José Ángel Mercader (Arde Bogotá): “La industria musical puede ser una trampa para la salud mental y no te das cuenta”
El sonido de Arde Bogotá destaca por su potente batería, sus enérgicos riffs de guitarra, la carga lírica de sus canciones y unas influencias eclécticas. Esta banda formada en Cartagena en 2017 ha ido paso a paso subiendo todos los escalones hasta alcanzar el éxito que les permite ahora abarrotar sus conciertos y estar en todos los festivales “para lo bueno y para lo malo”. Porque tienen los pies en el suelo y son conscientes del riesgo a la sobreexposición. Apuestan por una carrera larga, hablan de enterrar el mito del 'sexo, drogas y rock & roll' que consideran un estigma y defienden la importancia de controlar su carrera para avanzar por la senda que se han marcado. “Este es el trabajo más divertido del mundo y queremos conservarlo”, bromea el batería del grupo, José Ángel Mercader.
Lo hace unas horas antes de aterrizar en Cantabria por primera vez este verano para actuar en el festival Sonórica de Castro Urdiales, donde compartirán cartel con Amaral, Sidonie o Nil Moliner, entre otros. En las últimas semanas han obtenido seis premios de la Academia de la Música de España, donde fueron reconocidos en algunas de las categorías más importantes, desde mejor grupo a mejor álbum por 'Cowboys de la A3' o mejor canción con 'Los perros'. También acaban de estrenar una colaboración con Enrique Bunbury, que ha puesto voz a una versión de su tema 'La salvación', y tienen en mente ampliar sus horizontes para actuar en América Latina y Europa. Este ritmo frenético también es una de las cosas que les mantienen alerta. “La industria musical a veces puede ser una trampa para la salud mental y no te das cuenta”, admite 'Jota'.
El año pasado fue el de la consolidación absoluta de Arde Bogotá, con el éxito incontestable de 'Cowboys de la A3', y este verano tienen presencia en prácticamente todos los grandes festivales del país. ¿Cómo están yendo los conciertos hasta la fecha?
Sí, el año pasado fue muy intenso para la banda, y este año se ha traducido en la posibilidad de estar en todos los sitios, para bien y para mal [ríe]. Lo estamos cogiendo con muchas ganas. Estamos en mejores posiciones en los festivales y hay mucha gente interesada en nuestra música, o que se están sumando poco a poco, así que estamos disfrutando de verlo todo lleno concierto tras concierto.
Decía que Arde Bogotá está ahora mismo en todos los sitios “para bien y para mal”. ¿A qué se refiere? ¿Al riesgo a la saturación del público?
Sí, a la saturación. Quizás existe un riesgo a la sobreexposición. La parte buena es que nos va a poder ver mucha gente cerca de su casa, lo cual es maravilloso. Pero también puede cansar a algunos, aunque espero que no. Es nuestro trabajo… ¡y es maravilloso!
¿Han notado un gran cambio desde sus primeras apariciones en festivales hasta ahora, donde aparecen como cabezas de cartel y son uno de los grandes reclamos para el público?
Lo hemos notado mucho y en muchos aspectos, claro. Para empezar, ya no acabamos con quemaduras de segundo grado por tocar a las cinco de la tarde y a pleno sol [ríe]. Lo hacíamos con todo el gusto del mundo, evidentemente, pero ahora se ha sumado mucha, muchísima gente. Empezó a pasar en horas en las que todavía había bastante luz. El público canta todas las canciones y eso se nota sobre el escenario. Ese apoyo se palpa cuando estás actuando. También nos ha permitido disfrutar de una mejor producción, tener más medios para nuestros conciertos. Y, sobre todo, se ha convertido en un trabajo absolutamente serio. Y eso es maravilloso porque es el trabajo más divertido que hemos tenido nunca.
Hace unos años, los discos vendidos o el número de reproducciones en las plataformas digitales eran el termómetro para valorar el alcance de un grupo. ¿El éxito ahora se mide por las entradas vendidas? ¿Es en el directo donde se comprueba el verdadero interés que despierta una banda entre el público?
