La burundanga trae de cabeza a la Justicia

Planta de la que se extrae la burundanga

Belén Molina

Santa Cruz de Tenerife —

De la burundanga se habla desde hace más de una década en España, pero ha vuelto a la actualidad desde que en 2017 se dictó la primera condena (fue en Mallorca) por suministrar a escondidas esta droga a una persona, y aún más desde que el Instituto Nacional de Toxicología certificó en octubre pasado la primera muerte por su consumo, lo que ocurrió en Playa del Inglés, en el Sur de Gran Canaria. Los bulos callejeros abundan al hablar de esta sustancia pero existir, existe y podría estar detrás de algunos de los robos o abusos sexuales que se instruyen actualmente en los juzgados del Archipiélago. 

Una de sus características, la que más complica las investigaciones policiales y judiciales es que los efectos de la burundanga desaparecen del organismo en poco tiempo, no más de seis horas. El magistrado de Instrucción del juzgado número 1 de Arona, Daniel Pedro Álamo González, afirma que este es el motivo por el que apenas hay registros del uso de esta droga. 

“Más que constancia del empleo de esa sustancia en concreto lo que encontramos son los efectos y el estado que produce. Y hay supuestos en los tribunales que tienen un denominador común que son la pérdida de memoria, no acordarse de nada... El problema es detectarla a tiempo”, sostiene. 

Por eso, indica el magistrado, es necesario que cuando la víctima tenga sospecha de que “algo ha ocurrido”, aunque no recuerde exactamente qué, acuda a la mayor brevedad posible a un centro médico para hacerse una analítica. 

“En muchos casos no se logra detectar a tiempo esa sustancia. Por eso apenas hay registros y no se ha podido demostrar un uso masivo de esa droga”, recalca. 

Desde el punto de vista penal hay otro problema y es el enlace causal. “Hay que probar primero que se usó burundanga u otra sustancia para cometer el delito y después hay que demostrar que esa sustancia la puso en la bebida o la proporcionó de alguna forma una persona determinada”. 

“Para ello nos apoyamos primero en pruebas testificales, en quienes acompañaban a la víctima si es que pueden arrojar alguna luz, como que había alguien no muy conocido que se empeñó en llevar a la persona afectada a su casa, por ejemplo, pero insisto en que el dato periférico esencial es que la víctima sepa que algo ha pasado porque nos encontramos con denuncias en las que esa víctima dice que no está segura de si pasó algo pero saben que algo raro pasó por cuanto no se acuerdan de nada y eso nunca les había pasado”. 

Para complicar aún más las investigaciones, aunque se haya logrado determinar que se usó alguna droga y que fue determinada persona quien la empleó, falta por demostrar que hubo abuso o agresión sexual. “En ocasiones el agresor no deja rastro de su ADN, que es hoy en día la prueba reina en estos delitos sexuales, bien porque usó preservativo o el abuso no fue con penetración”, aclara Álamo González. 

Y para rizar el rizo añade una cuarta circunstancia que dificulta la instrucción y es la ausencia de violencia y por ello, de lesiones. “Como se usó una droga para lograr la pasividad de la víctima no hay rastro alguno de que haya sido forzada”. 

En el caso de Mallorca, se pudo perseguir el rastro de la burundanga gracias a la cromatografía de gases y la espectometría de masas, que permiten separar e identificar componentes volátiles y semivolátiles de mezclas complejas. No todos los hospitales cuentan con estos aparatos.

“Vulnerabilidad química”

La escopolamina o hiostina o burundanga (que es como se la llama en la calle), se extrae de una planta de la familia de las solanáceas que hasta hace pocos años podía verse en parques y jardines de las ciudades de toda España. Su principio activo se emplea en medicina para paliar el Parkinson pero como todo en farmacología, a los laboratorios les resulta más rentable sintetizarla que tratar la planta con un complejo proceso de carbono y oxígeno hasta alcanzar su principio activo. 

Por ello, tanto en el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses como en el Hospital Clínico de Barcelona (que es el hospital de referencia en España para los abusos y las agresiones sexuales), se afirma que es mucho más común y frecuente el uso de otros principios activos como la atropina, hiosciamina, el éxtasis líquido, ketamina, metoxetamina, alpha-PVP,metilona, mefedrona, MDPV y para-metoxi-metanfetamina, todos ellos incluidos en el protocolo de sumisión química. 

Un reciente estudio del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses sobre 152 personas agredidas sexualmente no arrojó rastro alguno de escopolamina o burundanga y sí otras sustancias, sobre todo etanol (alcohol) mezclado con cocaína o benzodiazapinas (ansiolíticos). 

En el mismo estudio se concluyó que en muchos casos es la propia víctima la que ingiere estas sustancias, de lo que se aprovecha el agresor. La sumisión proactiva (el agresor es quien droga a la víctima) transciende en contadas ocasiones. En su memoria anual de 2016, este organismo detectó la llamada “sumisión química” en solo el 0,02% de los casos. Por ello prefieren referirse a “vulnerabilidad química”. 

Sin embargo, magistrados como Daniel Pedro Álamo González sostienen que si no hay más casos registrados de burundanga es por la dificultad para detectar la sustancia y que si hay protocolos para su detección, como en Málaga, Madrid y Barcelona, “es porque debe haber más casos de los que se logran demostrar”.

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