Sagres o la barbilla de Portugal: mucho que más que playas en el Algarve límite

Punta de la Piedad, uno de los paisajes costeros más impresionantes del Algarve portugués.

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El Cabo de San Vicente forma el particular finisterre de Portugal en un entorno que da pie a la ensoñación. Las montañas que cierran las espaldas en Faro, Albufeira, Portimao o Lagos dejan paso a un paisaje mucho más adusto de colinas y llanuras elevadas que adelantan la estrechez de la ‘Barbilla de Portugal’. Es un lugar mágico desde hace milenios. Así lo pone de manifiesto una de las concentraciones de arte megalítico más importantes de toda Europa. Estamos en el extremo del Algarve. Al límite. En muchos sentidos. Las llanadas que se aupan por encima del mar gracias a los cantiles (algunos con más de doscientos metros de caída vertical sobre un mar a menudo violento) son batidas por vientos con medias que superan los 50 kilómetros por hora. Vientos que traen hasta muchos kilómetros tierra adentro la sal del mar. Esto crea un paisaje de hierbas duras y arbustos retorcidos que nada tienen que ver con los olivares, los huertos, los alcornocales y los pinares que tapizan buena parte de la fachada sur del país luso. 

Para empezar la ruta hacia el Cabo de San Vicente desde Lagos hay que olvidarse de la vía rápida (la N-125) e ir pegados a la costa en busca de la primera joya de la jornada: Burgau. Y nada mejor que iniciar el paseo junto al Faro de Lagos, para no perder la referencia del litoral y, de paso, ver la Punta de la Piedad, esa catedral natural de rocas y arcos que se ha convertido en una de las postales más notables de todo el país. Aquí tienes un sendero que va recorriendo todos los rincones de este trozo de costa atormentada que parece la escultura de algún dios caprichoso. Playas, calas, cantiles, enormes torres de piedra, arcos imposibles, cuevas con pequeñas playas de arenas amarillas en su interior… Uno de los lugares más intensos de todo el Algarve. Antes de llegar a Burgau hay que hacer dos paradas donde podremos ver otro de estos típicos paisajes de la costa Algarve que se repiten desde las inmediaciones de Albufeira: En la Playa de Porto Mos y Rocha Nera podrás asomarte al mar desde las alturas y ver esa preciosa sucesión de acantilados de arenisca y playas de aguas cristalinas que es la seña de identidad de esta parte del mundo. 

Estos dos lugares están situados en el llamado Trilho dos Pescadores (camino de los pescadores), un sendero precioso que va desde Lagos a Praia da Luz. Precisamente aquí, en Praia da Luz, se encuentran los restos de una antigua villa-factoría romana (Av. dos Pescadores) en el que se ha localizado una zona de producción de salazones de pescado y otra residencial con mosaicos y lo que parecen ser unas termas. Ya que estás aquí aprovecha para dar un  paseo por la Avenida de los Pescadores hasta la Fortaleza da Luz, una torre artillera del siglo XV situada en un cantil con excelentes vistas sobre la costa. Junto al castillo (que hoy alberga un restaurante) hay una pequeña ermita muy bonita. La Iglesia de Nuestra Señora de la Luz (Luz Bay Club, sn), una pequeña joya del Manuelino portugués, esa manera tan particular de entender el gótico.

Dos pueblos de pescadores especiales.- La Rua 25 de abril desemboca en la Praia do Burgau dejándonos a la vista un panorama de eminente sabor mediterráneo (porque aunque estamos ya en pleno Atlántico la cultura que se respira en toda la región algarvía es plenamente mediterránea). Un muro de casas cuadradas y blancas que se apiñan frente al mar en una especie de anfiteatro natural de piedra que tiene su escena en la playa. Una verdadera pasada que algunos han bautizado como el Santorini de Portugal, pero no hay porqué hacer  ninguna comparación. El pueblo es precioso. Un laberinto sin sentido en el que no hay ningún edificio que destaque sobre los demás pero creando un conjunto muy bonito donde las callejuelas repletas de buganvillas crean ese ambiente mediterráneo. La misma sensación que sucede en el vecino Salema. El turismo ya se deja ver con cierta intensidad en esta zona de la costa, pero estas dos localidades dan una idea de lo que debió ser esta región antes de que los hoteles empezaran a fagocitar las playas y los pinares costeros. Un sendero une ambas localidades pero también puedes usar el coche para visitar el Fuerte de Almádena (acceso desde Rua Agricola -Burgau-), una de las muchas fortalezas que defendían estas costas de visitas indeseables.

Por fin Sagres. Una villa histórica diminuta.-  Antes de llegar a Sagres hay que hacer varias paradas: la primera es Hortas do Tabual para ir en busca de dos de esos monumentos funerarios prehistóricos que se encuentran en estos parajes que ya van cambiando su aspecto y se van convirtiendo en páramos batidos por el viento marino. Los más accesibles son los menhires de Aspradantes y de Padrão -o do Zavial-. Rocas hincadas en el suelo desde hace miles y miles de años que solían indicar el lugar donde se enterraban las gentes. La imagen de estas enormes piedras hincadas en el páramo es muy potente. Refuerza el carácter del paisaje. Y justo al final de este lugar inhóspito y apartado se encuentra Sagres. Un lugar ideal para guardar los secretos de Estado más importantes del Portugal del siglo XV: sus impresionantes avances tecnológicos navales y sus conocimientos geográficos.

El Castillo de Sagres (N262-2) es una imponente estructura situada junto al acantilado. Desde el mar parece una fortaleza más. Pero en sus tiempos de gloria fue la escuela naval y geográfica más importante del mundo. Una institución creada por el mítico Enrique el Navegante (príncipe de Portugal) para formar a los profesionales de la marina portuguesa en plena era de los descubrimientos. El Puerto de Pescadores y varias playas. Otro atractivo de Sagres es que desde aquí parten las excursiones que van en busca de los cetáceos que van y vienen entre el Atlántico y el Mediterráneo.

Fin de ruta en el fin del mundo.- La carretera que sale de Sagres por la banda de la costa (Ecovia do Litoral) conduce en pocos kilómetros hasta el entorno del Cabo de San Vicente. Si vas con tiempo haz una parada en la coqueta Praia do Beliche, un pequeño arenal situado entre cantiles enormes que es un sueño (y con uno de los chiringuitos playeros que más nos gustaron de todo el Algarve). Y para culminar la ruta llegamos al Faro de San Vicente (Estrada do Cabo do Sao Vicente), la luminaria que marca el extremo suroccidental de Europa. Un lugar permanentemente batido por los vientos y con un entorno espectacular. El faro se aúpa sobre un cantil de casi cien metros de altura donde las olas rompen con violencia.

Fotos bajo Licencia CC: Mike Finn; Theo K; Shuo Lu; François PhilippVitor Oliveira; Michael Gaylard

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