Yo creo que sí, la verdad. Que alguien tenga muchos seguidores en redes sociales o muchas escuchas en plataformas digitales no significa que luego vaya a vender muchas entradas. Tener una banda genera una cosa muy guay, y es que tengas más o menos oyentes, te permite disfrutar de un público muy fiel. Lo importante es conectar con la gente. Muchos grupos venden absolutamente todo, aunque tengan un tercio de las escuchas que otros artistas. El éxito sí creo que se puede medir en ese público fiel que agota las entradas y repite las veces que haga falta.
Aunque comenzaron a dar sus primeros pasos como banda en 2017, no fue hasta la publicación de su primer tema ‘Antiaéreo’ cuando comenzaron a sonar de forma masiva. Y cuando empezaban a despuntar… llegó la pandemia y las dificultades para actuar en directo por las restricciones sanitarias. ¿Ese inicio más o menos lento ha podido ser clave para la consolidación definitiva del grupo y presentar un proyecto mucho más armado?
Me temo que sí… 'Antiaéreo' lo sacamos de manera autónoma cuando estábamos empezando, y la canción, gracias a las redes sociales y al boca a boca, de forma bastante discreta, llegó a mucha gente y eso nos permitió darnos a conocer. Desde ahí, después de unos cuantos conciertos, la cosa se encauzó hasta que llegó la pandemia, cuando íbamos a publicar nuestro primer LP. Eso hizo que sacáramos las canciones de manera paulatina durante la pandemia y en el intento de vuelta a la normalidad todos los trabajadores del espectáculo tuvimos que reinventarnos: el público en sillas, con mascarilla, con producciones mucho más escuetas por el presupuesto… Eso nos hizo no renunciar a nuestro trabajo y empezar a tocar muy poco a poco, con un público que no era masivo. Pudimos hacer tablas, con poca gente, con pocos medios, lo que hizo que la banda se consolidara y se hiciera fuerte poco a poco. El público que estábamos ganando fue creciendo. Cuando sacamos nuestro primer disco ya teníamos mucho mayor atención del público. Con poco, pudimos hacer mucho ruido. Fue como nacer y crecer poquito a poco.
Nos tomamos el éxito como la oportunidad de ponernos serios y hacer lo que más nos gusta. Queremos poner un poco de distancia y que no nos afecte demasiado. Ese éxito tiene que ser la gasolina para seguir trabajando muchísimo y poder disfrutar de todo lo que estamos viviendo
Sin embargo, y pese a esas dificultades iniciales que estamos comentando, la sensación general para el gran público es que Arde Bogotá ha tenido un boom inmediato, que explota definitivamente el año pasado, con premios y reconocimientos muy importantes. Otros grupos tardan mucho tiempo en llegar donde ha llegado Arde Bogotá, o directamente no llegan nunca. ¿Cómo han vivido esa evolución a nivel interno? ¿Cómo se asume el éxito?
Tienes toda la razón y lo hemos pensado muchas veces: hay grupos que tardan muchos años en conseguir esto o no lo consiguen, y la banda es consciente de eso. Llevamos siete años sin parar, cuatro años haciendo ruido y, concretamente, 365 días haciendo muchísimo ruido. Es muy fuerte. Que hayamos sacado nuestro segundo disco, te nominen o te den premios importantes, que te den ya buenas horas en los festivales, que los conciertos se llenen, parece un fenómeno sobrenatural. A nivel interno estamos muy agradecidos porque sentimos que se reconoce el trabajo, pero para nosotros el éxito es trabajar, y el trabajo atrae más trabajo y mayor responsabilidad. Más allá de las sensaciones que te puede despertar recibir un premio o vender un Wizink en un día, nos lo tomamos como la oportunidad de ponernos serios y hacer lo que más nos gusta. Queremos poner un poco de distancia y que no nos afecte demasiado, la verdad. Ese éxito tiene que ser la gasolina para seguir trabajando muchísimo y poder disfrutar de todo lo que estamos viviendo.
Precisamente sobre esa profesionalización de la banda quería preguntarle, porque tengo entendido que durante bastante tiempo compaginaron sus trabajos con la música, que no era la actividad principal de los integrantes de Arde Bogotá. ¿Cuándo se dieron cuenta definitivamente que podrían vivir de sus canciones y disfrutar de ese trabajo “más divertido del mundo” del que hablaba antes?
