El barranco de Las Peñitas es uno de los espacios naturales más singulares de Fuerteventura, uno de sus paisajes más espectaculares, uno de sus espacios más protegidos… sobre el papel. Icono turístico visitado por decenas de miles de personas al año, al aumento de su fama no le ha acompañado un reforzamiento de las labores de vigilancia para garantizar su preservación. Todo lo contrario. Una gestión deficiente, cuando no inexistente, por parte del Cabildo de Fuerteventura, ha dado barra libre a los visitantes.
Para algunos de ellos esos peñascos imposibles son, ante todo, un excelente lugar de trepa. Lo han bautizado como el Yosemite majorero. Y han abierto numerosas vías ilegales de escalada en esos riscos. Taladran agujeros en la roca y fijan en ellas toda clase de clavijas, anclajes, plaquetas metálicas y tornillería variada, dañando irreversiblemente lugares únicos. Molestan a las aves en plena época de nidificación provocando el abandono de las puestas. Acampan en el entorno sin autorización. Programan ascensiones nocturnas iluminándose con focos y linternas. Acaban con la tranquilidad del lugar. Llevan años haciéndolo sin que nadie les haya sancionado por ello. Es más, el Cabildo y el Gobierno de Canarias lo promueven directamente desde sus páginas de turismo; en varios idiomas, para que nadie se lo pierda.
El pasado 8 de diciembre el Barranco de Las Peñitas era una fiesta. Decenas de personas trepaban por los riscos de la ladera orientada al oeste gracias a numerosas cuerdas de gran longitud que colgaban de los peñascos. El jolgorio era el propio de una competición deportiva, gente lanzando instrucciones a grito pelado, niños jugando bajo los escaladores, familias haciendo picnic, varios perros ladrando divertidos. Los turistas que caminaban por el sendero histórico no daban crédito a tanto despropósito. Venían buscando tranquilidad y se habían topado con un animado rocódromo. ¿No era éste un espacio natural protegido?
Desde la Consejería de Medio Ambiente del Cabildo de Fuerteventura, su titular, Natalia Évora, confirma que estas actividades de escalada no están autorizadas: “No se realizó solicitud para escalar en Betancuria en zona de uso restringido”, ratifica Évora. Aunque aclara que “en zonas de uso moderado y en la zona de uso tradicional la escalada es un uso autorizable”, Las Peñitas no lo es. Así que el Cabildo ha enviado a los agentes de Medio Ambiente para que realicen una inspección. De momento no hay sanciones. Tampoco hay noticias de que vayan a ser retirados los cientos de clavijas colocadas en las rocas.
La noticia de esta actividad ilegal no debería haber sorprendido al Cabildo. A pesar de la contundencia de la normativa que la prohíbe taxativamente, es algo que la Consejería de Turismo promueve desde hace años como un reclamo turístico más. De hecho, en 2013 lo promocionó directamente con la campaña Fuerteventura Me Gusta, la de la polémica mascota Cardo. Tanto en redes sociales como a través de la página web de ecoturismo ecofuerteventura.com. Que, por cierto, abandonada por el Cabildo, ahora es utilizada para vender pulseras pandora por Internet.
La web de Turismo del Gobierno de Canarias no se queda atrás. En su página oficial holaislascanarias.com habilita un apartado específico para la escalada en Las Peñitas donde incluye información práctica y cartográfica. En ella se recogen lindezas promocionales como la siguiente: “Allí se esconde un desfiladero de enormes bloques de sienita –muy similar al granito–, perfecto para los incondicionales de la escalada en bloque o boulder”. Y ajena a la ilegalidad de tales actividades la página añade: “Posee alrededor de 30 rutas de diferentes dificultades, con un buen equipamiento y una altura máxima de 40 metros, que congrega también a los habituales de la escalada deportiva”. Toda esta información respecto a una actividad ilegal está disponible en 15 idiomas diferentes.
Estrictamente protegido
Desde 1987 el Barranco de Las Peñitas, uno de los espacios más singulares de Fuerteventura y de Canarias, forma parte del espacio natural protegido de Betancuria. Es así mismo Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) y Zona de Especial Conservación (ZEC) en la Red Natura 2000. En 2009 se aprobó el Plan Rector de Uso y Gestión (PRUG) del Parque Rural de Betancuria que, entre otras consideraciones, clasifica a Las Peñitas como zona de uso restringido (ZUR3 y ZUR8), suelo rústico de protección natural e incluso suelo rústico de protección cultural. El destino previsto es la preservación estricta de sus altísimos valores patrimoniales, naturales y ecológicos.
