El yacimiento arqueológico de Risco Caído, visto por su descubridor
El arqueólogo Julio Cuenca, descubridor de Risco Caído, considera que “los indicadores arqueológicos reafirman el carácter sagrado del conjunto como uno de los más importantes almogarenes de los aborígenes canarios. En primer lugar destaca el hecho de que estas construcciones trogloditas estén localizadas en lo alto de una montaña, que antaño estuvo cubierta de un frondoso bosque de laurisilva. Por tanto, un lugar con abundante agua, aislado, oculto y alejado de los núcleos de población”.
“Los constructores del Almogaren de Risco Caído, y de otros templos en cuevas de los canarios ancestrales, buscaban coordinar sus celebraciones estacionales con la posición del Sol y La Luna, en determinados eventos astronómicos (como los solsticios y equinoccios) y con su luz cuando entraba en el templo. Este hecho hace que nos replanteemos el método de investigación en arqueoastronomía, y es que en determinados monumentos, en vez de mirar hacia fuera siguiendo líneas de visión hacia los cielos, habría que mirar hacia dentro y observar los efectos de la luz y de las sombras dentro del templo, circulo de piedra o cualquier otro monumento. Desde hace tiempo se reconoce ya que los edificios rituales y religiosos a menudo incluyen rasgos que sirven como señales calendáricas como sucede con Risco Caído, donde se ha descubierto el calendario astronómico antiguo, mas preciso de cuantos se tienen registrados. Pero el Almogarén de Risco Caído es además una gigantesca cámara de proyección donde los canarios en base a un ingenioso sistema óptico, nos legaron un relato mítico sobre la fertilidad de la Tierra, utilizando el lenguaje visual”, señala Cuenca Sanabria.
En consecuencia, estamos ante un paraje de connotaciones naturales muy significativas: la montaña, el bosque húmedo, la cueva, las fuentes de agua y además la impronta de fósiles vegetales. Otro indicador arqueológico es la propia arquitectura, y en este caso estamos ante dos singulares cuevas excavadas cuya forma constructiva es diferente a las cuevas de habitación o de carácter económico que excavaron los canarios.
Lo que le confiere de forma inequívoca a este conjunto el carácter de templo es, por un lado, la presencia en sus paredes interiores de símbolos o grabados rupestres en bajo relieve que forman triángulos equiláteros con el vértice invertido, y que son representaciones de triángulos púbicos, el signo universal de la fertilidad.
Cazoletas circulares
Por otro, la existencia de numerosas cazoletas circulares excavadas en las paredes interiores y en los suelos de ambas cámaras. La presencia de estos ítems culturales se considera como indicadores certeros de los lugares de culto y ritual, que incluso pueden aparecer a cielo abierto, como ocurre en el Roque Bentayga.
Pero lo que resulta realmente excepcional en el significado de este sorprendente conjunto es la representación una hierofanía, solar y lunar, en el interior del templo, a base de imágenes proyectadas por la luz del sol y de la luna, que van cambiando, a medida que pasan los días y los meses de forma y en recorrido por la pared donde están representadas las vulvas y las cúpulas, sirviendo al mismo tiempo como indicadores precisos de un calendario lunisolar.
Este calendario empieza en el equinoccio de primavera, con la proyección de imágenes solares, hasta el equinoccio de otoño. A partir de ese momento y hasta el próximo equinoccio de primavera, es la luz de las lunas llenas, entre los meses de octubre hasta febrero, la que ilumina los grabados del interior del templo.
“Estamos por tanto ante un singular ingenio que aúna su funcionalidad como templo y marcador astronómico, donde se reproducían ciertos eventos astronómicos, como los equinoccios y el solsticio de verano, que coincidían con sus rituales, y que sobre todo permitían llevar con precisión un calendario, mediante el cual regular las actividades agrarias y productivas de esta sociedad”.
Templo-calendario
Como obra arquitectónica, el templo-calendario de Risco Caído alcanza la mayor complejidad y perfección constructiva de este conjunto de manifestaciones en toda la isla. En una cultura aislada, que ni siquiera utilizaba el metal, la ejecución de este ingenio constituye un auténtico paradigma del conocimiento tecnológico, arquitectónico y astronómico.
Se trata de un recinto excavado de planta circular, muy poco frecuente en este tipo de construcciones en la isla. Además, el trazado paraboloide de la cúpula, el patrón uniforme de medidas y proporciones, así como la manera de trabajar los materiales, denota una originalidad formal y génesis constructiva insólita en una cultura con recursos tan limitados.
En el caso del templo de Risco Caído, la sincronía que le une con el cosmos exigió una perfección en la forma, proporción y ejecución que habla por sí sola de los logros técnicos con profundo significado para aquella sociedad insular que lo proyectó y construyó. La disposición de las diferentes piezas arquitectónicas responden a leyes estructurales y compositivas que trascienden el tiempo y siguen estando presentes.
Risco Caído está conformado por un número de cuevas, excavadas por el hombre aborigen, que responden a un proyecto de actuación conjunto y singular que, si bien fue concebido de forma global, pudo haberse ejecutado de una vez o por etapas en el tiempo, aunque siempre respetando un plan director.
