Historias detrás de esperas sanitarias que se eternizan en Canarias: dolor crónico, largas bajas y problemas de salud mental
Manuel García se rompió los ligamentos de la rodilla en un accidente de moto cuando tenía 17 años. Con el paso del tiempo, la articulación se fue desgastando y ahora, más de cuatro décadas después, debe someterse a otra intervención para que le coloquen una prótesis. Tras numerosas revisiones, en marzo de 2023 fue incluido en la lista para operarse. Entonces le dijeron que le llamarían en unos seis meses. Sin embargo, ya ha pasado más de un año y aún sigue esperando. “Lo llevo mal, fatal. Estoy de baja y me veo cada vez más inútil. No tengo rodilla. Quiero trabajar, todavía me siento joven. Es ahora cuando quiero hacer cosas, pero este retraso me está afectando psicológicamente. Me quedo sin fuerzas, el dolor es insoportable y no puedo ni caminar ni dormir”, dice.
Manuel tiene 60 años, es cocinero y vive en el sur de la isla de Gran Canaria. Es una de las personas que integran la lista de espera quirúrgica en el Archipiélago. Su historia es una de las tantas que se esconden detrás de un número. Es uno de los 33.751 pacientes que, según los últimos datos publicados por el Servicio Canario de Salud (SCS), aguardan por una operación en las Islas. La información publicada recientemente por el Ministerio de Sanidad a partir de las cifras aportadas por las comunidades autónomas dice que la espera media para una intervención de prótesis de rodilla en Canarias es de 105 días (menos de cuatro meses). Manuel lleva más de 400 días esperando por ella, cerca de catorce meses.
“Tenemos unas fotos fijas que muchas veces no concuerdan con la percepción de espera que tienen los ciudadanos”, admitió la ministra de Sanidad, Mónica García, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros del pasado 16 de abril. “Los datos son más optimistas que la realidad que reflejan”, confirmaba Beatriz González López-Valcárcel, catedrática de Métodos Cuantitativos en Economía y Gestión de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), en unas recientes declaraciones recogidas en un reportaje de eldiario.es sobre las zonas oscuras de las listas de espera sanitaria.
“A nosotras nos surge la duda de cómo se están contando, porque lo que hemos visto estos días publicados sobre las listas de espera no concuerda con lo que nosotros vemos a diario en consulta”, apunta Elena Pérez, portavoz de la Asociación de Médicos de Atención Primaria de Canarias (Amapcan). Este colectivo ha ido recopilando sus propios datos y detectando los servicios más tensionados, con mayores retrasos. Pérez pone algunos ejemplos. En el Hospital General Fuerteventura, las consultas para Neurología se demoran “más de un año”. En el área de Aparato Locomotor de La Candelaria, en Tenerife, “uno o dos años”. En Traumatología del Hospital Doctor Negrín de Gran Canaria, “alrededor de nueve meses”. En Oftalmología del mismo centro, “un año”.
“Nos estamos encontrado con unas listas de espera para determinadas consultas en atención hospitalaria y para pruebas complementarias que nunca antes habíamos vivido”, concluye la médica. Canarias es la comunidad autónoma con mayor demora para la cita con un especialista. Se tarda, de media, 149 días, prácticamente cinco meses.
Citas y pruebas que se eternizan
El colectivo cita un ejemplo paradigmático de esta “eternización” de las esperas en el Hospital Insular de Gran Canaria. “Cuando nosotros derivamos al paciente a una consulta hospitalaria a determinados servicios, como puede ser rehabilitación del Insular, pueden tardar cuatro o cinco meses sólo en responder. En ese tiempo no sabemos si la han aceptado o la han rechazado, nos quedamos en ‘standby”. La doctora Pérez alude a dos casos que han tenido lugar esta misma semana. Se trata de dos peticiones de derivación al especialista rehabilitador (interconsultas) que se tramitaron en diciembre del año pasado y en enero de este. Ambas han sido rechazadas ahora, a finales de abril. “Yo le tengo que decir a un paciente que lleva cuatro meses esperando una cita que no, que no lo van a ver por un determinado motivo”, relata la doctora Pérez. En caso de que sea aceptada, Sanidad puede tardar “más de un año” en dar esa cita para el especialista, precisa.
