“Me atraen los claroscuros. La vida alienta y alcanza su mejor verdad en el contraste”
Considera que la mejor literatura hace del contraste su motor. Y así, lleno de contrastes y claroscuros, ve la luz 'Para una teoría de las distancias', último libro de Lorenzo Oliván (Castro Urdiales, 1968). El autor, uno de los mejores poetas de su generación en España, se declara obsesionado por el movimiento, como actitud vital y poética. Galardonado con premios como el Loewe, el Generación del 27 o el Premio Nacional de la Crítica, Oliván nos entrega un libro con el que busca conectar lo impensable.
Su último libro de poemas se titula 'Para una teoría de las distancias', un título que remite, tal vez, a cierto trasfondo filosófico. ¿Es su obra, sin renunciar a lo irracional, más meditativa?
No diría yo tanto. Tiene un título en parte filosófico, sí, pero el libro responde en lo esencial a la mezcla de pensamiento y visión que conforma mi poética. Lo que sí es verdad es que el concepto de “distancia” se vincula con cuestiones troncales de la vida: la identidad, el amor y el deseo, el paso del tiempo, el dolor, nuestra relación con los otros, etc. Hay un afán de totalidad que no ha sido buscado, sino que se ha impuesto. Quizá sea por eso uno de mis conjuntos más orgánicos.
Eje, vértice, punto de fuga, ojo, centro, rueda... hay palabras que se repiten en su obra casi de forma obsesiva, como un mantra. ¿Todo poeta debe encontrar un idioma propio?
Creo que es muy difícil, casi imposible, no ser nosotros mismos. Nuestras obsesiones, nuestras filias y fobias, tienen un efecto imán sobre el lenguaje. Hay palabras, de una manera que ni nosotros mismos controlamos, en las que estamos más.
Un elemento que ha estado también presente en sus últimos libros es la figura de Ulises...
Es cierto, la figura de Ulises aparece como un pespunte en mis últimos cuatro libros de poemas. 'La Odisea' plantea el tópico del homo viator. Perfila una visión del ser humano que me atrae como modelo de vida: la vida como aventura de conocimiento y como viaje que no se agota nunca. Además, Ulises es el primer personaje literario que se llamó a sí mismo Nadie. De alguna manera que Homero mismo no intuyó se adelanta a la temática de la fragmentación del yo, sin la que no se entiende toda la literatura que va del romanticismo a la modernidad
Sus poemas nunca se están quietos. Uno vuelve a ellos y parece que los poemas se han desplazado y no están exactamente en el mismo lugar de la última vez. Tengo la sensación de que el núcleo de su poesía es el movimiento. ¿Comparte esta impresión?
No sabe la alegría que me da que perciba así mis poemas. Que un poema llegue al lector traspasado de movimiento y energía es la forma más segura de garantizar su resonancia. Ojalá viesen algo parecido la mayoría de los lectores que se asomasen al libro. Me obsesiona el movimiento, como actitud vital y poética. Quizá por eso he vivido en tantas partes (escribí incluso una 'Canción del hombre nómada“) y viajo sin cesar.
El libro es claro y oscuro a la vez, como esas desembocaduras en las que se entremezcla el agua dulce y la salada. ¿Huye de los libros uniformes?
Sí, me atraen los claroscuros. La vida alienta y alcanza su mejor verdad en el contraste. No sólo eso. Creo que la mejor literatura hace del contraste su motor. Los contrastes se parecen en parte a los pedales de una bicicleta, cada uno dispuesto en dirección contraria, para hacer que alcance velocidad. Tengo un defecto en mi placa base: lo sólo luminoso o lo sólo sombrío me cuesta creérmelo.
En el poema que abre el libro dice “escribir poesía es de algún modo / estar enfermo de buscar ventanas”. Leyendo el libro, sin embargo, me queda la sensación de que más que buscar ventanas que ya existen, por escondidas que estén esas ventanas, usted más bien se las inventa para poder mirar desde lugares inéditos o imposibles lo que hay dentro y fuera de usted...
La poesía conecta lo impensable. La metáfora y la imagen no dejan de ser conexiones de realidades a menudo alejadas entre sí. Multiplica ventanas y no sólo hace más grande el mundo: le da profundidad, y abre grietas cuyo alcance se ignora.
Con seis libros de poesía ya publicados en las principales editoriales del país (Pre-Textos, Visor, Tusquets) y una vez que ha sido reconocido con los principales galardones poéticos, ¿se plantea publicar sus obras completas?
La verdad es que entre los proyectos para el futuro inmediato sí está el de recopilar mi poesía. A ver si consigo llevarlo pronto a buen puerto.
¿Está la poesía cada vez más arrinconada en estos tiempos marcados por la multitarea, la avalancha de estímulos y la velocidad?
La poesía tiene la ventaja de su brevedad. Pero es una brevedad con larga capacidad de resonancia. En los tiempos marcados por la velocidad, ese rincón llama, atrae. Además, rodeados de tanto alrededor, necesitamos cada vez más lo medular y la poesía (sin ponernos estupendos) es el género medular por excelencia.
La poesía goza de un prestigio extraño porque a ese prestigio no le acompañan los lectores, que son escasos. ¿A qué se debe esa paradoja? ¿Tiene remedio?
Es el lenguaje que más exige de nosotros. Y ojalá siga siendo así y no se banalice. A los lectores contumaces, que reclaman esa exigencia, esa huida de lo fácil, sabe recompensarlos. Hay que hacer de la amplitud de sentidos una virtud que nos acerque a la poesía y no un obstáculo que nos aleje. Los mejores poemas no se agotan nunca.
Ha sido reconocido en la poesía, el aforismo y la traducción. ¿Ha llegado el momento de dar el salto a la narrativa?
No hago más que coquetear con la narrativa últimamente. Pero he sido hasta hace bien poco tan fiel a la poesía, que lo mismo la narrativa ahora se venga y me da la espalda. Yo, por si acaso, me sigo insinuando.
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