Que la batalla por el poder en el PP de Cantabria iba a estar muy igualada entraba dentro de todas las quinielas, pero que la diferencia que haya decantado el liderazgo entre el hasta ahora presidente, Ignacio Diego, y su sucesora y secretaria general durante los últimos 13 años, María José Sáenz de Buruaga, haya sido de cuatro votos ha sorprendido incluso a los más veteranos y ha provocado la estupefacción entre los derrotados.
De hecho, cuando después de unos minutos de auténtica agonía para uno y otro bando se han hecho oficiales los resultados del duodécimo Congreso Regional de los populares cántabros, que se ha celebrado este sábado en el Palacio de Exposiciones de Santander en un clima de máxima tensión, los gritos de “tongo, tongo” se han dejado escuchar de forma contundente entre los compromisarios que no daban crédito a un margen tras estrecho en favor de la candidata de Génova.
Y es que la hasta ahora número dos de la formación conservadora ha arrebatado definitivamente el liderazgo del partido al que ha sido su jefe y mentor político durante más de una década, que, para añadir más intriga, había sido el vencedor de las primarias abiertas entre los afiliados hace apenas dos semanas por 154 votos. Su victoria entonces no fue lo suficientemente amplia como para dar por zanjado el proceso interno, por lo que la decisión final quedó en manos de los compromisarios.
Según ha explicado ante un plenario dividido al extremo el presidente de la Mesa del Congreso, Pedro Nalda, de los 975 compromisarios con derecho a voto, lo han ejercido 916, lo que supone una participación del 93,95%. Entre los votos emitidos, 458 han sido para la nueva presidenta (50,22%), mientras que Diego ha logrado 454 apoyos (49,78%) y ha habido 4 votos nulos y ninguno en blanco.
Tras proclamarse como nueva presidenta del partido, Buruaga ha asegurado en su primer discurso que ser elegida es el “mayor honor” de su vida y se ha comprometido a hacer que el PP vuelva a ser una “máquina de ganar elecciones” y “con posibilidades de Gobierno”. “El PP ha sabido tomar la decisión correcta”, ha dicho rodeada por sus fieles.
Complejo proceso de reconstrucción
La tarea que tiene por delante Buruaga es titánica. La división es total y ni siquiera está claro que los resultados de este Congreso Regional sean inamovibles, porque la idea de la impugnación sigue sobrevolando entre los perdedores. No así en la cabeza de Diego, que en su primera intervención ante los medios ha aceptado su derrota y ha asegurado que está “a total disposición” de la nueva presidenta.
Desde su entorno, sin embargo, han sido muy críticos con todo el proceso electoral, denunciando afiliaciones masivas, modificaciones en el censo, maniobras a favor de la nueva líder tanto desde la dirección nacional como entre los trabajadores del partido, y es más que probable que se solicite una investigación judicial por sospechas de amaño, lo que enturbiará aún más una transición que se antoja complicada.
Buruaga y Diego se han saludado ante las cámaras y se han dedicado palabras de cariño en sus respectivas intervenciones, una actitud que dista mucho de la cruenta batalla que han sostenido en los últimos dos meses, con insultos y descalificaciones personales desde ambos equipos de campaña y acusaciones de traición que han tenido especial dureza en las redes sociales.
Buruaga, que, antes de subir al escenario para pronunciar su primer discurso como presidenta ha acudido donde se encontraba Diego y se ha abrazado a él, ha afirmado que “un compañero vencido es un amigo que tenía simplemente una opinión distinta”, pero los mensajes de unidad y reconciliación no han calado entre el público, donde se han visto continuos roces y gestos de reprobación.
Ante este escenario, muchos de los compromisarios han abandonado la sala tras conocerse los resultados, antes incluso de que la nueva presidenta diera a conocer a su nuevo equipo y pronunciara sus primeras palabras, y los afines de Diego que forman parte del Comité Ejecutivo de manera nata -por los cargos públicos que desempeñan- no han subido al escenario junto al resto de los designados por Buruaga.
Un pasado de intensa colaboración
Ignacio Diego (Castro Urdiales, 1960), ingeniero técnico agrícola de formación y funcionario en excedencia de la Consejería de Educación, llegó al poder en el Partido Popular de Cantabria en 2004, en una transición ordenada en la que el expresidente José Joaquín Martínez Sieso y el exalcalde de Santander Gonzalo Piñeiro cedieron el protagonismo al nuevo aspirante.
Desde el primer momento tuvo a su lado a la que ahora es su sucesora, ascendida a secretaria general y a la que encomendó tareas como la organización de sus posteriores campañas electorales. Después de alcanzar la ansiada mayoría absoluta en 2011, la nombró vicepresidenta autonómica y consejera de Sanidad y Servicios Sociales, en una legislatura en la que Buruaga fue responsable, entre otras cosas, del controvertido contrato público-privado del Hospital de Valdecilla.
Diego ha pasado por prácticamente todos los cargos públicos disponibles en su dilatada carrera política: fue presidente de la organización juvenil Nuevas Generaciones, asesor del presidente del Parlamento de Cantabria, director regional de Medio Ambiente, concejal en El Astillero y alcalde de este municipio durante 11 años, diputado autonómico y presidente del Gobierno de Cantabria, además de ocupar las máximas responsabilidades dentro de su partido.
Pese a que su trayectoria indica que está de retirada, este sábado ha insistido en varias ocasiones en que está “a total disposición” de Buruaga y de su equipo para “trabajar con entusiasmo, ganas y lealtad”. “Ahora hay una realidad, que es el resultado que tenemos, y es el que hay que gestionar”, ha reconocido Diego tras confirmarse la derrota ante su número dos, al tiempo que ha descartado dimitir como diputado autonómico.
Nueva etapa
Por su parte, María José Sáenz de Buruaga (Suances, 1968), licenciada en Derecho por la Universidad de Cantabria, lleva prácticamente toda su carrera política a la sombra de Ignacio Diego. Fue concejala y portavoz municipal en su pueblo, hasta que dio el salto a la política autonómica, donde obtuvo su escaño como diputada del Parlamento de Cantabria en 1999, siendo reelegida en 2003, 2007, 2011 y 2015.
Como número dos del PP en la comunidad autónoma desde 2004, ha controlado los resortes del partido con mano férrea y ha compartido responsabilidades políticas con Diego desde entonces, un hecho que sus enemigos utilizan para cuestionar el mensaje de “renovación” y “cambio” con el que se ha conseguido una victoria ajustada en el Congreso Regional.