Andreas y Patricia son dos afectados por estas esperas. La pareja vive también en el sur de Gran Canaria, en el municipio de San Bartolomé de Tirajana. Él es alemán, tiene 43 años y reside desde hace 14 en la isla, donde trabaja como recepcionista en un hotel. Ella es canaria, tiene 34 años y ha ejercido como camarera en un hotel, primero, y como peón de jardinería, después. Ambos tienen problemas de espalda desde hace años y han sufrido las demoras en la sanidad pública. Se confiesan hastiados.
Andreas acudió al reumatólogo en enero de 2021 debido a los dolores que sufría en la zona lumbar. El especialista le pidió una prueba diagnóstica, una resonancia magnética. Un año después, nadie le había llamado y volvió a acudir a su consulta. El ciudadano de origen alemán cuenta que llegó a ir al Hospital Insular con la intención de presentar una reclamación, pero le dijeron que le citarían “en dos meses”. Al final tuvo que esperar hasta diciembre del año pasado, cuando habían transcurrido casi dos años desde la petición, para hacerse esa prueba en un hospital concertado de la capital. Tiene dos hernias discales.
Ahora lleva cerca de medio año esperando por una cita en el servicio de Rehabilitación del Insular. “Mi médico (de familia) ya me dijo que eso también puede tardar, que lleva su tiempo”, relata Andreas, que está de baja desde hace casi dos meses. “Tomo pastillas a diario y estoy aprendiendo a vivir con el dolor”. La rehabilitación es el siguiente paso, pero en el horizonte ya aparece la neurocirugía. Ante la demora en la pública, este ciudadano ha decidido recurrir a la sanidad privada y pagar de su bolsillo una consulta con un especialista. “A ver si así avanzo más rápido, si me adelanto”, sostiene.
En la decisión de Andreas de acudir a la sanidad privada (que también sufre listas de espera) ha influido la situación que arrastra desde hace más de siete años su pareja. El 1 de enero de 2017 Patricia estaba trabajando como camarera en un hotel cuando sufrió una caída. Se partió el hueso sacro. Fue el principio de su calvario. En estos últimos siete años se han sucedido las bajas de larga duración y las recaídas. Según cuenta, para hacerse una resonancia magnética tuvo que esperar un año, a pesar de que era preferente. No recibió sesiones de rehabilitación hasta el pasado mes de diciembre. Con anterioridad, sólo le recomendaban que fuera a la piscina. Tiene, entre otras dolencias, dos hernias y varios abombamientos discales o un hemangioma (tumor vascular benigno).
“El neurocirujano me ha visto después de siete años porque fui por urgencias, no por protocolo. A nivel psicológico, entre lo económico (por las sucesivas bajas laborales) y los dolores ha sido un sinvivir. En una época me llegaba a tomar siete pastillas al día y tenía la rehabilitación pendiente a pesar de que me la habían puesto como preferente”, recuerda Patricia. “Yo siempre he sido muy activa. He hecho ejercicio, artes marciales. Me gustaba hacer motocross o descenso en bici. Con esto, he dejado de conducir, he dejado la moto, el ejercicio también. Algo tan sencillo como coger una garrafa de diez litros, la cojo y la cara se me retuerce del dolor. No puedo estar recta, tengo que estar cambiando de posición, con un constante balanceo”, añade esta ciudadana grancanaria, que está pendiente de ser valorada por un tribunal médico sobre su grado de incapacidad.
