Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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En el conflicto de Ucrania, lo que nos vienen contando mayoritariamente los medios y sus tertulianos es que Putin es el malo malísimo que quiere invadir el país, pero la OTAN, que es muy buena, con Estados Unidos y la Unión Europea a la cabeza, se ha movilizado para salvar una vez más la democracia. Nosotros, como europeos, estamos en el bando correcto frente al eje del mal de la pérfida Rusia, faltaría más. Suena el himno yanqui que se funde con la Novena de Beethoven al tiempo que las estrellas de la bandera estadounidense se confunden con las europeas y el bien vuelve a ganar… Ejem… Sentimos interrumpir la película, pero la cosa, evidentemente, no es así de simple ni de maniquea.
Por supuesto, Putin no es una hermanita de la caridad ni el líder de una revolución socialista de los pueblos, pero está haciendo exactamente lo mismo que su eterno rival, que tampoco es Caperucita: luchar por su influencia en la zona. Es más, los rusos no hacen más que reaccionar a los continuos movimientos estadounidenses para acaparar la región. Fue Occidente el que aprovechó la división interna en Ucrania entre europeístas y rusófilos para apoyar una revuelta contra el presidente pro-ruso que acabó con su caída. Todo ello con la promesa de que Ucrania entraría en la UE y en la OTAN, algo que no sucedió porque ni Europa quiere esa carga ni Washington quiere chocar con Moscú.
Es Rusia la que ha pedido a los aliados que dejen de infiltrarse hacia el Este poniendo en peligro sus fronteras y que se garantice el desarme nuclear en los países limítrofes, pero es Estados Unidos el que abandonó unilateralmente en 2019 el tratado antinuclear que firmaron Reagan y Gorbachov. Además, el proyecto de acuerdo que los rusos ofrecieron este diciembre para desescalar la tensión propone un pacto de no agresión por ambas partes, el respeto a la Carta de Naciones Unidas, la retirada de armas nucleares y no entrenar a tropas de otros países en el manejo de las mismas. Es la OTAN la que mantiene el potencial nuclear y el entrenamiento de sus militares en su uso.
Putin invadió Georgia, Crimea o el este ucraniano siempre en respuesta a movimientos occidentales en el área. No es ningún ferviente defensor de los derechos humanos, al contrario, pero tampoco lo es la OTAN, que no ha movido un dedo contra la ocupaciones de Palestina, el Sáhara o Chipre, o la cruenta guerra de Arabia Saudí contra Yemen, agresiones contra la población mayoritaria de esos territorios. Occidente es cómplice y artífice de tiranías y masacres. La lista protagonizada por Estados Unidos es interminable: desde la intromisión en América Latina a las guerras por el 11S, ha dejado un reguero de destrucción y muerte en sus intervenciones para salvaguardar sus intereses, no la democracia.
En este caso, su objetivo es ganar posiciones en Europa en su lucha por la hegemonía con China. El de Rusia, mantener la suya, recuperar su vieja influencia en lo que considera su patio trasero. Pero en el relato occidental el único agresor es Putin. Lo que no se nos cuenta es que EEUU agita los avisperos con la colaboración sumisa de los europeos, y en este caso con la sobreactuación de los socialistas del gobierno español. Sánchez quiere una foto con Biden como la de Aznar con Bush. El apoyo de nuestra derecha militarista, que le da la espalda en todo lo demás, debería hacerle ver su equivocación. Me temo que le ciega el flash.
Estamos en la OTAN, pero los estados miembros tienen derecho a discrepar. En España, la discrepancia no se admite. Por oponerse a la intervención, Unidas Podemos ha sido, una vez más, demonizado. La guerra del relato la tiene ganada el imperialismo estadounidense no solo en la derecha, también en el PSOE desde el engaño de Felipe Lengua de Serpiente. Por eso, hay que recordar, como en otras ocasiones, que no hemos ido a Ucrania a defender a los ucranianos y su democracia, solo a cuidar de los intereses del patrón.
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