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Cultura superior, no popular

A mí que se imparta “el ADN cultural del pueblo valenciano” en los colegios me parece otra alarmante señal de estupidez. Pero no porque incluya los toros, que es de lo único que han protestado los del PSOE, esos timoratos que fingen escandalizarse por cualquier bobada como monjitas de clausura. Se llevan las manos a la cabeza si se habla de toros, pero votaron sin complejos prolongar el internamiento de inmigrantes en unos campos de concentración a los que llaman centros. Por poner un ejemplo. Cuánta sensibilidad.

Enseñar semejante pamplina o, como dice la consejera (y no “consellera”, hablando en castellano), “dar a conocer a los estudiantes el patrimonio material, inmaterial y humano”, es en sí mismo estúpido, porque, si de verdad fuera el ADN cultural, entonces ¿qué falta les hace estudiarlo a los que ya son de suyo valencianos y por tanto lo llevan en la masa de la sangre o en su ADN? ¿No sería mejor emplear el tiempo, como hacíamos nosotros en el cole, en traducir a Virgilio y aprender a resolver ecuaciones? Nací en Asturias, pero estudié en Cali, Colombia, y en Madrid. Si me hubieran dado clase sobre los vallenatos, el chotis, la ruana o el cocido, lo habría lamentado toda mi vida. Gracias a Dios me enseñaron latín, griego, matemáticas y en general cosas serias. Tampoco tengo el más mínimo interés en las señas de identidad españolas, que quede claro. De hecho, abomino de todo eso que llaman “señas de identidad”.

(Por cierto, entre paréntesis, ¿qué rayos será el “patrimonio humano” que quieren dar a conocer?)

De alguna parte hay que ser, no hay más remedio, pero tomarse tan en serio ser valenciano, español o de Wisconsin es patético, inspira hasta compasión. Quizá sea inevitable ser algo paleto y sentir lástima por los bárbaros que no tienen jamón ibérico, pero lo que no tiene perdón de Dios es ser paleto a propósito y educar a los niños en el provincianismo. Nada me parece más idiota que ver, en las fiestas del pueblo, a los chavales coreando: “Soy de Cercedilla y tú no y tú no”. Como si ser de Cercedilla o de Navalcarnero fuera un excepcional privilegio.

Vamos hacia atrás y hacia abajo, hacia el franquismo con aquellas pegatinas en la luna trasera del coche que decía “Español… ¡casi ná!” y hacia el abismo de esa imbecilidad que rozó con su ala la frente de Baudelaire.

A mí me parece que, al que excite el sentimiento nacionalista de los niños, más le valdría atarse una piedra de molino al cuello y tirarse al agua. Y sobre la “cultura popular” prefiero, como Antonio Machado, una “Escuela Popular de Sabiduría Superior”, porque lo superior debe ser la sabiduría; y lo popular, la escuela.

A mí que se imparta “el ADN cultural del pueblo valenciano” en los colegios me parece otra alarmante señal de estupidez. Pero no porque incluya los toros, que es de lo único que han protestado los del PSOE, esos timoratos que fingen escandalizarse por cualquier bobada como monjitas de clausura. Se llevan las manos a la cabeza si se habla de toros, pero votaron sin complejos prolongar el internamiento de inmigrantes en unos campos de concentración a los que llaman centros. Por poner un ejemplo. Cuánta sensibilidad.

Enseñar semejante pamplina o, como dice la consejera (y no “consellera”, hablando en castellano), “dar a conocer a los estudiantes el patrimonio material, inmaterial y humano”, es en sí mismo estúpido, porque, si de verdad fuera el ADN cultural, entonces ¿qué falta les hace estudiarlo a los que ya son de suyo valencianos y por tanto lo llevan en la masa de la sangre o en su ADN? ¿No sería mejor emplear el tiempo, como hacíamos nosotros en el cole, en traducir a Virgilio y aprender a resolver ecuaciones? Nací en Asturias, pero estudié en Cali, Colombia, y en Madrid. Si me hubieran dado clase sobre los vallenatos, el chotis, la ruana o el cocido, lo habría lamentado toda mi vida. Gracias a Dios me enseñaron latín, griego, matemáticas y en general cosas serias. Tampoco tengo el más mínimo interés en las señas de identidad españolas, que quede claro. De hecho, abomino de todo eso que llaman “señas de identidad”.