Ese desfiladero es la joya de la corona del parque. Y por ello uno de los lugares con más limitaciones de todo el espacio. Según el artículo 42 del PRUG, únicamente se permitirá en él la práctica de la escalada y el tránsito a pie de pared “por motivos científicos debidamente autorizados, y exclusivamente en los lugares señalados para tal efecto”. No está permitido por tanto caminar fuera de los senderos ni trepar por las peñas, salvo “actividades relacionadas con la conservación y gestión del área o por razones de salvamento y rescate, restringidas a personal debidamente autorizado”.
En teoría, si el visitante se sale del sendero y, por ejemplo, baja a las pozas para refrescarse los pies o comerse un bocadillo junto al agua que desciende por el fondo del barranco podría ser sancionado. Si el visitante se sale del sendero y quiere visitar la Cueva Falcón, o acercarse a la base del famoso arco de piedra, podría igualmente ser sancionado. Pero no parece ocurrir lo mismo con los escaladores.
Al menos desde 2005 y hasta 2014 se ha venido celebrando en Las Peñitas un famoso encuentro deportivo. Denominado ‘Fuertebloque’, cada puente de diciembre ha reunido a centenares de escaladores, pero la suya es una especialidad con escaso impacto ambiental. Practican el boulder o escalada en bloque. Trepar sin cuerdas, con la sola ayuda de un calzado especial conocido como “pies de gato”. Generalmente se emplea una colchoneta portátil denominada crash pad, que amortigua las inevitables caídas. Y es fundamental la ayuda atenta de los “porteros”, compañeros que cuidan al escalador para que la posible caída no tenga consecuencias. Las rocas quedan manchadas de blanco por culpa del magnesio con el que se untan las manos para facilitar el agarre, pero las lluvias o los propios deportistas se encargan de limpiarlas.
Sin embargo, lejos de regularse, en los últimos años la actividad ha ido en aumento, incluyendo la cada vez más habitual escalada de sus paredes verticales. Es en ese momento cuando han entrado en escena los taladros perforadores. Se han abierto más de 30 vías diferentes a ambos lados del desfiladero. Y su número no para de crecer.
Algunas de ellas están en lugares muy especiales, como la cueva donde según la tradición san Diego de Alcalá encontró milagrosamente la imagen de la Virgen de la Peña. Se trata de un pequeño abrigo natural en la roca al que se accede por un puente de madera y donde a mediados del siglo XV se levantó el primer templo, nada más iniciada la colonización europea. Esas paredes tan queridas por la devoción popular aparecen ahora perforadas, gravemente dañadas con anclajes metálicos de donde cuelgan pequeñas cadenas y cuerdas.
Varios escaladores que frecuentan estas peñas confirmaron que siempre lo hicieron sin autorización. También que en estos años ningún agente de Medio Ambiente del Cabildo de Fuerteventura les informó de que algo así fuera ilegal o no se pudiera hacer.
Daño geológico y paisajístico
El daño es ya irreversible, como se lamenta el biólogo y experto en geología insular Juan Miguel Torres: “Están deteriorando un patrimonio que es de todos, una formación geológica única”.
No son unas rocas cualquiera, señala Torres. El desfiladero de Malpaso o de Las Peñitas es “una formación geológica única”, destaca. Un afloramiento de sienitas, rocas plutónicas de aspecto parecido al granito formado hace entre 18 o 21 millones de años. Las extrañas raíces de los primeros volcanes que emergieron del mar para conformar la base de la isla de Fuerteventura.
También la fauna se ha visto gravemente afectada con la escalada. Incluso en especies tan amenazadas como el guirre o alimoche canario, en peligro de extinción. En estos riscos crían dos de las últimas parejas de la subespecie que quedan en el mundo, además de cuervos canarios, aguililla canaria, tarro canelo e incluso halcón tagarote. También hay una importante población de murciélago de borde claro, el único quiróptero presente en Fuerteventura.
