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Con el año nuevo vuelven las botargas: tradiciones centenarias de fertilidad, aspecto diablesco y misterio

Botargas en el Festival Medieval de Hita. 1987. Foto José Aº. Alonso

Francisca Bravo Miranda

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A veces golpean a la gente. Otras veces les echan ceniza. También pueden llegar a pedir limosna. Son las botargas, seres con un aspecto a veces diablesco, a veces colorido y que salen en los meses de invierno tras el año nuevo (aunque alguna ya salió en las Navidades, específicamente en Tórtola de Henares) y mantienen todavía viva una tradición de siglos. Se asocian a preparar el terreno para los momentos de fertilidad y en nuestros días se mezclan con la celebración de los carnavales.

la Junta de Castilla-La Mancha ha reconocido justamente a final del 2022 su importancia entre las tadiciones de la región y las han declarado Bienes de Interés Cultural, en la categoría de Bien Inmaterial. “La creatividad humana está presente a través de esta manifestación cultural”, explica el expediente para su declaración. De este modo, el hecho de ser un BIC, “reforzará el respeto por la diversidad y creatividad que ya existe en su concepción, fomentando el diálogo y el intercambio cultural”.

Las o los botargas son personajes con forma humana. Pero su aspecto varía enormemente, de un pueblo a otro. Son una tradición diversa y compleja. Porque muchas veces llevan máscara, pero hay excepciones, como ocurre con la botarga infantil de Robledillo de Mohernando o en el caso de las botargas danzantes de Albalate. En sus vestimentas abundan los colores llamativos, como el amarillo, el rojo o el verde, pero también parches, remiendos o puntillas. Algunos llevan chepas, dentro de las que tienen ceniza en algunos casos. En otros no. También suelen llevar cencerros, campanillas o cascabeles, castañuelas o cachiporras, que hacen recordar a los sonidos con los que se llama a los animales.

El folclorista Antonio Aragónes señalaba que las botargas son la “conjunción muy remota de ancestrales danzas agrícolas individuales o colectivas en las que convulsivamente el danzarín, hechicero o brujo ejecutaba distintas figuras”. También explicaba que “seguramente” sea el resto de una “danza colectiva perdida” y de “cuyo naufragio pagano” sólo pudo salvarse este personaje. Su carácter de impulsor de la fertilidad se ha podido ver a lo largo de su historia en varios lugares, como en Valdeñuño Fernández, donde la botarga restregaba la naranja por las “zonas del cuerpo emparentadas con el sexo”. En Retiendas, también, se arrojan pelusa de espadaña (simiente) y ceniza, “especialmente a las mozas”.

El etnólogo José Antonio Alonso diferencia dos tipos principales de botarga. Las de invierno serían las 'fustigantes', que llevan un objeto con el que golpean “a la chiquillería o a los transeuntes”. Pero Alonso recuerda que hay otros personajes, como los zarragones, que se parecen a las botargas y se relacionan más con los meses estivales. “Las botargas de invierno tienen que ver con el carácter propiciatorio de los ritos de fertilidad y fecundidad de la tierra. Por ejemplo, en Guadalajara salen muy concentradas en la zona de la Campiña del Henares, que es la agrícola por excelencia”, explica.

También resalta que su complejidad es tan grande que se debe ver caso por caso lo que significan. “No es fácil acertar con ellos”, advierte. Y recuerda también que estuvieron a punto de desaparecer. “Ya en los años 60', Julio Caro Baroja ya los llamaba personajes casi fósiles”, recalca. Pero todo cambió gracias al impulso de instituciones como la Diputación de Guadalajara que las declaró de Interés Provincial y que “animó” a la gente para seguir celebrándolas. Localidades como Cabanillas del Campo hicieron un esfuerzo institucional importante para recuperarlas. La tradición resucitó tras haber estado desaparecida más de un siglo.

El antropólogo Julio Caro Baroja pasó un tiempo en la provincia documentando estas tradiciones enmascaradas, convencido de su importancia. Relató las singularidades de cada uno de los pueblos que visitó, lamentando la sequedad, o el estado ruinoso de algunos. Corrían los años 60'.

“La botarga ha sido 'desacralisada, como si dijéramos, y es muy posible que este año de 1965 sea el que ha hecho su última y más torpe aparición”, lamentaba el profesional que recorrió la provincia para un documento que luego se expuso en el No-Do. En este caso puntual, hablaba de la botarga de Retiendas. Caro Baroja describe como la botarga hacía sonar cencerros que “excitaban” a los chicos que le tiraban piedras. También recoge el canto que le dedicaban a la botarga los más pequeños del pueblo. 'Botarga la larga / de cascalurreta / mató a su mujer / con una escopeta / la hizo pedazos / y la echó a vender'. “¿A qué horrendo crimen se refieren estos versillos? No se sabe”, escribía en 'A caza de botargas'.

La declaración de las botargas como Bien de Interés Cultural resalta también el carácter familiar de la tradición, señalando que eran padres e hijos los que se encargaban de hacer la fiesta, algo que también recoge Caro Baroja en su artículo. Y también se celebra que se esté viviendo un “nuevo auge” de una tradición que fue rescatada del olvido hace pocos años. “Las botargas suponen un elemento identificador de su localidad y su ausencia en los rituales tradicionales de los que forma parte sería, en estos momentos, impensable”, explican desde la Consejería de Cultura.

Ahora, esta expresión cultural vive una nueva era, en la que se revalorizará su tradición y se creará “conciencia de la importancia del patrimonio inmaterial” de la provincia y fomentando la “conciencia de su interés cultural” en bienestar de los guadalajareños. De este modo, se “reforzará el respeto por la diversidad y creatividad que ya existe en su concepción, fomentando el diálogo y el intercambio cultural”.

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