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ENTREVISTA
Cantautora

Inés Fonseca, cantante: “El verdadero artista ha de ser humilde para seguir aprendiendo y seguro para poder acabar lo empezado”

Inés Fonseca, cantante y compositora.

Javier Fernández Rubio

Santander —

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Cuando Inés Fonseca se baja del escenario, dejando atrás el derroche de su voz, siente la misma vergüenza que sentía cuando subió por primera vez en el año 2000 y un impulso irrefrenable por darse a la huida. Pero su público aplaude y algo debió ir bien porque el oyente “está en lo que siente y cómo lo siente”. Cantante, compositora, profesora, escritora, María Agnes Fonseca Legrand, conocida como Inés Fonseca (Santander, 1960), ha hecho de la música una manera de vivir y de ser en el mundo.

Por sus cuerdas vocales han pasado los poemas de José Hierro, de Ernesto Cardenal, de Miguel Hernández y también sus propias composiciones. Es una artista de culto que, sin discográfica ni manager, se ha abierto paso en un mundo que es tan suyo como de su público. Este mes vuelve a subirse al escenario, en la sala Galileo de Madrid, a presentar sus últimas canciones recogidas en su disco Ser Agua. Vuelve para darlo todo con su prodigiosa voz y para recoger los aplausos que siempre son los que la anclan a la escena y evitan que se dé a la huida.

¿Por qué se hace llamar Inés si su nombre es Agnes?

Mi madre me puso el nombre de su abuela, Agnes. Inés es la traducción. Cuando volví de Bélgica nadie pronunciaba bien mi nombre: la gn en francés es nuestra ñ. Mi nombre sonaba mal y buscamos la traducción. La historia es sencilla y auditiva. La a con la g, ya de pequeña, no me gustaba como sonaba.

¿Hasta qué punto haber vivido en Bélgica le ha marcado?

Yo nací en Santander. Soy la tercera de tres hermanos. Cuando nació el cuarto, hubo problemas tanto para mi madre como para el pequeño. Decidieron enviarme con mis abuelos a Bélgica. El pequeño murió y mi madre entró en depresión. Cuando se recuperó, yo llevaba cuatro años en Bélgica. El francés fue el idioma con el que empecé a relacionarme. Cuando volví, con nueve años, me enfrenté al español y a una nueva vida.

¿Qué supone para usted vivir en Santander?

Santander es mi ciudad. Al igual que no escogemos la familia con la que deseamos vivir, tampoco escogemos la ciudad. Para una artista, Santander puede inspirar, pero no darte de comer. Es la razón por la que la gran mayoría de artistas se van a la capital.

Para una artista, Santander puede inspirar, pero no darte de comer. Es la razón por la que la gran mayoría de artistas se van a la capital

Cantante, compositora, música, poeta... ¿por qué se decanta o es todo parte de lo mismo?

Soy un compendio de todo ello. Cuando escribo tiene más peso la palabra y cuando compongo pesa más la música. Y cuando canto, mi voz tiene que expresar ambas cosas, la idea y la música.

¿De dónde procede la música en su vida? Si hubiera que rastrear su pasado, ¿cuál sería la punta del ovillo?

Recuerdo a mi madre cantándome canciones de cuna en francés o cantando la Bohème en la cocina de casa mientras preparaba una deliciosa tarta de manzanas. Durante la Segunda Guerra Mundial esa joven cantaba en las emisoras de radio para animar a los jóvenes soldados compatriotas. Tenía una voz preciosa. Pienso que el ovillo de mi música comienza en el vientre de mi madre.

Pienso que el ovillo de mi música comienza en el vientre de mi madre

¿Tiene formación musical?

Comencé la carrera de Hispánicas en Valladolid y, a la vez que estudiaba, cantaba en las salas o en los bares mis propias canciones. Pero tuve que abandonar la carrera para volver a Santander y cuidar de mi madre. Mi padre no podía atenderla y me ofreció la posibilidad de estudiar música en Santander de forma oficial, en el conservatorio. Cuidar de ella y estudiar guitarra, canto y las demás asignaturas era algo que podía compaginar y así lo hice. Fueron diez años que me marcaron especialmente porque la enfermedad de un ser querido es dolorosa de llevar y si es una depresión crónica es terrible. Como muchas depresiones acabó en suicidio. Después de esta ruptura, la música me lleva a Madrid para acabar la carrera de canto. La guitarra la dejé en sexto.

¿Por qué decidió interrumpir su carrera dentro de la música clásica y optó por componer y cantar en los más variados estilos? 

Recuerdo esos años un tanto confusos. Me casé, tuve un hijo y la música volvió por arte de magia. Volví a componer, y me olvidé por completo de la clásica. Volví a escuchar mis grandes referentes como Neil Young, Joni Michel, Cat Stevens, María Betania, Sisi Possi, George Brassens, Jacques Brel… Volví a mi amistad con Luis Eduardo Aute, Luis Pastor y otros compañeros y compañeras que dejé aparcados durante ese tiempo.

¿Tiene la música un valor terapéutico? 

Cuando mi hijo tenía cuatro años contraje una enfermedad rara que me desconectó del mundo durante casi tres años. Cuando salí de ella, la música y mi poesía ayudaron a resetearme y seguir adelante. Creo que la música tiene una parte terapéutica importantísima. Yo la vivo así. Me ayuda a resolver mi mundo, las preocupaciones, a entender lo que me rodea, a empatizar…

¿En qué se inspira para producir una canción?

Todo lo que sucede a mi alrededor me inspira. Lo bueno y lo malo. Las pequeñas cosas y las grandes. Lo que me afecta directa o indirectamente.

