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¿Intolerancia o intransigencia?

Carlos Castañosa

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Términos parecidos pero no sinónimos, pues ligeros matices los diferencian tanto en la forma como en el fondo. Conviene distinguirlos por cuanto abundan, uno y otro, en debates políticos, polémicas organizadas en tertulias mediáticas o en simples coloquios; porque no siempre se aplican con precisión, incluso se utilizan como recurso dialéctico y pueden crear confusión en el receptor de un mensaje emitido por defecto.

En la definición positiva de ambos conceptos, podemos apreciar que la TOLERANCIA goza de un componente muy importante, cual es el RESPETO referido a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias. TRANSIGIR, en la otra cuenta, implica una cierta renuncia porque se trata de CONSENTIR o ceder en parte con lo que no se cree justo, razonable o verdadero, con el fin de eliminar una diferencia.

Asistimos con frecuencia a auténticos rifirrafes públicos entre tertulianos; colaboradores, fijos o eventuales; presentadores, moderadores o conductores de algún programa televisivo, radiofónico o simplemente cualquier espacio deportivo, por ejemplo con periodistas y personajes del mundillo del fútbol, adeptos y partidarios unos del Barça y otros del Real Madrid, cuya triple función supuestamente profesional es informar, formar y entretener al público a partir de una sucesión de opiniones personales en esgrima de florete con las de los demás partícipes en la mesa redonda, oval o cuadrada.

En general, para el oyente o espectador, suele ser gratificante y positivo el resultado de un programa de tertulia diseñado con calidad suficiente, seleccionadas las personas adecuadas y conducido con entidad profesional por el presentador responsable.

Pero todo falla cuando aparecen actitudes individuales de intolerancia o intransigencia a la hora de rebatir opiniones ajenas sin argumento sólido, cuya carencia induce al improperio y, a veces, lamentablemente, al insulto o a la procacidad. Todo ello ambientado en un entorno alborotado donde todos hablan al mismo tiempo, levantando la voz para que el consumidor expectante cambie de canal porque al moderador se le ha ido de la mano, y no hay quien entienda nada de lo se estaba hablando.

Estos casos suelen darse cuando los temas a tratar son políticos o futbolísticos. Penoso en ambos casos, por cuanto implica de falta de respeto, en relación con la tolerancia u obcecación cerril si no se flexibiliza la réplica en nombre de la transigencia.

Las personas que tienen el privilegio de disponer de un micrófono al alcance de su voz deben ser conscientes del número de personas que acceden a su mensaje desde la radio de su coche, por los auriculares de paseante o en la TV de su casa. No parece baladí considerar la gran responsabilidad que se asume al poder influir en la opinión pública con lo que se dice y cómo se dice; pues no es necesario incidir en el respeto debido que merece el ciudadano que elige una frecuencia determinada en su dial, o en el mando a distancia de la TV. Es el mismo respeto que acompaña al significado de TOLERANCIA, y la amabilidad de ceder educadamente una pequeña parte de la razón, cuando así proceda, para eludir la nociva INTRANSIGENCIA.

“Solo puedo medir la lealtad de los demás por cómo yo lo hago cuando ellos necesitan la mía”. Reflexión válida para la tolerancia y, por ende, también para la transigencia.

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