Así, todas las cuevas están correlacionadas siguiendo unas pautas que secundan determinados preceptos geométricos en los que rige un canon de medida y presentan especiales relaciones, proporciones particulares y generales dentro de un programa de actuación que concibe el conjunto de estas cuevas selectivamente ubicadas, a media ladera, en el pie del escarpe de la montaña como si de una unidad se tratara, vinculando, además, este lugar sagrado, con el Sol y la Luna.
Para ello seleccionan, con certeros conocimientos de geotecnia, el lugar y los estratos en los que introducir y excavar con sabiduría este templo astronómica con evidentes signos de culto a una divinidad, todo ello asociado con el celaje de Canarias.
Conjunto sagrado
La expresión arquitectónica del conjunto sagrado de Risco Caído y su funcionalidad como marcador astronómico es excepcional para aquel momento histórico de la Isla debido a la aplicación de la constante observación del cielo, a la escasez de medios auxiliares y, especialmente, por tratarse de una obra eminentemente social, concebida en abstracto, materialmente replanteada a su frente, sobre la superficie preparada al efecto en el bancal a pie de escarpe, mediante el uso de estacas y cuerdas previsiblemente marcadas o anudadas, para posteriormente trasladar determinadas medidas tomadas en el exterior transformándolas en órdenes de trabajo de excavación pormenorizada al interior de la montaña de manera muy precisa y exacta en base a puntos y ejes de referencia astronómicos.
Espacialmente trabajaron, por tanto, en un sistema diédrico abatido sobre el suelo enrasado del bancal, a pie de escarpe, inicialmente preparado para este fin, en el que replantean las secciones y los perfiles buscados para posteriormente, mediante referencias, ser trasladados, levantados y aplicados en el lugar de las diarias labores de vaciado grueso en el interior oculto de la montaña.
La excavación, en su textura final, ha dejado huellas de una técnica por abrasión o por percusión que utiliza prioritariamente herramientas líticas, tal como sabemos que se ejecutaron otras excavaciones aborígenes existentes en otras partes de la Isla y como se puede comprobar en el interior de la cueva con un resto de piedra fracturada, utilizada como cuña, incrustada por hinca en una hornacina.
Sorprende los medios auxiliares con que contaron, pues fueron muy pobres para el elevado grado de exactitud de su replanteo general y particular, la precisión de sus formas finales y los efectos perseguidos por aquella cultura.
En su ejecución emplearon diferentes tipos de piedras y de maderas, cáñamo para las cuerdas, pieles para regular la ventilación que eliminara el polvo en suspensión de los espacios de trabajo, algún punzón óseo y recipientes de agua, posiblemente odres que resisten mejor que la cerámica algún golpe o caída fortuita tan frecuente en una actividad constructiva de este tipo. Conocen y dominan las proporciones áureas mediante la aplicación de normas geométricas.
No hay constancia de que lo hayan hecho numérica o algebraicamente. Sin embargo, a través de su geometría buscan un modelo de armonía espacial que conduce a la contemplación de lo que tanto la humanidad como ellos han considerado como un canon de belleza, imperante de manera universal tanto en las comunidades prehistóricas como en las históricas.
Cultura desarrollada
Como toda cultura desarrollada tienen conocimiento de la escritura y trabajan con un canon dimensional en la ejecución de estas obras. Posteriormente los castellanos imponen sobre esta cultural su lengua y su nueva vara de medir en el proceso de aculturación y sometimiento posterior de aquella población primigenia, ahora más singular, si cabe, a la vista de los hechos descubiertos.
La arquitectura es un arte eminentemente social y aunque alguien podría llegar a afirmar que este conjunto de Risco Caído estaría entre las posibles arquitecturas pobres, debido a la escasez de medios con que contaban y a su austera expresividad, por el contrario su concepción es extraordinariamente fecunda, magníficamente armónica y original, y única en su desarrollo estructural, todo ello en base a una radical honradez en las formas, así como en las utilidades inmateriales y funcionales que la caracterizan como excepcional para una población aislada en el océano como la que habitó en la Gran Canaria prehispánica.
En la manifestación de su arquitectura no existe mezquindad alguna ni mentira que distorsione. Todo es autenticidad. Como sucede con toda obra de arte su mensaje está siempre presente, nunca defrauda y su lectura se renueva ante la mirada de cada generación. Y como corresponde a toda buena arquitectura, además de dar respuesta adecuada a un programa de necesidades, como arte interpretativo que es, a Risco Caído no le falta un excepcional carácter ni un radical estilo, entendido respectivamente como expresión fiel y precisa del pensamiento que lo generó aunado con formas no conocidas ni vistas hasta entonces en la más alta disciplina de las Bellas Artes, ejecutadas a su vez con unos medios materiales exageradamente escasos.
“Eso sí, el trabajo manual y amoroso de aquellos constructores continúa vivo, proporcionando a la obra su valor más universal y permanente: la belleza artística inherente a lo monumental, su sagrada relación con el cosmos y su labra material como huella vibrante del pasado remoto de una civilización desaparecida. En definitiva, se trata de una creación excepcional y perfecta, para los medios con que contaban, rebosante de matices y, a su vez, complejísima en su extrema sencillez conceptual”, concluye Cuenca.