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La Bicha de Balazote, una oveja del siglo XI o un botón milenario: joyas de Albacete en el Museo Arqueológico Nacional

La oveja de La Graja de Higueruela expuesta en el Museo Arqueológico Nacional, en Madrid

José Iván Suárez

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Durante este verano, el ejemplar completo de oveja que data del siglo XI hallado hace dos años en la alquería andalusí de La Graja de Higueruela forma parte de la exposición temporal 'Convivium-Arqueología de la Dieta Mediterránea' que puede verse en el Museo Arqueológico Nacional.

Este domingo, con motivo del Día de la Arqueología, nos hemos preguntado sobre otras 'joyas arqueológicas de Albacete' en Madrid. Aquí van algunas respuestas. Porque conocer la historia, al completo, siempre es imposible; sin embargo, objetos encontrados en la provincia albaceteña sirven para rellenar las lagunas del pasado en la península ibérica.

Madrid. Calle Serrano. Entramos en el Museo Arqueológico Nacional (MAN) y casi al instante nos topamos con el imponente monumento de Pozo Moro. En un luminoso patio se alza la torre funeraria que se encontró hace poco más de cincuenta años en Chinchilla de Montearagón. Bajo la luz de Madrid, los leones de piedra calcarenita abren sus fauces aún con la misma fiereza que hacia el año 500 a.C, cuando fueron esculpidas para proteger al difunto en su viaje a ultratumba.

Bajo los sillares descansaban las cenizas de un varón de 50 a 55 años, el príncipe de algún linaje íbero que pretendía marcar territorio. Allí junto a la antigua vía de la trashumancia entre Cartago Nova y la Meseta, en su cruce con la Vía Heráklea que unía Cádiz y el Levante. Parece ser que el monumento no duró demasiado tiempo en pie; tras un derrumbe prematuro, debido posiblemente a un terremoto, hubieron de pasar miles de años hasta que a principios de 1970 se encontró “el ejemplo mejor conservado y estudiado de estructura funeraria turriforme ibérica”, dijeron los técnicos que emprendieron la última restauración y conservación del monumento. 

La Bicha de Balazote 

Estos trabajos se desarrollaron hace quince años con motivo de la ampliación del Museo Arqueológico Nacional de la que ahora se cumple el décimo aniversario. Para la remodelación del MAN se invirtieron más de 65 millones de euros. El museo creció en 2.500 metros cuadrados, lo que permite en la actualidad exhibir más de 15.000 bienes. Y entre todos ellos, algunas maravillas albaceteñas de renombre.

Posiblemente, una de las más conocidas es la Bicha de Balazote, emblema de la institución nacional fundada en 1867 por la reina Isabel II. Solo unos años después de abrir sus puertas el museo, Rodrigo Amador de los Ríos dio las primeras pistas sobre una de las piezas ibéricas más enigmáticas.

Como no sabían que nombre ponerle, la bautizaron como “la bicha”: toro con rostro de hombre barbudo, orejas pequeñas y extraña risa. No resultaría fácil nombrar aquella extraña escultura que representaba a un dios griego: Aqueloo.

El caso es que el “padre de los ríos” inició un trasiego entre particulares e instituciones carentes de recursos hasta que finalmente, en 1910, fue a parar al Arqueológico Nacional, lugar en el que ha sido protagonista en Televisión Española, tanto para el Nodo como para Arqueomonía. Su misterio sigue despertando el interés de quienes no conocen una pieza que ha hecho famoso al pueblo donde se encontró.  

Por desgracia, cuando los hallazgos se producen fuera de una excavación arqueológica, la información está mutilada y el puzle aún queda más incompleto. Aún así, los encuentros fortuitos, muchas veces protagonizados por agricultores, sirven para trazar este hilo invisible hasta la antigüedad. Así sucedió en el Vallejo de las Viñas de Abengibre cuando, en 1934, Sebastián Pérez se topó con una excelente vajilla ceremonial de los siglos IV al III a. C. Fuentes, platos y cuencos abiertos fabricados en metal reluciente.

Algunos de los ejemplares del “tesoro” pasaron al Museo Arqueológico Nacional en 1943. En aquel tiempo, en plena Segunda Guerra Mundial, llegó hasta Madrid otra reliquia arqueológica de Albacete. No hacía el viaje desde nuestra provincia, sino desde Francia. En 1941, el país vecino estaba ocupado por los nazis y la diplomacia franquista aprovechó la buena relación con la Alemania de Hitler para traer a España más de una treintena de piezas que procedían en su origen de nuestro país.

Entre ellas, la Dama de Elche, los relieves de Osuna o la Esfinge y la Acrótera de la pedanía albaceteña de El Salobral. De nuevo, fue un agricultor, Roque García, quien encontró estas esculturas ibéricas en 1901 y, nuevamente, el interés económico o la incultura, o una mezcla de ambas, provocaron la marcha de estas joyas hasta la nación gala.