Nosotros sacamos nuestro primer disco, 'La Noche', en 2021. Ese año ya dimos bastantes conciertos. Debido al ruido que estaba generando ese disco y al apoyo que mostraba el público, pudimos hacer una gira bastante extensa de 87 conciertos. Fue en ese momento cuando empezamos a pensar, primero, que íbamos a morir si seguíamos compaginando ese ritmo de conciertos con nuestros trabajos entre semana. Antonio era abogado, por ejemplo. Yo era profesor… Sabíamos que iba a haber un nivel de ingresos modesto, pero continuado. Recuerdo llamar a mi madre en la Navidad de 2021 a 2022 y contarle que, si seguía así, iba a morir [ríe]. Ella me dio todo el apoyo. Yo pensé que si mi padre lo veían bien… Yo he tocado en bandas desde los 15 años, pero en la calle, de modo muy 'garajero', como un pasatiempo. Si ella lo veía bien, yo me sentía seguro. Intentamos hacer una previsión y tuvimos que dar el salto en la primavera de 2022 para estar totalmente entregados al proyecto y tener tiempo suficiente para estar a la altura, para innovar y componer. Durante un tiempo fue arriesgado, porque pasamos de un sueldo estable, que te permitía vivir como una persona normal, a una cosa bastante escueta en salario… pero que merecía la pena. Si no arriesgas, no sabes ni puedes ganar. Y en Arde Bogotá siempre hemos arriesgado.
Supongo que pasar de tocar en pequeñas salas a grandes recintos, con miles de personas coreando sus canciones, será un subidón de adrenalina tremendo, pero debe tener también unos riesgos para mantener los pies en el suelo y seguir su camino sin cometer errores. ¿Se preparan de alguna manera, a nivel individual o de grupo?
La industria musical a veces puede ser una trampa para la salud mental y no te das cuenta. Tienes que aprender a gestionar estar delante de muchísima gente, evitar el pánico escénico, superar la presión que te pones tú para estar a la altura y que te exiges a ti mismo… Cuanta más gente te escucha, más nervios, más presión, más responsabilidad. Todo eso se mezcla con estar mucho tiempo en la carretera, con dormir mal, con estar cansado. Es complicado y hay que gestionarlo. Si no estás bien, no puedes salir al escenario a darlo todo. Daría para una reflexión mucho mayor, la verdad…
¿Y cómo se preparan para afrontarlo? Tanto las consecuencias del éxito como el miedo al fracaso…
Nosotros intentamos aislarnos bastante y estar en casa. Nos importa más eso que titulares, críticas, opiniones, redes sociales... Intentamos que no nos influyan. Tampoco los premios o los reconocimientos, aunque sea algo bueno y disfrutemos con ellos. Creemos que la música hay que vivirla al 110% y para eso tienes que estar bien. Es muy importante cuidarse, en todos los sentidos. Tanto a nivel individual como de banda. Intentamos pensar que estamos trabajando mucho y está resultando en algo bueno, estamos siendo premiados por ello. Eso es maravilloso. Tienes que saber dónde estás y guardarte de cualquier cosa que ponga en riesgo tu sueño. Teniendo esas cosas claras, no tienes que volverte loco. También, intentar llevar un estilo de vida que sea sano, porque mucha gente puede entrar en una debacle, es una espiral de autodestrucción.
¿El mito del 'sexo, drogas y rock & roll' ya ha quedado enterrado definitivamente?
¡Claro! Eso ha seguido hasta el día de hoy, pero creo que es un mito que ha hecho mucho daño. Ha pasado de ser una cosa supuestamente glamurosa a ser un estigma que te puede afectar en tu vida personal. Es un problema muy grande, porque te afecta a ti, afecta a tu banda y afecta al público. Nosotros tenemos muy claro que debemos estar al 100% en todo y evitar cualquier comportamiento que te haga entrar en esa espiral de autodestrucción. Lo bueno de una banda es que te puedes apoyar en tu gente, no solo en los más cercanos, en toda tu crew, porque al final estamos en una familia gigante que puede ayudarte en todo. Nosotros tenemos la suerte de no haber caído en ningún tipo de desgracias de este tipo… Es verdad que hay que estar siempre vigilante porque estamos muy expuestos.
Tienen por delante una gira muy intensa, que les traerá hasta Cantabria este verano, y que hará parada en casi todas las grandes citas musicales del país. ¿Pueden componer y trabajar en el próximo disco mientras están en la carretera o harán un parón para recuperar fuerzas y componer el que será su tercer álbum?
