Plan para visitar Malinas en un par de horas: una joya a dos pasos de Bruselas

La Catedral de San Rumoldo emerge tras las casas de la Plaza del Mercado de Malinas.

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A los habitantes de Malinas (Mechelen en la parla de los locales) se los conoce en Bélgica como los ‘maneblussers’ que quiere decir ‘apagalunas’. Cuentan que un vecino que regresaba a casa bastante cargado de la excepcional cerveza local despertó a media ciudad gritando fuego, fuego alarmado por unos intensos reflejos rojos sobre el río Dijle. La gente, alarmada, salió a la calle cargada de cubos de agua pero todo quedó en un susto. El origen de la confusión fue una espléndida luna de esas que llaman de sangre que al salir despistó al protagonista del percance. También dicen que las autoridades de la ciudad intentaron silenciar el suceso para evitar burlas, pero la noticia salió rápidamente de las antiguas murallas y se extendió como la pólvora por los pueblos y ciudades de la región. Y de ahí el apelativo que nació como chanza pero hoy es una seña de identidad de la ciudad. Los apagalunas. Eclipsada por vecinas de la talla de Brujas, Gante, Amberes o la propia Bruselas, esta ciudad queda a menudo fuera de los planes de viaje de los que se acercan a Bélgica y a los Países Bajos. Y merece al menos un día de atención.

Si algo tiene esta parte de Europa es que prácticamente todas las ciudades y pueblos son pequeñas joyas. Y Malinas no es una excepción. La pujanza de las élites comerciales durante las postrimerías de la Edad Media y los inicios de la Moderna explican la acumulación de grandes palacios, joyas del arte religioso y grandes infraestructuras fluviales. Un derroche de riqueza, que aquí tuvo como cima a los siglos XVI y XVII (curiosamente cuando la ciudad formó parte del Imperio Español). El inicio del esplendor cultural y económico de la ciudad se produjo cuando Margarita de York, recién enviudada del duque de Borgoña a finales del XV, la elije como residencia y corte. Aquí se encargará de la educación de sus nietos: Margarita y Felipe. Éste último se va a convertir en una figura clave para la historia de Europa al contraer matrimonio con Juana I de Castilla y fundar la casa de los Austrias españoles. Durante más de un siglo, Malinas ejerció de capital de Flandes y nexo entre los Países Bajos y España. Y eso se tradujo en un esplendor que ha llegado hasta nuestros días.

La mejor manera de llegar a la ciudad desde la vecina Bruselas (apenas a 27 kilómetros) es el tren. Las dos ciudades están tan cerca que desde lo alto del campanario de la Catedral de Malinas, si es que puedes con sus más de 500 escalones, podrás ver la silueta inconfundible del Atomium. El viaje demora apenas unos veinte minutos y las frecuencias son más que abundantes (el precio del billete ronda los cinco euros). Desde la estación, la mejor manera de encontrarse con la ciudad es caminar por Leopoldstraat hasta Brusselpoort, una magnífica puerta fortificada del siglo XIII que es lo único que queda de las murallas. La Puerta de Bruselas se encontraba justo en el arranque del camino que aún hoy conduce hasta la capital belga y ahora sirve como límite sur del casco histórico de Malinas.

La calle Hoogstraat se interna en el casco viejo y busca el cauce del Dijle. Aquí te vas a encontrar con otras de las joyas medievales de malinas: el Grootbrug, que tiene el honor de ser el puente de piedra más antiguo de todo Flandes (también es del siglo XIII) y que te da un panorama típicamente flamenco, con las viejas y bonitas casas de ladrillo a la vera del agua. Ahí mismo se encuentra el Vismarkt, antiguo Mercado del Pescado que ahora ejerce de terraza al de un buen número de bares y cervecerías y el Haverwerf, puerto fluvial medieval. Aquí detente un rato a ver las fachadas de las casas, muchas de ellas adornadas con motivos bíblicos (el paraíso terrenal, el infierno o el nacimiento de Jesús). La ruta que te proponemos sigue por la calle IJzerenleen, un lugar dónde se concentran los edificios históricos y sirve de antesala a lo que te espera apenas unos centenares de metros más adelante.

El lugar paradigmático desde donde se va y se viene para ir conociendo el resto del centro histórico es la Grote Markt, antigua Plaza del Mercado que aglutina algunos de los grandes monumentos: a un lado tienes la Catedral de San Rumoldo (Onder-Den-Toren, 12), una maravilla gótica del siglo XIII coronada por un campanario de 96 metros de altura –las vistas merecen la pena- y, al otro, el imponente Ayuntamiento de Malinas (Grote Markt, 21), un palacio medieval que se encuentra entre las cumbres del gótico brabantino. A las puertas del Ayuntamiento gírate y mira hacia la catedral, media escondida aquí tras las fachadas escalonadas de las casas del Grote Markt. Es un lugar increíble. La lista de grandes edificios de la plaza se completa con el Schepenhuis (Vleeshouwersstraat, 6). Esta construcción del siglo XIII funcionó como ayuntamiento (el primero construido en piedra de Flandes) y se construyó en un lugar emblemático que coincide con el cruce de las principales calles de la antigua ciudad medieval. Hoy funciona como centro de visitantes y oficina de turismo: es una gozada.