Las esculturas del Cerro de los Santos

En la rocambolesca historia de los descubrimientos y sus múltiples trasiegos, ocuparía un episodio aparte la forma en que el marqués de Salamanca pudo haber conseguido su gran colección, ahora presente en el Museo Arqueológico Nacional. Las piezas que adquirió a lo largo de la vida ocupan vitrinas de la institución.

El aristócrata está presente en este artículo porque también era conde de Los Llanos con Grandeza de España y aparte de tener calle en Albacete, fue precursor de la llegada del tren y de la Audiencia Territorial a nuestra ciudad en el XIX. Un siglo en el que se impulsó la ciencia arqueológica y el negocio de las antigüedades.

Tanto es así que, ante el asombro e interés de las esculturas del Cerro de los Santos en Montealegre del Castillo, desde el principio surgieron falsificadores. Hoy, decenas de las auténticas pueden verse en el MAN. E incluso en versión digital 3D podemos ya disfrutar de la Dama Oferente de la que nos ocupamos en un post anterior. 

Con el Cerro de los Santos, hace más de siglo y medio, comenzó el estudio de los íberos. Hace un par de años, el Museo de Albacete, dirigido entonces por Rubí Sanz Gamo, celebró esta importante efeméride sobre la cultura indígena de la península antes de ser campo de batalla en los litigios bélicos entre cartagineses y romanos. Las tierras de lo que hoy es la provincia de Albacete estaban en el centro vital de aquellas sociedades previas al Imperio de Roma. Los exvotos y las esculturas, diferentes unos a otros, cada cual con su mueca, con su expresión de perdón o ruego, nos devuelven al sentimiento de nuestros antepasados, apenas un par de milenios atrás. Miedo a la muerte o, quizá, súplica para viajar protegidos al otro lado del río. En cualquier caso, estos rostros nos hablan de nosotros. Y recorriendo las salas del Museo Arqueológico Nacional nos reencontramos con lo que fuimos. 

El MAN de 2024, adaptado a las nuevas tecnologías, debe en parte su nuevo aspecto y accesibilidad a Rubí Sanz Gamo. La albaceteña fue la directora de la institución nacional entre los años 2004 y 2010. Durante sus años de gestión dieron comienzo los trabajos de la última remodelación del edificio.

Pese a las obras, el museo continuó abierto con la inauguración de la exposición permanente titulada 'Tesoros del Museo Arqueológico Naciona'“. Así mismo, Rubí Sanz prosiguió con los ciclos de conferencias. Dentro de esta programación anual han pasado proyectos albaceteños como la Alquería Andalusí de La Graja de Higueruela, el Tolmo de Minateda, Libisosa o el Cerro de los Santos. 

Loza de Hellín

Y también se ha hablado en el Museo Arqueológico Nacional de la reputada loza de Hellín. Los trabajos de investigación que se han realizado en los últimos años por parte de Francisco Javier López Precioso, Abraham Rubio, Pascual Clemente y María Ángeles Granados están desvelando que las fábricas de este tipo de cerámica esmaltada en Hellín tuvieron más importancia de lo que se pensaba.

Algunas de las piezas del MAN estaban mal catalogadas, adjudicadas erróneamente a Talavera o Aragón. Ahora sabemos que se hicieron en la ciudad albaceteña. En total ocho fuentes o platos y una benditera. Una colección no muy extensa, pero sí “de gran importancia por las novedades que aportan sus formas y decoraciones”, han dicho los entendidos. Una de estas piezas del siglo XIX todavía conserva una curiosa inscripción: “Ni me presto ni me doy solo de mi dueño soy”.  

Este tipo de enseres estaban fabricados para gente con posibles. Como indudablemente lo era el propietario del mosaico romano hallado en Hellín y que también puede visitarse en el Arqueológico Nacional. Un penúltimo hallazgo antes de terminar este viaje veloz por las joyas arqueológicas de Albacete en el museo madrileño.

El museo conserva las fotos que Belda hizo del llamado 'Mosaico de las estaciones y los meses' o 'El calendario', el pavimento musivo que había sido hallado en 1935, pero que no fue recuperado hasta un tiempo después en otro vaivén de infortunios y desacuerdos. Hoy ya se pueden contemplar las hojas de olivo, las espigas y los pámpanos e imaginar que sobre aquellas teselas coloreadas se recostaron nuestros antiguos. Quizá, sin pensar en lo efímero de la vida o en la vana esperanza de eternidad. 

Conjeturas de un mundo pretérito que solo podemos palpar por los objetos rescatados. El Museo Arqueológico Nacional atesora una jarrita visigoda de Alcaraz, un exótico botón milenario de marfil procedente de El Acequión o un elegante puñal de Albacete de finales del XVII. Un filo histórico con el que rajar este tiempo extraño de mayo. Ahora, que como siempre, lo único cierto es la constante renovación de la naturaleza; sin saber por qué ni hasta cuándo. 

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