Un año de luto por Laura del Hoyo y Marina Okarynska
Este sábado, 6 de agosto, se cumple el primer aniversario de uno de los episodios más trágicos de la historia de Cuenca: el asesinato de las dos jóvenes conquenses Laura del Hoyo Chamón y Marina Okarynska, cuyos cuerpos sin vida fueron encontrados seis días después de una agónica espera semienterrados en cal viva en una poza del nacimiento del río Huécar.
Con motivo de esta triste efeméride, el Ayuntamiento ha convocado una concentración que tuvo lugar este sábado las 20.00 horas en el Paseo del Huécar, donde se ha descubierto un mosaico de mármol instalado en homenaje a Laura y Marina y a todas las víctimas de la violencia de género. Cientos de personas han acompañado a las familias en este sencillo homenaje. El alcalde de Cuenca, Ángel Mariscal, ha afirmado que “su duelo que es el duelo de todos” y ha expresado su esperanza en que “haya justicia y que con esa justicia llegue la paz a esta sociedad y a estas dos familias que claman justicia como todos nosotros”.
Por su parte, María Chamón, la madre de Laura, habla de sus reflexiones y sentimientos: “Yo sé que Cuenca sigue consternada, que es una ciudad pequeña en la que nos conocemos todos y la gente me sigue parando por la calle, llamándome, mandándome watshapp, más en estos días muy tristes, cuando se aproxima el año, pero para mí todos los días son especiales, desde que la enterré”, señala la madre de Laura, María Chamón.
Esta conquense de 55 años se ha convertido en el símbolo del dolor por esta pérdida irreparable. Es la persona de ambas familias que más intervenciones ha tenido en los medios de comunicación, locales y nacionales, para subrayar su dolor, recordar lo buena hija que era Laura y pedir justicia, es decir, la pena de cárcel máxima para el que, a la espera de que se celebre el juicio, todo apunta a que fue el asesino de las dos jóvenes conquenses. Sergio Morate Garcés, exnovio de Marina, contaba con antecedentes penales por violencia de género, en concreto por haber retenido durante tres días, maltratado y fotografiado sin su consentimiento a otra, unos hechos que ocurrieron en 2008 y por los que apenas pasó año y medio en la cárcel, de la que salió por buena conducta.
“Espero que el jurado, si es popular, se ponga en la piel de las familias, que lo único que pedimos es que Sergio Morate Garcés se pudra en la cárcel, porque estos asesinos son como los lobos, que cuando salen van a los corrales a matar gallinas y vuelven y vuelven y vuelven. Los conquenses no nos merecemos tener un asesino criminal por la calle. Y también espero que lo traten con la misma crueldad y frialdad con la que él trató a mi hija: lo que se merece es sufrir hasta el último aliento de su vida”, cuenta esta madre.
La tarde en la que ocurrieron los hechos, el jueves 6 de agosto de 2015, Marina y Laura acudieron al domicilio de Morate, en la urbanización Ars Natura, a recoger unas pertenencias que la primera tenía en su casa de su periodo de convivencia, tormentosa relación a la que puso distancia yéndose a vivir a Ucrania. Solo había vuelto unos días a Cuenca por vacaciones. Entraron en la vivienda pero no salieron de ella con vida.
Lo que en su día trascendió de las autopsias es que las dos jóvenes fueron golpeadas y pudieron haber muerto por asfixia. Después, Morate trasladó sus cuerpos hasta una fosa cavada cerca del nacimiento del Huécar en el mismo Seat Ibiza de color verde que entrada la noche utilizaría para escapar hasta ser localizado, una semana después, en una vivienda de la población rumana de Lugoj, a 2.800 kilómetros de Cuenca.
Un año después de lo ocurrido, la madre de Laura reconoce que el dolor no tiene fin. “Estamos como el primer día. Esto es una ausencia: sin verla, sin oírla, sin hablar con ella. Te piensas que está en un viaje”. Al recordar a su hija, todo son buenas palabras. “Era una chica con ilusiones de vida, con proyectos, que dio su vida por la amistad. Era muy trabajadora y feliz con lo mínimo que tuviese. Y ahora solo podemos recordar su risa, la luz que tenía de buena amiga y persona, lo especial y única que era, las muchas ganas que tenía de vivir”.
Marina, por su parte, era de origen ucraniano, y llegó a Cuenca siendo adolescente, siguiendo la huella de sus padres, que se habían trasladado a Cuenca poco antes. Trabajó en negocios como una cafetería del centro y un restaurante de la Plaza Mayor, establecimiento este último donde hace un año la describieron como una persona muy trabajadora y predispuesta, que se llevaba bien con los compañeros y era muy simpática con los clientes.
En torno a un año y medio antes de ser asesinada en Cuenca había regresado a su país con la intención de reiniciar su vida, quizá para distanciarse de Morate, con quien según su círculo discutía mucho hasta que acabó dejándole. Se había casado poco antes de regresar a Cuenca en lo que tenía que haber sido un viaje vacacional de ida y vuelta.
Dos familias unidas para siempre
La tragedia ha unido para siempre a las familias de Laura y Marina, que volverán a verse en los encuentros previstos para estos días. “Cuando nos vemos, nos abrazamos porque tenemos el mismo dolor”. Ninguna de las familias tuvo, ni siquiera, la oportunidad de despedirse del cuerpo sin vida de las jóvenes, pues se las entregaron “en una caja precintada, sin poder verle la cara”, recuerda Chamón. Aunque el funeral tuvo lugar por separado, el 14 de agosto de 2015, sus tumbas, en el cementerio Santísimo Cristo del Perdón de Cuenca, están contiguas. Nunca les faltan flores.
Por el momento, se desconoce la fecha del juicio a Sergio Morate, previsto en la Audiencia Provincial y con jurado popular. Pero se estima que podría celebrarse en el plazo de un año. El 6 de junio fue cuando el único imputado por las muertes de Laura y Marina, que permanece en la cárcel madrileña de Estremera desde su llegada a España el 6 de septiembre extraditado desde Rumanía, compareció por última vez ante la justicia en Cuenca, tras lo que fue formalmente imputado por dos delitos de asesinato, por cada uno de los cuales le podrían caer entre 15 y 25 años.
Aunque la madre de Laura muestra, en líneas generales, gratitud hacia la justicia y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, tiene claro que el asesinato de su hija se podía haber evitado de no haber permanecido Morate poco más de un año en la cárcel por un caso claro de violencia de género. “Lo sacaron cuando no tenían que haberlo hecho dados los antecedentes que tenía”, resalta.