Vamos a contar mentiras

Estos días hay que entrar en las redes sociales con equipos de protección especial contra la infodemia, una epidemia de noticias falsas, creadas por la ultraderecha, y replicadas por la derecha, para generar una contestación airada contra el Gobierno. Un días sí y otro también, envenenan las redes con falsedades y piden la dimisión, la destitución, incluso la detención de Sánchez e Iglesias como culpables de las muertes por coronavirus y de convertir España en Cubazuela del Norte, aprovechando la pandemia. Es el delirio de siempre multiplicado por una crisis como nunca.

Pero los creadores de bulos han encontrado un obstáculo, los cazadores de bulos. Ahora también van a por ellos. La campaña de Vox y sus satélites mediáticos, compartida por el PP y los suyos, busca desacreditar no sólo al Gobierno, también al periodismo de verificación de datos, que en nuestro país encabezan Maldita y Newtral, a los que acusan de trabajar como censores para Whatsapp y servir a la extrema izquierda al mismo tiempo. Facebook, dueña de Whatsapp, es bolivariana, y Zuckerberg es comunista. Acabáramos.

Da igual que Facebook haya explicado que Maldita y Newtral trabajan para Facebook, como otras muchas empresas de verificación, pero no para Whatsapp que no edita sus mensajes, por otra parte cifrados, sólo limita el reenvío. Da igual que los bulos sean incongruentes y la confabulación ridícula, miente que algo queda. Es la misma estrategia de Trump y Bolsonaro. Atacan con bulos a los cazabulos para hacer creer que mienten tanto como ellos.

La mentira ha dejado de tener patas muy cortas. Eso era antes, cuando viajaba a caballo o boca a boca. Ahora corre imparable a lomos de internet. No hay bomberos suficientes para apagar tanto fuego. Mienten tanto y tan rápido que es imposible desmentirles todo y menos ahora que están echando toda la leña al fuego. La policía ha identificado más de millón y medio de cuentas falsas, difunden y patrocinan bulos, crean programas de agitación y propaganda donde denuncian la censura gubernamental. Es paradójico que se pueda decir libremente que hay censura, pero cuela entre una parroquia que quiere creer.

El Gobierno también ha contribuido a los rumores en contra, hay que decirlo. Primero filtrando preguntas en las ruedas de prensa, luego cerrando el Congreso demasiado tiempo, más tarde esquilmando datos sobre mascarillas y tests, después preguntando en el último CIS si se debería centralizar la información en Moncloa para evitar los bulos, una pregunta improcedente en un Estado de derecho, y finalmente retorciendo datos a su favor para limpiar su imagen. Nada más limpio que la transparencia. La infoxicación se combate con información.

La bulocracia es el camino de la antipolítica para acabar con la democracia. En España la guerra mediática de la ultraderecha y parte de la derecha tiene el objetivo indisimulado de acabar con el gobierno legítimo o, por lo menos, de echar a Unidas Podemos de la coalición. No lo ocultan, piden la dimisión de Sánchez y la exclusión de Iglesias. Toda la intoxicación y crispación que vemos en prensa y redes van encaminadas a ese fin. Los muertos son el medio para conseguirlo. No les importan.

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