¿Si tuviera que presentar su último trabajo, ¿cómo lo haría?

Ser Agua es el resultado de años de composición, de escritura, de intentar entender el mundo que me rodea.

¿Qué supone usted su actuación el 30 de enero en Madrid, en la sala Galileo?

El 30 de enero, en la Sala Galileo, será un concierto presentación de Ser Agua en Madrid. Será especial porque estaré lejos de mi entorno habitual, pero las personas no son tan diferentes de una ciudad a otra. Todas compartimos las mismas preocupaciones y las mismas emociones y compartiré en Madrid lo mismo que en mi tierra.

¿Cómo ha evolucionado su trayectoria hasta este momento?

Desde que produje mi primer disco en el año 2000 hasta ahora he sido yo misma. No he tenido una compañía discográfica detrás y siempre he sido libre a la hora de crear. También es cierto que he ido a contracorriente, pero porque he creído en lo que hacía. En la música ha existido un espacio musical vacío a nivel poético. Amancio Prada es la excepción. He trabajado de forma incansable para que los centros culturales, teatros y universidades pudieran acceder a mis trabajos, pero sin mánager he ido con la rapidez correspondiente. Ser Agua es mi trabajo número doce. Han pasado veintitrés años desde mi primer disco y he creído oportuno cantar mis propias letras, defender mi modo de entender y ver la vida.

Usted ha puesto música a una larga serie de poetas. ¿Con qué dificultad se ha encontrado?

He musicalizado a grandes poetas y el más difícil para mí ha sido Ernesto Cardenal. Musicar sus epigramas fue sencillo, pero lo complicado vino cuando me enfrenté a los largos poemas Del Canto Cósmico. Tuve que pedirle permiso para extraer unos pocos versos del poemario. Gracias a su autorización pude redondear el libro disco con temas como Somos polvo de estrellas, Aldebarán y Dos en uno, que dio título al disco.

¿A qué poeta le ha llenado más musicar?

El poeta que más me ha cautivado a la hora de musicalizar ha sido Miguel Hernández. Fueron años, cientos de horas de investigación, de lectura sobre su vida, su poesía, incluso sus cartas. Toda su correspondencia recogida en sendos tomos era mi lectura habitual a la hora de acostarme. Sobra decir que soñaba con él y su entorno. Vuelo, que así se llama el libro-CD sobre Miguel Hernández, ha sido mi compañero en muchos conciertos en España y fuera de ella. Mi música y su poesía están especialmente unidas.

¿Qué tipo de relación hay entre la poesía y la música?

Durante los años que llevo musicando poesía me he encontrado numerosos detractores que antes de escucharme me condenaban por musicar aquello que según ellos ya tenía música. No voy a entrar en esa polémica porque la poesía no es algo intocable y, si así fuera, estaría bien que lo guardaran en un cajón bajo llave. Cuando la poesía sale al lector, la pertenencia es del lector. Si los poetas editan y permiten que su poesía sea leída, no debieran de temer que su poesía sea cantada. Cuando a un poema le añades música, vuela. Se hace más grande. Entra a nuestro interior no solo a través de los ojos y la mente, sino que se suman la emoción de una armonía, de una melodía, de unos instrumentos y una voz. El oído y la emoción suman.

Durante los años que llevo musicando poesía me he encontrado numerosos detractores que antes de escucharme me condenaban por musicar aquello que según ellos ya tenía música

¿Qué aportan sus canciones que no se haya dicho ya en palabras de otros?

Cuando un compositor compone una canción, un pintor pinta un mural o un cuadro, cuando un escultor se recrea en la piedra o en el bronce, en fin, cuando un artista se explaya en su quehacer, no está pensando en lo que aporta, simplemente se está expresando. Cuando canto, bien con mis poemas o con los poemas de otros, solo hago lo que sé hacer… expresarme a través de mi voz, de la palabra y la música.

¿Es usted una artista narcisista?

El narcisismo está reñido con la empatía. Soy de naturaleza empática, me pongo en la piel del sufrimiento y de la alegría. Eso no me ayuda a vivir, pero me enseña lo que es la vida.

¿Es necesaria cierta dosis de vanidad y ego para hacer arte? ¿Todo artista no es más que un presuntuoso, en el mejor sentido de la palabra, que está convencido de que los demás han de prestarle atención?

El artista, ante todo, es una persona con sus más y sus menos. En el ADN del artista no está la vanidad. Hay artistas humildes y vanidosos, al igual que hay funcionarios, empresarios, cocineros y demás profesionales o no, vanidosos y también humildes. El mundo es una gran botica de personas con su identidad. El verdadero artista, a mi entender, tiene que ser humilde para seguir aprendiendo y tiene que ser seguro para poder acabar lo empezado. Siempre hay que dar más y sentir que puedes dar más.

¿Le gusta el contacto con el público, le intimida?

Nadie va a un espectáculo con una pistola en la espalda, así que, cuando salgo al escenario pienso que las personas que están ahí han ido porque les apetece escucharme. A partir de ese primer momento, el vínculo ya está creado. El contacto del oyente está en lo que siente y cómo lo siente y de ahí nacen los aplausos como respuesta a lo que han escuchado y sentido. Yo lo doy todo en una actuación y pienso que el oyente lo intuye y aplaude con más fuerza. Pero cuando acaba la actuación es cuando me entra una vergüenza difícil de explicar y mi deseo es el de salir corriendo. Nadie se lo explica, yo tampoco. A pesar de mi edad, no he perdido la timidez, creo que va innata en mi persona.

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