¡Es muy jodido! [Ríe]. Hay gente que tiene la capacidad de trabajar en la carretera, en la furgoneta, pero nuestro lugar de composición y de trabajo es el local de ensayos. Intentamos sacar huecos para hacerlo, pero una gira con tantos conciertos, en España y fuera de España, es una experiencia que genera historias que pueden desembocar en un disco, y para eso hay que tener tiempo de sentarse y traducirlo en música. Luego, llevarlo a la banda y que hagamos la jam session de siempre para generar canciones. Necesitamos tranquilidad, calma y estar en el modo de componer y crear.
Por cierto, ¿qué opina del formato festival? En los últimos años se ha impuesto este modelo de escuchar música, y me gustaría saber cómo se siente una banda como Arde Bogotá dentro de esta rueda…
Creo que el formato festival y su proliferación es una respuesta a cómo ha evolucionado el ocio y la sociedad, sobre todo, después de la pandemia. Hay un aspecto más hedonista y disfrutón, de tempus fugit, en el que la gente quiere aprovechar. Eso hace que haya más propuestas, aunque a veces entre ellas se parezcan mucho. Puede ser peligroso, pero está bien que haya en tantos y en tantos lugares de España. Eso facilita mucho las cosas al público, que puede ver a los grupos que le gustan más cerca de casa y a un precio más asequible. Eso es lo bonito. El riesgo está en que haya demasiada oferta para la demanda que hay...
¿Y da tiempo para ir a conciertos o escuchar a otros grupos en directo mientras está de gira o es prácticamente incompatible?
Bueno… [ríe]. Hay una cosa que no me gusta de este trabajo, y que es precisamente el motivo por el que empecé en la música: escuchar y admirar a otras bandas. Sin embargo, a veces tenemos la suerte de coincidir en festivales con grupos que nos hubiera encantado ver. Por ejemplo, hace poco estuvimos en el Azkena Rock en Vitoria, y pudimos ver y conocer a Queens of the Stone Age, que nos encanta a todos. Muchas veces no vamos a los conciertos solo a escuchar, también vamos a aprender, a recibir cátedra. Solo cuando hay tiempo puedes hacerte una escapada para ver a Pearl Jam y seguir aprendiendo, por ejemplo. Hay que ser humildes y tomar mucha nota de lo bien que lo hacen otros.
Recientemente han colaborado con Enrique Bunbury, haciendo una versión muy especial de su tema ‘La salvación’. ¿Qué han aprendido de esa experiencia?
Que hay que ser muy buen profesional y muy buen músico para saber adaptarte a distintas situaciones. Él y nosotros, con 'La Salvación', decidimos recomponer la canción, que no es la misma. Incluso el compás cambia. Lo hicimos para poder dar la oportunidad a Enrique en esta colaboración de ser artístico sobre una cosa nueva, que todo fuera un ejercicio de composición e imaginación maravilloso. De él hemos aprendido a salir de la zona de confort y que se pueden tocar armonías de todo tipo a nivel vocal para adaptarse a un territorio que es nuevo. Salir a territorios nuevos es inspirador porque te hace conocerte mejor. Eso, y que hay que tener templanza y estar a la altura de las circunstancias. Tuvimos la oportunidad de vernos y tomar un café con él cuando coincidimos en México y podrías tirarte horas hablando con él.
Hablábamos de la colaboración con Bunbury, de las nominaciones a los Grammy Latinos o de los seis premios de la Academia de la Música de España que obtuvieron recientemente… ¿Cuál es la siguiente estación de Arde Bogotá? ¿El siguiente hito que les gustaría conseguir?
¡Un Goya! [Ríe]. Eso sería la hostia… ¡Nos encantaría!
¿Y hay algún proyecto por ahí?
[Se lo piensa] Nada, sobrevivir a los conciertos de este año, preparar algo espectacular que no se haya visto nunca para el fin de gira en el Wizink y el Sant Jordi Club y poder sacar canciones nuevas. De cara al año que viene, ir más por Latinoamérica y Europa. Ahí tenemos que empezar por abajo y picar mucha piedra, lo que nos recuerda a cuando empezábamos. Es maravilloso. Hay que ganarse al público y nos recuerda a lo que era el éxito cuando la banda era mucho más pequeña. Es un regalo seguir teniendo esa sensación. Queremos seguir siendo una banda que disfrute de esos momentos.
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