Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Territorios amables
Durante la semana llegaba del cole, de entrenar o de francés, que suponían para mí el final de un día. Era entonces cuando recuerdo jugar con mi hermana a adivinar cuánto valía el escaparate de Joaquín Prat o los viernes llegaba el concurso de la Ruperta, las secretarias con sus gafotas, Ángel Garó, los eternos debates en las subastas.
Imagino en la actualidad el 'Un, dos, tres', con Lydia Bosch como azafata después de sus papeles de culto en 'Lleno por favor' (sí, la del Gasofa...) o '¿Quién da la vez?' (sí, la de Viviano...) calculando los aciertos de palabras que terminan en -dad. Un, dos, tres, responda otra vez: “Sostenibilidad, transversalidad, impunidad, municipalidad, generosidad, viralidad, empoderamiento....”. Tinitiiitinitiitinitiii....vale, salen los supertacañones y me dicen que la palabra empoderamiento no es válida. Lo sé, no ha colado, pero es que había que decirla, que el disco se ha rallado ya en algún discurso.
Pues bien, hoy toca hablar de una de esas palabras que en los últimos meses parece que se está poniendo de moda en nuestro día a día y, por qué no decirlo, se ha colado en las agendas de las administraciones públicas, esperemos que para bien: la movilidad.
La movilidad, y con ello la libertad de circulación, pasa por ser uno de los conceptos fundamentales de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Pero no quiero referirme a la movilidad como lo hace ese artículo 13, sino a la movilidad diaria en nuestros pueblos y ciudades. La movilidad de peatones, ciclistas, conductores de coches, tractores, autobuses o burros.
Es en esa movilidad diaria en la que uno pide respeto como lo hacía la reina del soul en uno de sus discos para la Motown. Ese sello musical que firmaba mejor que el Sevilla de Monchi.
Uno andando o en bicicleta lo pasaba mal en mi ciudad, y aunque siga habiendo grandes deficiencias y evidentemente esta no sea el paradigma de una ciudad amable para la movilidad, se van haciendo actuaciones que pueden mejorar este aspecto en estos años.
Torrelavega, Cantabria, España en general siempre mira el pasado con un aire de que “tiempos pasados siempre fueron mejores”. Supongo que eso va en nuestra cultura latina y Torrelavega no es una excepción, ya que sumida en una crisis económica que ya parece sempiterna, recuerda con tristeza cuando se la conocía como la ciudad del dólar, pero otros echamos de menos cuando parece que era conocida como la ciudad de las bicicletas.
Hay crónicas que hablan de ella como la capital española de la bicicleta en los años 50 junto a Eibar. Todos utilizaban las bicis por la ciudad para ir a los trabajos o los jóvenes en sus funciones de pinche para ganarse unas perras. Hileras de bicicletas vertebraban el centro de la ciudad.
Esto ha cambiado, como el modelo social y económico. Con ello, el medio de transporte privado ganó espacio al colectivo y las bicicletas y peatones dieron paso a coches y motocicletas.
No solo la sociedad, el espacio también ha cambiado. En la actualidad se ven muchos más espacios privados de los que había en el pasado. Hay que tener en cuenta que el espacio público requiere continuidad, mientras el espacio privado se caracteriza por su fragmentación y hay situaciones cotidianas, del día a día, que me hacen preguntarme cuáles son mis derechos como ciudadano y por qué tengo que tragar con situaciones cotidianas que son kafkianas.
El peatón debería disfrutar de libertad para moverse por las ciudades y tener en buenas condiciones y adaptadas las calles por las que transita. Pues bien, hay situaciones que por falta de educación de nuestros vecinos, o una mezcla de dejadez y caradura, hacen que esta libertad de movimientos se vea coartada. Por poner un par de ejemplos: ¿Es lógico que en nuestras ciudades debamos sortear mesas y sillas de muchos establecimientos hosteleros, que incluso ya nos roban nuestro espacio poniendo hasta mamparas, expandiéndose mucho más allá de los límites asignados por la ordenanza municipal? ¿Hasta cuándo se va a hacer la vista gorda con muchos conductores que aparcan sus automóviles sobre las aceras, haciendo muchas veces que debamos salir a la calzada e incluso que gente con carritos o sillas de ruedas vean imposible seguir por allí su camino?
Las ciudades deben ser para la gente. Son escenarios de vida. Por ello, deben ser diseñadas o, en su defecto, reformuladas para ser amables en nuestro día a día. Debe haber una visión más equilibrada entre los automóviles y el peatón, siempre con un mayor peso y progresivo aumento de éste último, además de que crezcan otros medios de transporte como la bicicleta u otros que sirvan para conseguir una movilidad más saludable o eficiente.
Actuaciones como las peatonalizaciones, la creación o mejora de los carriles bici, la eliminación de bordillos y aceras a nivel de calzada con la continuidad del plano, pasillos verdes, son medidas que mejorarían la movilidad ciudadana y que deben ser integradas en todos los planes que se precien. No puede ser que sigamos viendo, como ha ocurrido recientemente en la capital cántabra, proyectos cómo el del metro-TUS donde se pretende mejorar este aspecto y se dejan de proyectar carriles bici que lo acompañen. Es hora de acabar con la tiranía de las infografías, la presentación de monorraíles como el de Springfield o demás sanjuanadas y crear espacios adaptados para los vecinos.
Hay medidas sencillas que se ha comprobado como han mejorado la movilidad: por ejemplo, la eliminación progresiva de semáforos en Torrelavega ha servido para dar fluidez al tráfico y tránsito de vecinos. Ejemplos que podrían parecer inviables, como los de Julián Ceballos a su paso por el Bulevar Demetrio Herrero, han servido para comprobar como unos pasos de peatones pueden hacer mejor función de semáforos que únicamente complican el paso de peatones y vehículos.
Otras medidas requieren de una mejora en la coordinación o sintonía entre organismos. No puede ser que los horarios de trenes y autobuses, si promocionamos una intermodalidad, estén totalmente descoordinados y cuando bajes del tren el autobús ya esté con su Cadena Dial sonando a varios kilómetros.
Debemos ser capaces de demandar lo que nos corresponde y ello son ciudades en las que el vivir sea amable, acorde a nuestras necesidades y con ciudades adaptadas y preparadas para el fomento de una movilidad sostenible.
Esto necesita de mucha imaginación y educación. Educación de conductores con peatones, de ciclistas con peatones, de conductores con ciclistas. Es decir, educación mutua entre unos y otros y siempre teniendo en cuenta quiénes son los más expuestos e indefensos en calzadas o aceras. Quizá es mucho pedir, pero si lo conseguimos, todos ganaremos.
Ya lo dijo Aretha: “Think. Think. Think... Think about it. You better think!” Pensemos en ciudades para vivir y disfrutar de ellas a partir de un desarrollo de nuevos modelos de movilidad.
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