Ver la sequía a pie de campo no es lo mismo que verla en el televisor o en el móvil. Así, pegado a la tierra es como la contempla cada día Rodrigo Carrillo, más conocido en redes como ‘Tractorista de Castilla’, un influencer con miles de seguidores que cada día esperan sus imágenes en Instagram de los campos de Cuenca en los que desempeña su labor.
Desde estas tierras situadas en Villares del Saz y en Villar de Cañas es desde donde Rodrigo cada día ve cómo la falta de agua y las olas de calor extremas están mermando unos cultivos de aromáticas que hasta hace un par de años “iban de maravilla”.
Fue hace 14 años cuando la familia de Rodrigo Carrillo decidió cambiar una parte de sus cultivos de cereales a la lavanda y lavandín, aromáticas que tienen más resistencia a la escasez de agua. “Empezamos por la lavanda porque vimos cuál era el rendimiento del cereal en estas tierras, que tienen una pluviometría limitada, y decidimos apostar por el leñoso, en este caso las aromáticas para intentar combatir eso y sacar un valor añadido”, cuenta.
“Nos hicimos con unas primeras tres hectáreas de lavandín que plantamos” y luego fueron ampliando, sustituyendo el cereal, hasta las 120 hectáreas de lavandín y cinco de lavanda que tienen actualmente. Luego montaron una destilería para cerrar el círculo, ya que es importante destilar nada más cosechar y así “plantar, segar y destilar, cerrar el círculo. Durante unos años nos ha ido de maravilla hasta que han llegado estos dos o tres años, tras la pandemia, que se ha juntado eso y la sequía”.
Son de momento dos años con una pluviometría escasa y olas de calor extremas y esto ha hecho que “las parcelas más viejas estén acusando la falta de agua, pero es que las que tiene solo dos años o tres se están secando también”.
El cultivo de las aromáticas requiere poca agua, pero “la mayor necesidad la tienen en primavera y estamos encadenando dos primaveras y veranos de sequía tremenda que nos están secando gran parte de las parcelas. Desde enero habrá llovido 10 o 15 litros en total, el año pasado, las olas de calor, y este año hemos llegado a más de 30 grados en primavera, esto ha acelerado el proceso de floración de la planta, está con casi un mes de adelanto y no va a aprovechar las aguas que vienen ahora, a lo mejor benefician a la planta, pero no para la floración que ya está en marcha, ahora tenemos la planta en espigado y tenía que haber recibido el agua hace un mes o mes y pico”.
De hecho, en estos momentos la situación de las aromáticas “está muy mal, estamos pasando una época en que está igual que el cereal, no espiga, es muy pequeña, es muy difícil de segarla y es muy difícil que compense a nivel de costes destilarla para su posterior venta. Ahora mismo nos enfrentamos a que hay parcelas que no voy a segar, que no me va a compensar segarlas, hay otras parcelas que son más jóvenes y puede que resistan mejor el envite o si lloviera estos días quizás se van a poder manejar mejor, pero otras no han tenido el desarrollo que necesitan para poder segarlas”.
Todos los cultivos, afectados
Los otros cultivos que tienen en la explotación, cereal, girasol y olivar, no están mejor. “En el cereal va a haber parcelas que tendremos que ver si merece la pena meter cosechadoras; de girasol vamos a sembrar lo mínimo obligatorio porque lo que nace, nace con mucha dificultad, el año pasado se fue en tres días por las olas de calor y el anterior, también; en el olivar tenemos floración, pero no está cuajando porque necesita es algo de agua y no creo que vaya a ser buena campaña”, señala.
“En estos tiempos, entre la pandemia y la sequía, todo parece un poco apocalíptico”
La producción de aceites aromáticos no atraviesa su mejor momento. “Hay muchos factores que hacen que el cultivo no sea rentable como es que sospechamos que se empiezan a fabricar aceites esenciales sintéticos. Desarrollan aceite prácticamente idéntico al que nosotros podemos destilar, pero no tienen el trabajo de cultivar las plantas, pero para lo que necesita una empresa de droguería le vale”, señala y esto hace que el precio de estos aceites esté a la baja. “Antes, el precio de venta al por mayor ha estado por encima de 20 euros en algunos momentos, pero vemos que los sintéticos lo pueden vender por menos de 10 euros y eso se suma a la sobreproducción que hay ahora mismo en España, que en general se ha pasado de hectáreas de este cultivo. Todo ello hace que hoy en día no tengamos un precio asequible, tenemos mucho estocaje de otras campañas sin sacarlo”, señala.
“Algo perdido”
En estos momentos, Rodrigo Carrillo se encuentra “algo perdido”, no sabe por dónde tirar o cuál puede ser el futuro de su explotación. Otros en la zona han cambiado los cultivos de cereal de la zona a arbolado, pistacho y almendro principalmente, pero “si te metes en el arbolado tienes varios años de espera hasta producir” y ya han hecho inversiones importantes en la lavanda y la destilería y puestos de trabajo asociados a este cultivo.
“Entre la pandemia y la sequía, todo parece un poco apocalíptico”, señala y ve día a día la evolución de un sector incierto: “Yo nunca había visto un año en el que haya parcelas de cereal que no vayamos a segar, porque el girasol el año pasado ya no lo segamos, la cebada sí, pero este año muchas parcelas están completamente perdidas, no conviene pagar gasoil y lo gastos que supone una siega por los precios que hay, y también nos enfrentamos a la subida de fertilizantes, fitosanitarios”.
En su opinión “todo ha sido un cúmulo que no hacen pensar que la agricultura está perdiendo peso y valor. No sabemos cómo enfrentar el día de mañana, porque si estas situaciones se repiten a lo largo de los próximos cuatro o cinco años, serán muchas explotaciones inviables y la nuestra no va a estar libre de esa problemática, no creo que se pueda sostener una situación como esta”, piensa.
Sobre las soluciones que las Administraciones está poniendo sobre la mesa, considera que “los 100 euros por hectárea amortiguarán algo el golpe, pero creo que la ciencia debería investigar semillas más resistentes a las situaciones y cultivos más a largo plazo, habrá que ver cómo se puede afrontar, que España no deje de producir alimentos que son necesarios para nuestro propio interés y mirar más a largo plazo”.
En su entorno, los agricultores mayores están acostumbrados a vivir situaciones de sequía. “La gente más mayor me dice que han pasado otras sequias muy graves, pero también te dicen que nunca han vivido una situación similar porque encadenamos dos primaveras extremadamente secas y olas de calor muy agresivas. No sabemos cómo vamos a afrontar el futuro, ahora mismo parece que con la pandemia, la sequía, se junta todo y parece un momento extraordinario”.