No lo vi venir.
Las letras del libro que leía empezaron a derramarse hacia abajo. Primero sólo las vocales, lentamente se deslizaban desde las líneas del primer párrafo hacia el tercero. Alguna “e” minúscula quedó colgada del rabo de una “c” pero terminó cayendo finalmente. Luego les siguieron las comas y enseguida arrastraron con ellas a las consonantes. Era como si las llevara un torrente ingobernable que vaciaba todo a su paso, una riada de letras que en su caída oscurecía la página entera… dejándola en blanco y en silencio.
Tuve tiempo de darme cuenta de que allá donde me iba sobraban las palabras.
Lo último que vi antes de que me sobreviniera la oscuridad fue la montonera de letras en el borde inferior de la hoja… casi sobre mis manos.
Cuando volvió la luz ya no tenía el libro delante pero el blanco que inundaba la estancia era el mismo de la página vaciada. Lo primero que vi al abrir los ojos fue el techo de la habitación. De a poco las letras fueron ubicándose en él, ascendiéndome desde la frente.
…La trinchera del subconsciente se defiende con pesados sacos de sueños no soñados…
Cuando por fin pude enfocar supe que volvía a estar vivo.
LA SANIDAD PÚBLICA NO SE VENDE.
SE DEFIENDE