En el caso del guirre, el equipo de investigadores de la Estación Biológica de Doñana (CSIC) lleva años pidiendo al Cabildo, con escaso éxito, la correcta regulación de la escalada en aquellas zonas como ésta en donde la especie encuentra un entorno adecuado para la reproducción. Como confirma Julio Roldán, coordinador del equipo de seguimiento del guirre en Canarias, “las posibles molestias derivadas de una actividad deportiva sin control como la escalada puede dar lugar a continuos fracasos reproductores e incluso finalmente al abandono del territorio”.
Jesús Giráldez, historiador experto en patrimonio canario, es al mismo tiempo profesor de Educación Física en el IES San Diego de Alcalá de Puerto del Rosario. Nadie mejor que él por lo tanto para valorar el impacto de esta actividad deportiva en un espacio de importancia natural e histórica. Y su respuesta no puede ser más contundente. Giráldez apuesta por la protección estricta. En su opinión, “las intervenciones humanas en el lugar deberían quedar circunscritas a su contemplación, a sentir la bondad de sus contrastes, a escuchar sus silencios históricos, y a impedir nuevas heridas en su vieja piel”.
El razonamiento de Giráldez termina siendo una loa a este paisaje tan especial: “El Barranco de Las Peñitas es un lugar de una singularidad expresa y una fragilidad inmensa. Paisaje construido por tantas historias, la conquista de la isla, los milagros de san Diego de Alcalá, las leyendas que ligan nuestro pasado indígena con la sacralización del lugar, el camino tantas veces recorrido por el Médico de los Corderos que unía la frondosa Vega con el Puerto de la Peña, bien se merecen un cuidado extremo”.
Para otros expertos el lugar tiene (o tenía) algo todavía más especial, su silencio. Es lo que resalta el tenor majorero José Concepción, natural de Tetir. “En Las Peñitas oías el silencio. Te encontrabas a ti mismo, era un sitio espiritual. De los pocos que he encontrado en mi vida”. Las últimas veces que ha pasado por allí, se lamenta, ese silencio tan especial es más raro de escuchar que el canto del herrerillo.
Un espacio sagrado e histórico
En este desfiladero se gestó la conquista de Fuerteventura. En el año 1403, el normando Gadifer de la Salle atracó su nave en el puerto de La Peña, muy cerca de Ajuy, y con apenas una docena de soldados remontó el barranco, que entonces llevaba agua todo el año y llamaron “arroyo de Palmas”. Llegaron a la base de Las Peñitas, que en el relato de la conquista de Canarias describen como una entrada “tan abrupta que un solo hombre podría defenderla frente al mundo entero”.
El resto de la historia es bien conocida. Los normandos fundaron una ciudad aguas arriba, en la cabecera del barranco, que bautizaron con el nombre del conquistador Jean de Béthencourt: la villa de Betancuria. Y la nombraron capital de la isla recién conquistada a sangre y fuego. La primera ermita de la Virgen de la Peña fue levantada en Malpaso. En el año 1497, un documento citado por la historiadora Rosario Cerdeña confirma que ya existía allí un pequeño santuario al que acudían los devotos.
Buscar alternativas
Los diferentes expertos consultados no se muestran contrarios a la promoción de la escalada en Fuerteventura. Lo que no aceptan es su actual descontrol, la inacción administrativa que permite su práctica en lugares donde está estrictamente prohibida.
Así se reafirma el biólogo Juan Miguel Torres. “Tiene que existir una integración de estas actividades con el uso del territorio y su conservación, un control estricto por parte de la Administración que partiendo de la Ley la aplique con criterio, regulando sitios y fechas”. El tema de las fechas es igualmente señalado por el ornitólogo Julio Roldán. De enero a julio las aves están criando y en esos meses no debería autorizarse la escalada para evitar molestias.
En todo caso, Juan Miguel Torres critica que, si existe una demanda social por la escalada “habrá que regularla, pero no se puede hacer la vista gorda como hasta ahora”. En su opinión, “hay un proceso regresivo en la protección del medio ambiente en Fuerteventura ya que parte de la ciudadanía la identifica solo como prohibición”. Y advierte: “Las leyes ambientales no son un obstáculo, no están para complicarnos la vida sino exactamente para lo contrario, para mejorarla”. Como docente de un instituto de Gran Tarajal, Torres también se lamenta de la desinformación que hacen gala este tipo de ciudadanos, personas que ante un espectáculo tan extraordinario como es el desfiladero de Las Peñitas “tan solo ven un rocódromo, sin darse cuenta de que están deteriorando un patrimonio único”.