Desde Grote Markt todo lo que tienes que ver queda a dos pasos. La ciudad es pequeña y se deja caminar con tranquilidad. Si vienes por una sola jornada te puedes volver con la sensación de que no te quedó mucho que ver. Malinas se lo debe todo a dos mujeres que compartieron nombre y amor por este lugar. La primera fue Margarita de York, que trasladó la corte a la ciudad y la empoderó como capital de facto de Borgoña. Los restos del Palacio de la viuda de Carlos el Temerario se encuentran en el número 3 de la calle Keizerstraat. Apenas queda una torre y parte de la fachada de un edificio que, después de muchos avatares históricos, acabó por convertirse en el Teatro de Malinas (Keizerstraat, 3; Tel: (+32) 15 29 40 00). Justo en frente su hija, otra Margarita, construyó otro palacio que, sin quererlo, se convirtió en todo un hito al ser el primer edificio renacentista de Borgoña. El Palacio de Margarita de Austria (Keizerstraat, 20; Tel: (+32) 70 22 00 08) no sólo fue el lugar desde dónde se gobernó Flandes durante casi un siglo. También fue el patio de juegos de una figura central de la historia de España y Europa: aquí pasó su infancia Carlos I junto a sus hermanos.

Otro lugar más que interesante y que ejemplifica el esplendor de la ciudad durante el corto periodo en que fue capital de Flandes es el Palacio van Busleyden (Frederik de Merodestraat, 65; Tel: (+32) 15 29 40 30), otra joya renacentista de la época de oro de Malinas que hoy funciona como museo histórico y artístico. La ciudad es pequeña, pero hay mucho que ver. Aún si no eres de ir a iglesias ándate hasta la Iglesia de San Juan (Sint-Janskerkhof, sn), dónde podrás ver el tríptico de la Adoración de Los Reyes Magos del inmortal Rubens –aprovecha que está cerca del canal de Groen Waterke-, y la espectacular Iglesia de Nuestra Señora del cruce del Djile (Onze-Lieve-Vrouwestraat, sn; Tel: (+32) 15 27 19 90), que presume de otra obra del pintor flamenco –esta vez dedicada al milagro de la pesca patrocinada por los pescadores de la ciudad-. Si llegas hasta aquí fíjate en la peculiar imagen de la virgen que se custodia en este fantástico templo tardo gótico, única por su coqueta postura de caderas –es una preciosa talla del XIV que adelanta ya la maestría de los trabajos flamencos posteriores-.

OTRAS COSAS QUE VER EN MALINAS.-  Una visita con prisas va a provocar que te dejes algunas cosas atrás. Uno de los lugares importantes que suele quedarse fuera de la ruta es la Cervecería Het Hanker (Guido Gezellelaan, 49; Tel: (+32) 15 28 71 41), una de las más antiguas del país y, también, de las más prestigiosas por la calidad de sus productos. Su Gouden Carolus es una de las mejores cervezas artesanales de Bélgica (que ya es decir), una marca que hunde sus raíces en el siglo XV y que es heredera directa del buen hacer de las abadías de la zona. La fábrica se ha ido modernizando a lo largo de los siglos, pero mantiene vivo el espíritu de los maestros cerveceros medievales.

Los beaterios son una constante en las ciudades de la antigua Flandes. Estos edificios servían como comunidades de mujeres que se apartaban de la vida mundana pero sin la necesidad de tomar los hábitos. En malinas hay dos de estos cenobios. El Beaterio Grande (Nonnenstraat, 13; Tel: (+32) 2 553 16 50) y el Beaterio Pequeño (Schoutststraat, sn) no son tan espectaculares como los de Gante o Brujas, pero ahí están y pueden visitarse. Si tienes que elegir, el pequeño es, a nuestro juicio, más bonito.

La Iglesia de San Pedro y San Pablo (Veemarkt , 44; Tel: (+32) 15 27 19 90) es especial por varios motivos. El que más salta a la vista es el de su fantástica decoración barroca. Pero si entras te va a sorprender la sucesión de confesionarios que, según cuentan, se debe a la cercanía del antiguo mercado del ganado de la ciudad. Dicen que los comerciantes engañaban tanto a sus clientes que había verdaderas colas todo el tiempo para pedir confesión.

La Fábrica de Tapices De Wit (Schoutetstraat, 7; Tel: (+32) 15 20 29 05) es otra de las grandes instituciones artísticas de la ciudad de fama internacional. De esta fábrica salieron algunos de los mejores tapices que adornaron iglesias y palacios de toda Europa. Hoy se dedican a la restauración y la limpieza de estas verdaderas joyas.

Más cercanos en el tiempo son los Jardines de Invierno del Colegio de las Ursulinas (Bosstraat, 9; Tel: (+32) 15 75 77 28) aunque se encuentren algo lejos del centro (están en el vecino pueblo de OLV Waver) merecen la pena por su espectacular bóveda art decó de hierro y cristal construida a finales del siglo XIX.

Para amantes de la historia contemporánea queda el Kazerne Dossin (Goswin de Stassartstraat, 153; Tel: (+32) 15 29 06 60) un antiguo cuartel del siglo XVIII que durante la ocupación alemana sirvió de centro de detención e interrogatorios para miembros de la resistencia, disidentes y miembros de las comunidades judía y gitana - los terribles Sammellager  que servían de antesala a la deportación a campos de concentración-. Hoy sirve como centro museístico dedicado a la memoria de aquellos hechos terribles.

Fotos bajo Licencia CC: Peter Meuris; Guillaume Baviere; Niels Broekzitter; frank wouters; Rob Oo; Luc Coekaerts

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