Castilla-La Mancha dispone en la actualidad de más de 50 variedades de uva de las que diez centran la producción. La incorporación de variedades foráneas, el cambio de los gustos y la innovación técnica tanto en el campo como en las bodegas, son para Francisco Montero Riquelme, catedrático de la UCLM del área de Producción Vegetal del departamento de Producción Vegetal y Tecnología Agraria algunas de las claves que han hecho mejorar notablemente la calidad y la imagen de los vinos de Castilla-La Mancha.
Lo que ha supuesto “un salto tremendamente importante” desde 2001, año en el que tuvo lugar la primera edición de Feria Nacional del Vino (Fenavin) en Ciudad Real y que este año celebrará su décima edición.
Una región que dispone de un mapa varietal con más de cincuenta variedades de uva y que en el marco de unas diez se concentra la producción.
“Hay muchas zonas en la región que han ido modificando su mapa varietal para proyectar una imagen de mejor calidad”, ha indicado a Europa Press el experto, que ha explicado cómo ha cambiado este en los últimos 18 años en los que a las variedades tradicionales (airén, tempranillo y bobal), que siguen siendo las más numerosas en cuanto a superficie dedicada y volumen de uva producida, se han incorporado variedades foráneas y se han recuperado algunas antiguas como la moscatel.
Entre las variedades más potenciadas en los últimos años, Montero Riquelme ha apuntado la monastrell y la bobal, y ha puesto de relieve la reducción de la airén, que ha pasado de constituir entorno al 75 por ciento de la producción regional a suponer algo más del 50%.Le siguen en porcentaje el tempranillo, con el 18% y la bobal, que supone sobre un 5%.
Imagen diferente del vino
El experto en producción vegetal de la Universidad regional ha asegurado que el resto de las variedades constituyen una presencia “casi testimonial” en lo que a extensión y producción se refiere, pero que han contribuido a “dar una imagen diferente de los vinos de la región”.
Este es el caso de variedades como la sauvignon blanc, merlot, cavernet sauvignon, chardonnay o syrah.
Entre los factores de la potenciación y aumento varietal regional, el catedrático ha apuntado a la gran modernización de la industria de la elaboración. “Las bodegas han vuelto su cara hacia el campo, han empezado a valorar mucho mejor las cualidades del terreno seleccionando determinadas zonas”.
También hay que resaltar que se han introducido sistemas de producción más tecnificados en el manejo agronómico que ha contribuido notablemente a que la calidad de la uva cuando entra en bodega sea mucho mejor.
La utilización de las espalderas, el manejo de la vid, de las orientación de la espaldera, la densidad de la vegetación o el manejo de la uva en vendimia, son algunos de los ejemplos que ha puesto Montero Riquelme.
A todo este proceso se une, en palabras del catedrático el “gran poder inversor del sector y de la Administración, ”porque ha apoyado con diversos programas de restructuración del viñedo en variedades“.
La calidad de los vinos de Castilla-La Mancha ha ido en paralelo a Fenavin, ha afirmado el catedrático ya que esta cita “ha dado la oportunidad de poner en común las necesidades y el potencial del sector y de los agentes implicados, tanto como la administración, la universidad en el ámbito de la investigación, el sector privado per se, las agrupaciones en termino de cooperativismo y asociaciones agrarias”.