Un sensor ubicado en un cajetín en la pared detecta el movimiento de la mano, parpadean unas pequeñas luces de color azul y se abre la puerta. En el cristal, el símbolo internacional de biohazard advierte de la entrada en un lugar con potenciales riesgos biológicos. Al otro lado, la primera esclusa, un reducido espacio en forma de ele. Se cierra la compuerta que conecta con el exterior y se repite la acción. Sensor, luces y apertura automática. La segunda esclusa está reservada para la colocación del Equipo de Protección Individual (EPI). La tercera, un vestíbulo acristalado, es la antecámara de la sala estanca de autopsias de bioseguridad nivel 3 (BSL-3) que se ha instalado en el Instituto de Medicina Legal (IML) de Las Palmas para poder realizar necropsias a personas fallecidas por enfermedades infecciosas, entre ellas la COVID-19. Hasta el momento, la única que existe en Canarias. En todo el territorio nacional hay apenas una docena.
La pandemia disparó la difusión de bulos. Uno de ellos propagaba que estaba prohibido realizar autopsias a fallecidos con coronavirus. No es cierto. En la fase inicial de la crisis sanitaria, la Sociedad Española de Anatomía Patológica (SEAP) recomendó no hacerlas por el riesgo de contagio, principalmente por la limitación de equipos de protección individual y la necesidad de utilizarlos en los hospitales y por el escaso número de salas con el nivel de bioseguridad requerido. En abril de 2020, un mes después de que se decretara el estado de alarma, se levantó el veto que se había impuesto. El Hospital Ramón y Cajal de Madrid hizo la primera en España. Tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el Ministerio de Sanidad habían publicado ya los protocolos para el manejo de cadáveres de casos de COVID-19.
En la provincia de Las Palmas, un grupo de forenses del Instituto de Medicina Legal propuso iniciar las autopsias de fallecidos con SARS CoV-2 con los recursos que entonces tenían a su alcance. En aquel momento, el conocimiento de la enfermedad y de las lesiones que producía el virus en los tejidos era muy limitado. “Lo hablamos con la dirección y se nos denegó porque no disponíamos de la sala y no podíamos poner en riesgo ni a los trabajadores que queríamos hacer esas autopsias ni a los demás trabajadores del IML”, explica Cintia Sánchez-Vasconcellos, la especialista que tras esa negativa presentó a la dirección del centro, por propia iniciativa, un proyecto para la instalación de una sala de bioseguridad nivel 3. “Canarias está situada en un sitio estratégico. Recibimos a personas de todo el mundo, por turismo, por relaciones comerciales, por migración... Somos un punto de nexo, de conexión de tres continentes y realmente está justificado tener una sala de este nivel de seguridad”, asevera.
La Dirección General de Relaciones con la Administración de Justicia del Gobierno de Canarias aceptó y financió el proyecto. Invirtió 487.807,18 euros en la obra y el equipamiento de la nueva sala, que está ubicada en el espacio que antes ocupaba el archivo. Las instalaciones se presentaron públicamente a finales de abril, pero aún no están operativas. El centro está a la espera de dos equipos completos de material quirúrgico específico para comenzar los trabajos. Se estima que puedan arrancar en julio. Los institutos de medicina legal practican autopsias en casos de muertes violentas o sospechosas de criminalidad, así como las naturales no certificadas. Sin embargo, y ante la falta de espacios de estas características en los hospitales de la isla, la sala también se ha puesto a disposición de los centros sanitarios para las autopsias clínicas, que tienen como fin avanzar en la investigación, en el conocimiento de las patologías.
Sala y protocolos
Las características de la sala y un estricto y específico protocolo de seguridad son los elementos que diferencian las autopsias de fallecidos con COVID u otras causas infecciosas del resto. El espacio, independiente del resto de instalaciones para evitar cualquier riesgo de contaminación, tiene tres circuitos: el de entrada de los profesionales, descrito al inicio del artículo; el de salida, también con tres esclusas -una, la del medio, con una ducha-, y el área por donde se introducen los cadáveres, que tiene una sola esclusa que se bloquea durante la realización del análisis.
Para evitar la propagación de agentes patógenos, la sala dispone de diversos mecanismos. Por un lado, un sistema de ventilación descendente que renueva el aire completo de la estancia “doce veces por hora” con filtros de partículas en al aire de alta eficiencia (HEPA) que “retienen todo tipo de microorganismos”, apunta Sánchez-Vasconcellos. La temperatura en el interior rondará los 18 grados. Los forenses trabajarán con unos equipos de protección impermeables, que “dan mucho calor”, añade. La mesa de autopsias dispone también de un sistema de aspiración descendente del aire. “Al mover el cadáver o al manipular los órganos, siempre se van a producir aerosoles. Lo que hace la mesa en la periferia es aspirar, de manera que no queden flotando en el aire, sino que desciendan. Es lo más característico”. El agua residual que se genera durante los trabajos va a parar a un tanque subterráneo y se bombea a una máquina de depuración. “Cuando se alcanzan unos estándares establecidos de calidad, va al desagüe”.
