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Debate tú… que a mí me da la risa

Dice el escritor y profesor universitario inglés Simon Sinek que “El liderazgo es una forma de pensar, una forma de actuar y, lo más importante, una forma de comunicar”. Y les traigo esta cita al hilo de la controvertida decisión del presidente del gobierno de no participar en el debate a cuatro bandas que ha organizado un canal de televisión para el próximo día 7 de diciembre.

Me llama mucho la atención que Mariano Rajoy deje pasar esta oportunidad de confrontar sus ideas con sus principales rivales en las urnas y más cuando, en repetidas ocasiones, no ha dejado de lamentarse por activa y por pasiva de que “el gobierno ha hecho las cosas muy bien pero quizá no hemos sabido comunicarlas”. Francamente, se me ocurren muy pocos lugares y momentos mejores para comunicar debidamente de una vez por todas esas cosas tan estupendas que dicen que han hecho y más cuando, si en algo coincidirán sus tres adversarios, será, sin duda, en justo lo contrario.

Bueno, está claro que se trata de una decisión estratégica encaminada a mantener un perfil bajo ante la inminente cita electoral, pero teniendo en cuenta las explicaciones que ha dado sobre su ausencia y las consecuencias que podemos extraer sobre la misión encargada a Soraya Sáenz de Santamaría, podemos afirmar que su espantada es mucho más que cuestionable.

Empecemos por las razones que -según él- le impiden asistir al debate. La más esgrimida es la “falta de tiempo”. Pues no sé, pero yo creo que discutir las propuestas de su partido para la próxima legislatura, confrontándolas con las de sus principales rivales, difícilmente se puede considerar una pérdida de ese mismo tiempo del que dice carecer. Si pensamos que esto nos lo dice un señor que se pasó buena tarde del pasado miércoles en una cadena de radio comentando la jornada de fútbol europeo y que, además, ha anunciado su inminente presencia en el espacio “Qué tiempo tan feliz”, convendrán ustedes con Albert Einstein y conmigo en que eso del tiempo… es relativo.

Por lo que respecta a enviar al debate a su mano derecha, solo podemos entenderlo en dos claves: o bien desprecia a Sánchez, Rivera e Iglesias considerándoles en el escalón del segundo de abordo… o bien les tiene miedo.

La experiencia nos dice que Mariano Rajoy se mueve como pez en el agua cuando las olas empiezan a adquirir tintes de temporal. Sencillamente, se hace el muerto. Y quizá haya que admitir que no le ha ido del todo mal flotando boca arriba. Tampoco es que a Soraya le falten tablas, ni se arredre frente a lo que le pongan enfrente, pero el líder solo es uno, los demás son subalternos. Valiosos, pero subalternos.

Me imagino que los aspirantes hayan quedado tan decepcionados como yo con la ausencia del número uno del PP en el debate, pero quizá interpreten esto como un signo de debilidad, olisqueen la sangre y aprovechen la oportunidad.

Finalmente no quiero dejar de comentar el curioso estado de la política que ha llevado a los principales líderes a enfrentar sus ideas no en el parlamento, ni siquiera en el debate, sino en la batalla de las audiencias televisivas. Les vemos cantar, bailar, reír, llorar, saltar, cocinar; conocemos a sus primeras novias, a sus padres, a sus hijos, sus aficiones, sus platos favoritos, su lado humano. Y para mí que ese acercamiento, esa desmitificación no nos lleva -como ellos pretenden- a considerarles personas normales, no, sino más bien a verlos como los pesados que realmente son.

Como escribía este fin de semana alguien con mucha gracia en twitter: Hoy tenía la televisión apagada… y ha salido Albert Rivera.

Dice el escritor y profesor universitario inglés Simon Sinek que “El liderazgo es una forma de pensar, una forma de actuar y, lo más importante, una forma de comunicar”. Y les traigo esta cita al hilo de la controvertida decisión del presidente del gobierno de no participar en el debate a cuatro bandas que ha organizado un canal de televisión para el próximo día 7 de diciembre.

Me llama mucho la atención que Mariano Rajoy deje pasar esta oportunidad de confrontar sus ideas con sus principales rivales en las urnas y más cuando, en repetidas ocasiones, no ha dejado de lamentarse por activa y por pasiva de que “el gobierno ha hecho las cosas muy bien pero quizá no hemos sabido comunicarlas”. Francamente, se me ocurren muy pocos lugares y momentos mejores para comunicar debidamente de una vez por todas esas cosas tan estupendas que dicen que han hecho y más cuando, si en algo coincidirán sus tres adversarios, será, sin duda, en justo lo contrario.