la crisis climática traerá al Archipiélago, donde se podría producir un flujo masivo de migrantes climáticos por la falta de recursos o la extrema desertificación. “Vamos a necesitar las fronteras abiertas para salir”, subraya Herrero.
La patria en Canarias
Roberto Rodríguez Guerra, doctor en Filosofía por la Universidad de La Laguna (ULL), sostiene que “no existe el individuo aislado” y por lo tanto no podemos negar que somos ciudadanos de sociedades concretas que lidian con problemas específicos. “El patriotismo es una necesidad colectiva”. Admite que hay personas que están convirtiendo la patria en una especie de “fe última”, un valor supremo por el que estructurar todo su conjunto. Y hace una petición: que quienes se sientan vinculados a una comunidad, reconozcan el sentido de pertenencia que otros sujetos pueden forjar con otros colectivos.
Guerra asevera que “no hace falta ser nacionalista canario para ser un patriota canario”. Saca a colación el concepto de patriotismo constitucional, aquel que manifiesta “cierta lealtad hacia las normas constitucionales”. Aunque precisa que puede haber muchas formas de patriotismo. “Y una de ellas es el estado moderno en el que vivimos, (…) que se articula a partir del principio de nacionalidad y entonces convierte, digamos, el patriotismo en una forma más del nacionalismo”.
Enrique Reina es independentista canario. Estudia y trabaja. Recuerda la última folia, que dice: “Mi casa es un archipiélago entero, es una casa concreta, infinita. A donde mires es tu casa, a donde vayas es tu gente”. “Eso para mí es mi país”, agrega, “y por lo que voy a luchar”. Para él cada persona debe bregar en el sitio en el que nació o donde lo desee para “hacer un mundo mejor”. No está conforme con la patria que, afirma, se le impone a Canarias, “una mampara para seguir defendiendo los privilegios de los que nos gobiernan”. Por eso ha llevado su propia guerrilla a las redes sociales, donde sube vídeos contando la historia de las Islas y su pasado, “que va más allá de lo que nos han hecho creer que es Canarias, que no es por supuesto un estante de turismo”.
La patria como arma arrojadiza
En la última década han ganado terrenos las corrientes ideológicas que centraban el discurso en la soberanía de los países y el retorno de los estados-nación, en contraposición con los avances hacia la creación de entidades supranacionales, como puede ser la Unión Europea. Ocurrió en Estados Unidos, con Trump y su America first (América primero), y también en Reino Unido, con la salida de la UE bajo el lema Take back control (Recuperar el poder).
El patriotismo actual se acerca a eso. Según Cristina Mongue, politóloga, concretamente a “un pasado idílico que jamás existió, pero que nos da protección”. “Antes de la pandemia todas las macrotendencias nos decían que estábamos en un momento incierto. En 2008 la línea recta de progreso se había quebrado, (…) de repente desapareció el manto protector del Estado”. Junto a eso llegó la revolución digital (a la que aún le queda un largo camino por recorrer) y el eco cada vez más sonoro de la crisis climática. “Nos dibuja un panorama de incertidumbre. Solamente faltaba la pandemia. En este contexto lo que somos es mucho más temerosos. Y la patria se está reconstruyendo como un elemento de protección”.
Por eso, dice, sería interesante que en España, un país donde “tenemos un problema con los elementos identitarios y patriotas”, y la derecha y la izquierda difieren tanto en este aspecto, comenzara a gestarse un relato común, un perfil común. “De ahí que sean tan importante, por ejemplo, las políticas de recuperación de memoria histórica y no abrir heridas”, apunta Mongue.
Construir una base sobre la que afrontar los retos del futuro. Como la transición ecológica, “que lo va cambiar todo”. “Va a haber víctimas, siempre las hay, pero en función de las políticas que se pongan en marcha, se pueden minimizar. Por eso hace falta mucho liderazgo político. Nos podemos jugar incluso la democracia en esta transición”. Los que están esperando detrás a que todo se desmorone, destaca Mongue, son los ultraderechistas. Así que reivindica su mensaje. “Si esta transición fracasa y genera más desigualdad, descontento y desafección política, hay quienes están esperando a recoger los frutos. Por eso digo que nos jugamos la democracia”.
Miguel Reyes es capitán legionario retirado. Defiende ser patriota porque quiere lo mejor para España. Habla del patriotismo en el ejército como “un juramento” y en la legión como “un sentimiento generoso que nace del amor por algo”. A la pregunta de si existen militares que no sean patriotas, responde: “Sí, por desgracia”.
A Reyes le repugna la corrupción. Mucho más si es entre quienes considera próximos a su forma de pensar. “Lo de los ERE me parece una canallada. La Gürtel, otra. ¿Cuál me molesta más? Los de la derecha”. Fue miembro del Partido Popular, pero lo expulsaron por decir que José Manuel Soria era un corrupto. “Luego todo aquellos de los viajes a los conciertos en Austria, la pesca del salmón, aquellos veraneos en el sur de Gran Canaria, los recibos del alquiler hechos a mano… Si un tío es decente, pues dice: es verdad, he patinado. Y ya está”.
Se pronuncia sobre tres personalidades. ¿Es Pedro Sánchez un patriota? “No, porque juega con los nacionalismos excluyentes cuando le conviene”, responde Reyes. ¿Y Aznar, que hizo lo mismo? “Pues también es poco patriota”. ¿Qué hay del rey emérito? “Si es cierto lo que dicen de él, que yo no lo sé, desde luego no se puede decir que es patriota. Lo fue. Pero a lo mejor se perdió por el camino”.
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