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Una mujer enterrada entre monjes guerreros, ¿es inusual?: “Entonces ellas tenían una preponderancia excepcional”

Los restos fueron exhumados del cementerio del castillo de Zorita de los Canes, en Guadalajara.

Francisca Bravo Miranda

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Fue un hallazgo “inesperado”: encontraron los restos de una mujer entre los cuerpos de 23 monjes guerreros, miembros de la Orden de Calatrava. El descubrimiento lo llevó a cabo un grupo de investigación, liderado por la Universitat Rovira i Virgili (URV) y el Instituto Max Planck en la localidad de Zorita de los Canes, en Guadalajara, en cuyo castillo se exhumaron estos restos humanos hace pocas semanas.

¿Era una mujer guerrera? ¿Qué esconden estos restos? La doctora Carmen Rissech, investigadora del Departamento de Ciencias Médicas Básicas de la Universitat Rovira i Virgili, fue quien identificó los restos. “El hallazgo es importante porque yo diría que es uno de los primeros estudios de esta tipología que se hace en España, de monjes guerreros, como los caballeros de Calatrava. Solo por eso es importante”, explica en conversación con elDiarioclm.es.

Los restos masculinos, explica, muestran heridas características. “Son pinchazos que les llevaron a la muerte”, resume, normalmente en la cabeza, o en las zonas que la cota de malla dejaba expuestas, concretamente en la parte inferior del tronco. En los restos de la mujer que encontraron también se hallaron “muchos pinchazos”, en el tórax, el esternón y en las costillas o en el omoplato. “Normalmente, cuando hay un asedio, los soldados atacan a los civiles y hay heridas puntuales”, explica Rissech. No es el caso de esta mujer. “Tiene más de una herida. No era una víctima de la guerra por casualidad. Ella estuvo luchando”, afirma la doctora.

No era una víctima de la guerra por casualidad. Ella estuvo luchando

Rissech determinó que los restos se correspondían con una mujer. “No es que las mujeres estuvieran siempre en la guerra, pero sí estaban más habituadas que en época moderna”, explica, aunque puntualiza que ella es bioantropóloga y no historiadora. “Incluso había monjas que eran guerreras”, apunta.

Existen dos hipótesis respecto a esta mujer. Por un lado, que fuera una mujer guerrera, pero por otro que fuera una mujer sirvienta. ¿Por qué? “Los isótopos estables de carbono y nitrógeno extraídos del colágeno del hueso nos dicen que comió pocas proteínas, mucho menos que los caballeros. Y tenía hipoplasias en los dientes”, explica Rissech. Es decir, tenía menos esmalte de lo habitual en los dientes. “Pueden estar producidas por patologías o por poca alimentación. Entonces esto indica que la persona no era de la alta nobleza, y si lo es, sería de la baja nobleza”, resalta.

En el caso de los caballeros de Calatrava, esto no era algo fuera de lo común. “No todo el mundo era jet set”, señala, sino que había diferentes categorías. Rissech no descarta la hipótesis de que la mujer haya sido una guerrera. “Hay características que me hacen pensar que podía ser una mujer guerrera que colaborase con la Orden”, señala.

¿Sería tan extraño que fuese una mujer?

David Gallego es profesor en la Universidad de Castilla-La Mancha, especializado en Historia Medieval. “El problema que tenemos actualmente es que no entendemos las órdenes militares de entonces”, resume. “La presencia de mujeres en estos cementerios no es nada extraña, ni tampoco la de los bebés, más bien todo lo contrario”, asegura. Zorita de los Canes, explica, en los momentos en que se sitúan cronológicamente los hallazgos ya había dejado de “ser la casa madre” de la Orden, ya que solo lo fue tres años y luego volvió a la fortaleza de Salvatierra.

Los restos de mujeres, o incluso de bebés, pueden ser de familiares de frailes, o de alguien que “hizo una donación para poder enterrarse”. Gallego explica que “cualquier persona cogía las armas”. “Eso lo sabemos en la Edad Media. Hombres, mujeres, niños... Las mujeres participan en la defensa, al igual que participan en la construcción de un castillo, o incluso gestionan las obras”, explica el profesor. Por eso, explica, “que esté ahí enterrada, no significa que haya cogido su caballo y se haya presentado en un campo de batalla”. Las heridas que ha recibido, señala, pueden ser en el contexto de un asedio, una razia (campaña de guerra) musulmana, o “entre propios cristianos”.

“En este contexto, lo que hay que entender es cómo funcionan las órdenes religiosas militares. Son un mundo propio y muy complejo, que a veces se nos escapa. La mujer en la Edad Media tenía una preponderancia excepcional”, explica Gallego. En el contexto actual se puede ver “con excepcionalidad”, señala, pero su presencia está en las órdenes militares, “sobre todo” en la Orden de Santiago, en la que llegaron a ser 'freiras conventuales' o comendadoras. “La presencia de una mujer está atestiguada, aparece la documentación de la construcción de un molino y están las mujeres tallando piedra, o llevándolo. Su presencia es muy normal”, asegura el profesor.

“La Arqueología es una ciencia muy potente, y sus interpretaciones lo son también. Pero tienes que tener un contexto, como que hubiera sido enterrada con abalorios o con una armadura”, sentencia. Y resalta que en excavaciones en Montiel, donde se han llegado a excavar una iglesia de la Orden de Santiago, ya se han visto mujeres que mostraban una “musculatura tremenda” en piernas, brazo y en torso “propia de las labores del campo”. “Que se hubiera ido con una hueste de caballeros a luchar, eso sí sería excepcional”, concluye.

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