Otro elemento singular de la sala es la cabina de bioseguridad, donde se manipulan los órganos en condiciones de seguridad. “Tienen también un flujo de ventilación, vamos a estar protegidos por una mampara de cristal y se va a esterilizar con rayos ultravioletas”. El equipamiento se completa con otra cabina para conservar las muestras en formol, el armario de muestras, con ventilación interna para evitar cualquier escape, la nevera y un sistema de videograbación para registrar las autopsias y compartir la documentación con los juzgados. Los dos equipos completos de material quirúrgico que el instituto espera recibir en breve permitirán la realización de dos autopsias independientes al día, apunta la médica forense, que destaca que en la construcción de la sala han trabajado unas 130 personas. “Lo más impactante y lo más importante es lo que no se ve, lo que está en el techo y debajo del suelo”, dice la forense.
El Instituto de Medicina Legal de Las Palmas tiene un protocolo establecido para el uso de la sala. Se analizarán en este espacio estanco y de alta seguridad los cadáveres de personas que presentaran sintomatología infecciosa en los siete días anteriores al deceso. “Puede ser fiebre, cuadros gastrointestinales hemorrágicos, tos con esputos purulentos, clínica meníngea... Cualquier tipo de clínica infecciosa de cualquier sistema orgánico (central, respiratorio, gastrointestinal, urinario...)”, aclara Sánchez-Vasconcellos. Para los casos COVID, el centro dispone de una máquina para realizar pruebas PCR (Reacción en Cadena de la Polimerasa).
También se analizarán como posibles infecciosas las muertes súbitas de lactantes. “Son bebés que fallecen con meses de vida, normalmente de manera fulminante, sin una causa muy clara. Cuando se realizan las autopsias, muchas veces son sofocaciones accidentales, pero otras son cardiopatías desconocidas o alteraciones genéticas que luego se estudian o enfermedades infecciosas que evolucionan de forma fulminante y se vienen a diagnosticar a posteriori. Esas autopsias necesitan una sala estéril, un manejo aún más exquisito, así que vamos a considerarlas, a priori, infecciosas, aunque puede que no lo sean”, precisa la especialista.
Una autopsia reglada dura aproximadamente dos horas si se completan todos los procesos: apertura (craneal, torácica y abdominal), extracción de los órganos, tallado, pesado y recogida de muestras. En los casos con COVID-19 u otras enfermedades infecciosas hay que adoptar determinadas prevenciones que están fijadas en los protocolos. “Vamos a hacer autopsias muy guiadas. Estará establecido cuál va a ser el tipo de apertura y, antes, ya sabremos el muestreo que vamos a realizar y tendremos preparados todos los botes de muestras con formol, para que solo sea extracción, pesado, valoración macroscópica (analizar en la cabina de bioseguridad cómo es la pieza del órgano externamente) y tallado”, cuenta Sánchez-Vasconcellos.
“Los hallazgos más característicos de la COVID siempre los vamos a encontrar en los pulmones, por neumonías o infiltrados neumónicos, que pueden ser tanto en uno como en los dos o con diferentes focos. Si la persona ya pasó la enfermedad o el proceso lleva varios días o semanas, podemos hallar también fibrosis (cicatrices en el tejido dañado), pero depende de la evolución”. La especialista en medicina legal señala que, de lo que se sabe hasta la fecha de estudios publicados a partir del análisis de un conjunto de autopsias a fallecidos con coronavirus, el otro elemento más llamativo es la aparición de microtrombos, sobre todo cerebrales. “Estas trombosis se valoran mucho mejor en análisis microscópico, en Histopatología. Macroscópicamente, al ojo, puedes no estar viendo que hay microtrombos. Sin embargo, cuando coges la pieza, la metes en formol y la miras al microscopio, que es el trabajo que hacen los compañeros de histopatología, ahí es donde lo puedes detectar bien”. También en el tracto gastrointestal se pueden encontrar lesiones, aunque también con microscopio.
Sánchez-Vasconcellos explica que, aparte de la valoración del forense, en una autopsia completa trabaja el servicio de Toxicología, para analizar las muestras de sangre, orina, humor vítreo o, incluso, bilis, y el de Histopatología, para estudiar en microscopio las lesiones en los tejidos. Además, en la sala recientemente construida cobra importancia el de microbiología (donde se incluye el de genética), que “puede detectar cuál es el patógeno que ha provocado la muerte”.
La especialista admite que “muchas veces” no se va a poder resolver otro de los debates instalados en la opinión pública desde la irrupción de la pandemia, el que discute si son fallecidos con coronavirus o por coronavirus. “Te puedes encontrar con una persona de 95 años con pluripatologías: cardiopatía, stent previo, tos de repetición, diabético, hipertenso... Un compendio de medicina en una persona de 95 años. Si no se hubiera infectado de COVID, ¿hubiera fallecido igualmente? ¿Ha desarrollado una enfermedad respiratoria, una neumonía y ha sido lo que le ha llevado a la muerte? ¿O ha sido la desestabilización de una cardiopatía, por ejemplo? Es complicado, pero si te encuentras un caso con solo una neumonía bilateral y tienes un diagnóstico de COVID, parece lógico que la causa haya sido una insuficiencia respiratoria aguda provocada por una infección”, concluye.
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