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El año pasado salimos a las calles de nuestros pueblos y ciudades en toda la región para gritar que la igualdad legal no significa igualdad real; que son múltiples las discriminaciones a las que estamos sometidas las mujeres por el simple hecho de serlo; que no queremos más que nadie, pero tampoco menos; que no nos conformamos y que somos muchas, estamos unidas, organizadas, y con una agenda que lucha por el reconocimiento de los derechos de las mujeres como derechos humanos.
Llegamos a 2021 vapuleadas por una parte de la opinión pública, por ciertos partidos políticos y por algunos medios de comunicación que solo buscan criminalizar al Movimiento Feminista. Pero este nefasto 2020 nos ha dado la razón: hemos sido las mujeres las que hemos cargado sobre nuestras espaldas el peso de los trabajos de cuidados durante el confinamiento y, a la vez, hemos sido nosotras las que hemos sufrido las principales consecuencias de la pandemia:
● Porque, en el terreno laboral, las mujeres ocupamos los puestos más precarios, a pesar de que dichos trabajos son, en algunos casos, los más necesarios. Cabe mencionar la situación de las mujeres empleadas del hogar, para las que exigimos instaurar con urgencia el convenio 189 de la OIT, única garantía para consolidar sus derechos como trabajadoras.
También las mujeres hemos estado en primera línea realizando algunas de las actividades llamadas “esenciales”, como el comercio local, los servicios socio-sanitarios o la enseñanza, ocupaciones fuertemente feminizadas.
● Porque, en el ámbito doméstico y de los cuidados, sobre las mujeres ha caído la responsabilidad de las tareas extras de limpieza y desinfección, higienización de las personas y los enseres, el consuelo y acompañamiento de las personas enfermas.
● Porque las mujeres hemos suplido las carencias de la Administración: fuimos nosotras las primeras que cambiamos nuestras horas de descanso por el trabajo de confeccionar mascarillas y batas artesanas para quienes no recibían equipos adecuados de quien debía suministrarlos.
● Porque la pobreza sigue teniendo nombre de mujer. Si todavía no nos habíamos recuperado de las desigualdades existentes como consecuencia de la crisis socioeconómica, estas desigualdades se han visto acentuadas con la crisis sanitaria. Especialmente en el ámbito rural, la feminización de la pobreza se refleja en el empobrecimiento material de las mujeres, el empeoramiento de sus condiciones de vida y la vulneración de sus derechos fundamentales.
● Porque las mujeres hemos visto crecer todas las manifestaciones de violencia machista: feminicidios, mutilación genital, vientres de alquiler, trata de mujeres con fines de explotación sexual o laboral, acoso sexual en el trabajo, matrimonio o emparejamiento concertado o forzado, maltrato y desprecio por parte de la pareja o expareja, y demás formas de violencia que lesionan nuestra integridad, libertad y dignidad y que sufrimos por ser mujeres. En este sentido solo hay que recordar que durante la pandemia las llamadas y consultas al 016 se incrementaron un 600% (dato del Instituto de la Mujer).
En este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, queremos reivindicar nuestro papel durante los tristes y largos meses de esta pandemia que todavía estamos padeciendo. Ha quedado demostrado que las mujeres somos un pilar fundamental para construir la Sociedad del Bienestar. ¿Acaso el cuidado no ha sido prioritario en este último año? ¿No es evidente que las personas que han estado en primera línea realizando trabajos esenciales eran fundamentalmente mujeres? ¿Están estas profesiones lo suficientemente reconocidas social y económicamente? Como siempre, las crisis se ceban con la población más vulnerable y esta pandemia no iba a ser una excepción: es indudable que la mayor parte de los trabajos de alto riesgo de contagio y a su vez más precarizados son desempeñados por mujeres en un altísimo porcentaje. Exigimos, por tanto, la inclusión de todas estas profesiones en el Real Decreto Ley 3/2021 que regula la consideración de la COVID-19 como enfermedad profesional.
Y si todavía alguien se pregunta por qué es necesario reivindicar el 8M seguimos sumando argumentos:
● La pandemia ha ocultado problemáticas que siguen ahí y que ninguna vacuna va a remediar. En Castilla-La Mancha se están realizando inversiones que esquilman los recursos naturales, intoxican el medioambiente y ocasionan un empobrecimiento aún mayor de las clases populares, frente al enriquecimiento de grandes empresas y multinacionales.
● La población envejecida sigue viendo cómo disminuye la igualdad de oportunidades en función del tamaño del lugar en el que se vive, de manera que los crecientes procesos de despoblación de nuestros pueblos redunda en la presión social que sufren las mujeres, sobre todo las mayores.
● La servidumbre caciquil cinegética en algunas zonas de nuestro territorio rural desplaza a las mujeres de la riqueza del entorno y las somete, como sujeto pasivo, al servicio del macho depredador. El patrimonio natural continúa en manos del poder patriarcal.
● La brecha digital sigue agrandándose en la era de las telecomunicaciones, lo que ha hecho especialmente difícil la labor docente —inmensa en su esfuerzo y entusiasmo— de tantas profesoras y profesores que han estado teletrabajando durante el confinamiento, a la vez que debían compartir tiempo y herramientas digitales con hijas e hijos para sus clases online, y tareas de cuidados.
● La pandemia ha perjudicado más al empleo femenino por ser más temporal y precario. En el cuarto trimestre del 2020, en nuestra comunidad autónoma se registró una brecha de género en las tasas de actividad del 13,41%, y de un 11,53% en la tasa de paro. El primer año pandémico comenzó con 180.000 mujeres más que hombres en el desempleo y terminó con una diferencia de 263.000.
● La administración debe garantizar que las castellanomanchegas podamos ejercer nuestro derecho a interrumpir voluntariamente nuestro embarazo tal y como establece la ley, en un centro público, sin sufrir acoso y con todas las garantías. Hoy, más del 90% de las interrupciones se llevan a cabo en clínicas privadas. La objeción de conciencia no puede ser una excusa para dejar de garantizar un derecho.
● Pedimos que la justicia nos crea y deje de emplear una lógica patriarcal en las sentencias, para que las leyes se apliquen de forma efectiva contra las violencias machistas y contra cualquier tipo de violencia sexual. Para hacer efectiva de verdad la protección, la reparación y la justicia de quienes somos víctimas de las violencias machistas, exigimos formación adecuada a los y las profesionales que intervienen en los procesos judiciales de violencia contra las mujeres.
Hoy, mujeres de todo el mundo nos asomamos a la calle, tomamos el espacio público y reivindicamos este 8 de marzo de 2021 como referencia para el encuentro de todas las mujeres oprimidas en nuestra diversidad, para reconocernos como compañeras, recordar a nuestras ancestras y, todas juntas, involucrarnos en una lucha colectiva por una sociedad más justa, más equitativa y más libre.
¡NI UNA MENOS!
¡VIVA LA LUCHA DE LAS MUJERES!
CONTRA LA PRECARIEDAD Y EL SILENCIO, FEMINISMO EN MOVIMIENTO
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