Un proceso “agotador” con una triple espera
La doctora Elena Pérez denuncia que estos procesos son “agotadores” para las personas que los sufren. Alude al caso de pacientes que tienen hernias discales “limitantes”, que “empiezan con un dolor lumbar que se va irradiando a la pierna”. La interconsulta para el médico rehabilitador puede tardar “prácticamente un año”. Si le mandan una resonancia, la espera se prolonga “otro año”. “Luego tiene que volver a ver al paciente, valorarlo y, si hay que intervenir, ponerlo en otra lista de espera para neurocirugía”, explica.
“Y en estos tres años tienes a un paciente pasando dolor, que está acudiendo constantemente a Atención Primaria porque es lógico, porque se encuentra mal, probablemente esté de baja y necesita algún alivio para el dolor”, señala la portavoz de Amapcan. “Son años en los que están consumiendo una gran cantidad de fármacos, porque los efectos secundarios de algunos medicamentos hace que necesiten otros. De ahí también la polifarmacia. El cuadro clínico que tenías en un principio va empeorando porque va pasando el tiempo, vas perdiendo fuerza muscular y al final estás peor”, lamenta.
“Me he tomado un montón de antibióticos, de antiinflamatorios y veo que estoy igual. ¿Para qué me voy a tomar todo esto, para hacerme daño en el hígado o en los riñones? No encuentro mejoría, hay enfermedades que se pueden diagnosticar con la vista, pero hay otras que necesitan pruebas más profundas, que es lo que necesito yo”. María Dolores es grancanaria, tiene 70 años y lleva cuatro meses esperando que le den cita para una ecografía. Sufre una tiroiditis crónica que se trata desde hace tres décadas. En los últimos tiempos, sin embargo, los dolores se han irradiado al oído y se han intensificado. “Cuando me viene el dolor, es tremendo. He tenido que ir dos veces a urgencias y no sé qué me pasa. Estoy esperando a ver qué pasa, tanto tiempo. Los médicos me han dicho que vaya al hospital a poner una reclamación, pero la verdad es que no he ido porque tengo la moral muy baja y no sé si va a servir para algo”, explica entre una persistente tos.
Rogelio Quintana tiene 71 años, pero sigue trabajando. Es autónomo, regenta un taller de electrónica en Playa Honda (Lanzarote) y también está en una lista de espera sanitaria. Tiene antecedentes familiares por cáncer de colon y ya ha sido intervenido en varias ocasiones para extirparle unos pequeños pólipos. En verano del año pasado debieron haberle citado para unas pruebas (colonoscopia y gastroscopia), pero aún espera por ellas. “Ha pasado bastante tiempo desde las últimas y nada. He presentado quejas, mi doctora lo ha solicitado en varias ocasiones, porque ahora mismo tengo dolores, y no me llaman. Es algo que no entiendo, que no logro entender, ahora mismo sigo cotizando y me encuentro en una situación de desamparo. Los propios médicos están sufriendo, se ven limitados y está muriendo gente por culpa de todo esto, por falta de atención médica”, denuncia.
Las prolongadas esperas provocan dificultades económicas, la polimedicación de los pacientes y, también, la aparición de problemas de salud mental por trastornos adaptativos. “Tienes a una persona con un dolor crónico, que no va bien con los fármacos, que está de baja, que ve que no puede hacer nada, que está muy limitada y, obviamente, empiezan los problemas de ansiedad, de depresión, y la bola se va haciendo cada vez más grande”, apunta Pérez. “Yo quiero trabajar, pero ahora lo que me trabaja es la cabeza. Me está afectando muchísimo, lo estoy pasando fatal ya”, reconoce Manuel García. “He tenido que acostumbrarme a vivir con un dolor constante. Desde los 27 años estoy así”, afirma Patricia.
La Asociación de Médicos de Atención Primaria de Canarias exige soluciones inmediatas. Achacan el empeoramiento de las esperas a un “problema de organización”, de gestión, que se une al envejecimiento de la población y una mayor demanda asistencial. “Hay que poner unos límites que sean ciertos y trabajar para que se cumplan”, apunta Pérez.
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