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Hasta el 8 de enero del entrante 2023 las dos sedes de la Fundación Antonio Pérez en Cuenca capital y en la villa de San Clemente albergan sendas muestras del hacer plástico de Manolo Millares. Complementando la espléndida selección de sus conocidas arpilleras, parte esencial de la colección permanente de la institución museística conquense, posibilitan a sus visitantes un atractivo acercamiento a la trayectoria artística global del pintor canario al cumplirse el medio siglo de su temprano fallecimiento en 1972.
Comisariada al igual que la sanclementina por Alfonso de la Torre -que ya desempeñó una tarea similar para la Fundación Juan March con la exposición “Descubrimientos Millares. 1959-1972” que en 2020 exhibiera en el también conquense Museo de Arte Abstracto el corpus completo de la producción gráfica millaresca– la muestra de la capital conquense cuelga en sus salas una cuidada selección de las obras más tempranas del artista palmense, trabajos realizados hacia los cincuenta del pasado siglo, incluyendo su autorretrato “Fou/Mad” del primer año de la década, junto a buena parte de su ácida galería clerical, los llamados “Curas de Manolo Millares” realizados entre 1960 y 1964, que si bien fueron editados nunca se llegaron a exponer públicamente en su totalidad, además de una selección de publicaciones vinculadas a la editorial Ruedo Ibérico.
Por su parte, la exhibida en el bello edificio renacentista de la antigua Casa Consistorial, hoy Museo de Obra Gráfica, de la localidad manchega, oferta una selección de sus grabados que incluye las carpetas “Mutilados de paz” de 1965 y “Auto de fe” de 1967.
Situado, en palabras de Fernando Zóbel recogidas en el propio catálogo de estas exposiciones, “en lo más alto” de la propia generación a la que perteneciera el pintor y mecenas filipino, que no vacilaría tampoco en calificarle como “uno de los pocos pintores realmente de primer nivel en España o en cualquier lugar”, Manolo Millares fue sin duda uno de los más impactantes integrantes del que fuera mítico grupo El Paso en aras a esa su tan personal doliente dialéctica ético-formal -no exenta sin embargo en tantas ocasiones de un sutil hálito lírico- si presente casi desde siempre en su trayectoria, especialmente expresa en sus impactantes arpilleras -la raigambre orgánica de sus orígenes transmutada en descarnada realización a la par que plástica también moral- constitutivas de ese su tan personal universo de extrañezas hijo sin duda de su vivencia, en palabras de José Augusto Franca oportunamente citadas por de la Torre, “en el sentimiento trágico de una España fatal”.
Abierta con su ya citado autorretrato de 1950, la muestra de la sede principal de la Fundación lleva a sus visitantes -a través de esas obras de los cincuenta- desde lo que De La Torre califica como su inicial mundo figurativo subsistencial a la inserción de Millares “en el mundo pictórico contemporáneo, en la pura abstracción tras las anteriores tentativas expresionistas”, hasta desembocar, tras la contemplación de la rotunda apertura barroca a la nada de su “Objeto con bastidor” de 1967, en la desollada verdad de esas sus veinte arpilleras que junto a dos objetos escultóricos fulgen en la sala dedicada al artista –el espacio con, hoy por hoy, más obra reunida del artista exhibida de forma permanente– que, junto a exposiciones como las aquí comentadas, están convirtiendo a la Fundación conquense(de nuevo la afirmación es del propio de la Torre) en “el centro de investigación millaresco por excelencia”.
Siexposiciones cual las que ahora se muestran en la institución conquense son importantes por la oportunidad que temporalmente ofrecen a sus usuarios de acercarse en vivo a la obra de los artistas que las protagonizan, la edición de catálogos de la calidad del que en esta ocasión acompaña a las citas conquenses prolonga en el tiempo su importancia al hacer perdurable su regalo. El firmado por De La Torre, a más de su interesante recorrido por la evolución de Millares a golpe de comentario concreto de las principales obras que la conforman, complementado por el epílogo biográfico del artista con el que concluye, ofrece además el interés añadido de la inclusión del texto que José Manuel Caballero Bonald -“Desde lo vivido a lo pintado”- escribiera en su día para los curas millarescos y las referencias al pintor presentes en los Diarios de Fernando Zóbel, a alguna de las cuales hice antes referencia, a las que el propio De La Torre diera lectura con ocasión de la asimismo mencionada exposición de 2020 en el Museo de Arte Abstracto y que ahora quedan fijadas, con el correspondiente permiso de la Fundación March encargada de su custodia, en sus páginas.
El catálogo se ve acompañado, miel sobre hojuelas, por la paralela edición de un segundo volumen que, bajo el expresivo título de “Querido Manolo, un abrazo y à bientôt”, reúne la correspondencia -misivas epistolares y tarjetas postales- mantenida por Millares y Antonio Pérez, publicación asimismo prologada por Alfonso de la Torre.
Las muestras conquenses, para las que ha sido fundamental la aportación y colaboración de la familia del artista -su viuda Elvireta Escobio y su hija Cora asistieron al acto de inauguración- se van a ver complementadas con un calendario de actividades paralelas que, según se anuncia, incluirá visitas guiadas, charlas, conciertos, lecturas y proyecciones.
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