La dimisión de Blanco, el enésimo capítulo de una guerra interna que parece no tener fin en Podemos Cantabria
Cuando parecía que los tiempos de reproches y dardos envenenados entre unas facciones y otras de Podemos Cantabria habían terminado, o habían disminuido en su intensidad, la dimisión del hasta ahora diputado morado José Ramón Blanco tras las denuncias de acoso de tres compañeras ha dejado claro que se trataba de un espejismo.
A mes y medio para elegir cabeza de lista para las elecciones autonómicas de 2019, el sector afín a la secretaria general, Rosana Alonso, y el de la diputada crítica con la dirección, Verónica Ordóñez, reavivan la llama del enfrentamiento que ya tuvieron en abril durante las primarias del partido.
Y es que todo apunta a que en el proceso que concluirá a finales de noviembre con candidato o candidata a la Presidencia de Cantabria se jugará el partido de vuelta de aquellas primarias en las que Alonso, respaldada por Blanco, se impuso por 41 votos a la otra candidata, que inicialmente partía como favorita.
Pero hasta llegar a ese punto, las crisis en el seno de la formación se han ido sucediendo a lo largo de los tres años desde que se asentó en Cantabria. La primera de ellas fue bien pronto, en las elecciones internas de 2015, las cuales acabaron en los tribunales ante la expulsión del proceso del exsecretario de Podemos en Santander y abogado Juanma Brun.
Su rival, Blanco, lideró la candidatura y logró un buen resultado al obtener tres diputados en el Parlamento. Sin embargo, el Consejo Ciudadano Autonómico (CCA), el órgano de dirección política, le retiró la confianza poco tiempo después, en la primavera de 2016, lo que provocó su abandono como secretario general.
No obstante, la dimisión de su sucesor, el exsecretario general Julio Revuelta en junio de 2017 -que se había impuesto con claridad en las primarias un año antes- junto con la de parte importante del Consejo Ciudadano Autonómico desencadenó el estallido definitivo de una guerra fraticida.
Dirección en funciones
Fueron diez meses hasta las primarias con una dirección en funciones, a cargo del entonces coordinador autonómico, Alberto Gavín, que no contentaba a los círculos de mayor peso en la comunidad, y que contaba casi con el único apoyo del conocido como 'sector castreño'. Reproches y acusaciones cruzadas entre peticiones reiteradas de primarias por parte de los críticos marcaron este periodo, a lo que había que sumar el enfrentamiento abierto entre los tres diputados del grupo parlamentario, más palpable entre Blanco y Ordóñez.
A pesar de que en abril se esperaban unas primarias que siguieran esa línea convulsa, se celebraron en una relativa calma que ha perdurado hasta ahora. Pero según los nuevos acontecimientos, los tiempos de agitación política en el partido morado vuelven a emerger a las puertas de un proceso que marcará la trascendente cita electoral de 2019, y con el hándicap de las ilusiones y el empuje de un Podemos ambicioso recién aterrizado en la escena política en 2015 desvanecidos.