El pediatra Carlos González sostiene que la solución al problema de los niños con los móviles no consiste en quitárselos de las manos, sino que también es necesario que sus padres dejen “de estar todo el día con la dichosa pantalla” y la aparten para jugar con sus hijos en el parque o para leerles un cuento en casa.
Autor de varios libros muy conocidos sobre crianza, alimentación y salud infantil, González aboga en una entrevista con EFE por apartar “de una vez de la mente” la idea de que el problema es que los niños ven demasiadas pantallas y la solución es prohibírselas, cuando sus referentes no sueltan el móvil ni en la hora del parque.
El pediatra, que esta semana ha ofrecido varias conferencias en Gran Canaria y Tenerife, lamenta que se vea “como lo más normal del mundo” que los padres miren el móvil mientras los niños juegan al salir del colegio, y que los niños lo hagan mientras sus padres comen en un restaurante.
A su juicio, el problema reside en que toda la sociedad ve demasiadas pantallas, incluso dentro de las escuelas, donde opina que no debería de usarse de forma generalizada, ya que “no es una buena estrategia educativa”.
Recuerda que hace décadas se utilizaba la televisión como “la niñera electrónica” con “la pequeña ventaja” de que no salía del salón de casa; ahora, sin embargo, esta cuidadora está presente en el coche, en el parque, en el restaurante y en cualquier sitio.
“Yo veo en mi consulta a padres que cuando un bebé de meses llora le sacan el móvil y le ponen el Pocoyó”, señala el pediatra, quien remarca que la humanidad ha vivido cientos de miles de años sin teléfono y que hay otros métodos para consolar a los niños.
Lo “triste” es que el uso de pantallas es realmente muy efectivo para que los menores dejen de llorar por un enfado o se coman todo el plato de verduras: “Es increíble, pero precisamente eso es lo que da miedo, el poder que tienen esas pantallas de captar la mente del niño y hacer que no se ocupe de nada más”.
Por todo ello, recomienda que se retrase el uso de pantallas al menos hasta los dos años, excepto si la única manera de ver a su abuela es a través de una videollamada, bromea González, quien añade que después de esta edad deberían de estar muy limitadas, tal y como recomienda la Academia Americana de Pediatría.
Según alerta, se sospecha que utilizar pantallas afecta al desarrollo de la visión y puede provocar un retraso del habla, ya que el tiempo en el que los niños están frente a una pantalla no está ni interactuando con sus padres ni con otros niños, ni jugando, ni corriendo, ni saltando.
Asimismo, relaciona el posible uso de tecnologías con el retraso del habla, pues lo que hace que un niño aprenda a hablar es la interacción con sus padres y con otros adultos y no la televisión, al tiempo que responde a quienes usan las pantallas para que sus hijos aprendan idiomas: “No por ponerle la tele en inglés a tu hijo de dos años va a aprender inglés”.
De nuevo, dirige la mirada a los padres y se refiere a un estudio que concluye que los progenitores que pasan más tiempo viendo la tele, hablan menos con sus hijos, les gritan más y les castigan más.
Asimismo, muestra su preocupación por el hecho de que haya aumentado el número de niños diagnosticados como hiperactivos, lo cual no sabe si tiene que ver con el hecho de haberlos estimulado mucho o si simplemente se debe a que los niños son como han sido toda vida, “pero en nuestra sociedad ya no los aguantamos”.
“¿Y por qué no los aguantamos? Pues porque estamos muy ocupados haciendo cosas en el móvil y los niños nos molestan. ¿Y qué cosas estamos haciendo en el móvil? Pues algunos incluso están participando en el WhatsApp de la crianza con apego”, ironiza.
Los niños necesitan saltar y correr y, como dice su suegra aludiendo a un refrán catalán “la carn que creix es mou”, y esto, a su juicio, debe de considerarse lo normal y no que los niños estén quietos y callados frente a una pantalla porque la sociedad valora que “no se note nada que tienes hijos” y exige que se siga haciendo vida de pareja cuando ya no lo son y forman una familia.
Pasar más tiempo juntos
El pediatra también comenta en la entrevista el tiempo que pasan los padres con sus hijos, que en algunos casos se reduce a unas pocas horas después de una jornada laboral extensa y de extraescolares que se prolongan hasta últimas horas de la tarde.
“Los niños necesitan más tiempo con sus padres”, insiste González, quien expresa su preocupación por que algunos adultos consideren que, aunque solo pasan dos horas al día con sus hijos, es “tiempo de calidad” y por ello “sirve igual”.
“Dile eso a tu empresario, perdone jefe, a partir de ahora como tengo un hijo solo vendré a trabajar dos horas, pero será tiempo de calidad y usted me pagará igual”, bromea el pediatra, quien desea que “ojalá” los padres que recogen tarde a su hijo de la guardería o del colegio luego se dediquen a “contarle cuentos, a llevarlo al parque, a jugar y a darle besitos”.
Sin embargo, dice que lo más habitual es que llegan a casa cansados y malhumorados, le “enchufan” la televisión para poder hacer la cena y, si los niños se portan mal, los ponen “un minuto en la silla de pensar”, por lo que al final ni siquiera es tiempo de calidad.
“Nadie ha demostrado que si pasamos más tiempo este vaya a ser de mala calidad”, hace hincapié el pediatra, quien admite, no obstante, que la responsabilidad no es solo de los adultos sino también de la administración pública, que no aumenta las bajas maternales y, en su lugar, invierte en la educación de 0 a 3 años.
En este sentido, se muestra en contra de que se invierta dinero público en las escuelas infantiles, pues, a su juicio, “el gobierno no tiene derecho a subvencionar una cosa a no ser que esté demostrado que es claramente superior a sus alternativas”.
Desde su punto de vista, nadie ha demostrado que ir a la escuela antes de los tres años sea mejor que estar en casa con los padres, a excepción de casos de familias desestructuradas que llevan a los menores a guarderías de alta calidad, que en España prácticamente no existen, y en las que hay tres niños por profesora en niños menores de un año.
Además, critica que haya familias en la que los progenitores trabajan y llevan a los niños a la guardería y reciben ayudas del Estado; mientras hay otras que no lo hacen, bien porque no quieren o porque uno de los dos no están empleados, y no ingresan nada.
La lactancia materna no está de moda
González, firme defensor de la lactancia materna y autor del libro “Un regalo para toda la vida” en el que habla de los beneficios de dar el pecho, afirma que esta forma de alimentar y dar cariño al bebé “no es una moda” sino algo que se viene haciendo desde hace millones de años.
El pediatra tiene la sensación de que cada vez más las familias son conscientes de la importancia de la lactancia materna, ya que “no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo” como se hizo cuando se hizo creer a las mujeres que dar el pecho era algo muy difícil y que requería de una forma física “como correr un maratón”.
Las madres han acabado sublevándose y muchas han querido volver a la lactancia, agrega el médico, quien considera que la vuelta al trabajo no es el factor principal por el que las mujeres abandonan el pecho, sino que la mayoría lo hace antes por falta de apoyo eficaz frente a las crisis.