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Patrimonializar las salinas de Castilla-La Mancha, ¿alternativa de desarrollo local?

Vista aérea de las salinas de Imón, en Guadalajara

Carmen Bachiller

Hace siglos, la sal representaba lo que hoy suponen el oro, el petróleo o incluso el agua. Es decir, un auténtico tesoro, y no solo en las zonas costeras sino en el interior de nuestro país. A lo largo de la historia llegaron a funcionar, entre España y Portugal, centenares de salinas de este tipo. Son datos del Instituto del Patrimonio y los Paisajes de la Sal (IPAISAL) que codirigen la bióloga Katia Hueso y el sociólogo Jesús F.Carrasco.

¿Puede la sal recuperar el protagonismo social, económico o cultural de otras épocas?  La teoría de estos investigadores es que, al menos, la patrimonialización de este recurso, apenas explotado en Castilla-La Mancha, puede servir como herramienta de desarrollo local sostenible.

La España de interior está poblada de paisajes de sal en forma de salinas o lagunas saladas. Lo saben bien los miembros de IPAISAL, concebido como asociación sin ánimo de lucro y que fue fundado en Sigüenza (Guadalajara) en el año 2002. “Las culpables fueron las salinas de Imón”, una pedanía de la Ciudad del Doncel, explica Katia Hueso que esta semana ha pasado por Guadalajara dentro del ciclo de conferencias que organiza el Museo Provincial.

En realidad, dice, hablar de proceso de patrimonialización de las salinas de interior “no es algo nuevo sino algo que aparece y desaparece como los Ojos del Guadiana, porque en Castilla-La Mancha y en particular en Guadalajara hay un patrimonio salinero extraordinario”.  En concreto habla de vestigios de unas 50 salinas en la región y la mitad de ellas en Guadalajara. “También las hay en Cuenca y en Albacete porque en Ciudad Real y Toledo hablamos más de lagunas saladas”.

Esta bióloga, especializada en consultoría en medio ambiente y desarrollo local, estudió las nueve salinas de España declaradas Bien de Interés Cultural (BIC). Dos de ellas están en Guadalajara. Se trata de las citadas salinas de Imón y las de Saelices de la Sal.

En 2017 concluyó un estudio sobre el potencial socioeconómico y cultural de este tipo de recurso en Castilla-La Mancha. Hoy, la tarea del Instituto del Patrimonio y los Paisajes de la Sal es la de divulgar sus resultados. Una de las conclusiones fue que para las salinas más pequeñas, pero con  un fuerte componente patrimonial lo que funciona es su consideración como “paisaje multifuncional”, es decir, combinar distintos usos al margen de la producción de sal (actual o en el pasado). Unos usos basados en tres polos de interés: el gastronómico, el turístico y el relacionado  con la salud y el bienestar.

La recuperación patrimonial de los paisajes de la sal pivota en torno a esos tres ejes, dice esta experta,  “siempre dentro del contexto sociocultural y natural de cada uno de ellos. No podemos verlo como algo aislado sino trabajar las sinergias para fortalecer el modelo de recuperación”.

El caso “modesto” pero exitoso de Saelices de la Sal

La recuperación de las salinas de San Juan, en Saelices de la Sal, que datan del siglo XIII, fue impulsada hace una década gracias a un proyecto del Gobierno central que han logrado desarrollar los vecinos de este pequeño municipio de tan solo 52 habitantes con el apoyo del Ayuntamiento y la Diputación.  

Son las únicas del centro de la península que se explotan de forma artesanal y esta actividad permite mantener el ecosistema salado en buenas condiciones. “Como proyecto de desarrollo local es modesto comparado con otros pero importante para un municipio con una escasa población. El proyecto tiene visos de afianzarse porque lo está construyendo la propia gente del pueblo”, dice la bióloga.

“Les ha permitido recuperar su identidad salinera”. La experta fija su importancia en el hecho de que sea “un recurso endógeno, gestionado de forma endógena, ajeno a épocas de épocas de vacas flacas en recursos para el patrimonio”. Es conocida su ‘Jornada de la Sal’ con distintas actividades como visitas guiadas, de la que este verano celebraban su segunda edición.

Imón, la “tragedia” de un Bien de Interés Cultural

El otro gran recurso en la provincia de Guadalajara es bien distinto. La investigadora lamenta que “por desgracia eso no ha ocurrido en Imón, propiedad de un conglomerado de empresas de vocación industrial vinculadas a la minería de la sal sin arraigo en el territorio”. En su opinión, “la tragedia de este BIC es que nos estamos pasando la pelota unos a otros y como sociedad civil me incluyo también cuando hablamos de actuaciones o inversiones en caso de los propietarios o la administración o de movilización en el caso de la ciudadanía”.

El complejo La Olmeda-Imón no sólo está entre los más grandes de España sino entre los que cuentan con mayor recorrido histórico (siglo X).  “Por desgracia, este conjunto salinero está siendo olvidado. Lo gestiona una empresa  para la obtención industrial de sal. No tiene interés en su explotación patrimonial y eso a los que somos sensibles con el patrimonio, nos escuece un poquito”.

“Una de nuestras tareas más importantes es dar a conocer este tipo de recurso patrimonial en forma de charlas. Quizá alguien que nos escuche tenga capacidad de influencia para movilizar personas, instituciones o inspirar a gente joven para desarrollar un proyecto. Es la esperanza que tenemos”.

También colaboran con la Universidad de Alcalá de Henares -en el programa ‘Sigüenza Universitaria’-  en jornadas de divulgación científica y en investigación.  En el verano de 2019 lanzarán una expedición científica para estudiantes de últimos cursos de ESO y Bachillerato. “Lo haremos en el valle del río Salado, entre Atienza y Sigüenza, para que trabajen habilidades de investigación, tanto en ciencias naturales como sociales y despertar vocaciones”.

La Red Ibérica de Salinas Tradicionales (RIST)

Hoy existe una Red Ibérica de Salinas Tradicionales (RIST) que “busca unir a personas que gestionan o manejan espacios salineros en los que hay intención de patrimonialización”. Es una red informal, conformada por una treintena de personas, sin consideración jurídica que intercambia prácticas y experiencias.

Tienen claro que, pese a las experiencias de otros proyectos europeos, “lo que le ha servido a otros ha de ser inspiración. No se trata de fotocopiar lo que les ha funcionado a otros. Para mí lo importante es el proceso por el que se llega a patrimonializar un lugar”.

¿Qué funciona? Katia Hueso apunta a “dar los pasos correctos y en un orden determinado. Por ejemplo, que haya un conocimiento profundo del lugar, de los agentes sociales del territorio, que haya relación horizontal entre ellos, planificación y dedicarle tiempo al consenso aunque lleve tiempo. Hay que tejer red en profundidad y tirar de las raíces de la actividad”.

También reclama “ciertas dosis de pensamiento divergente” y pone el caso del Valle Salado de Añana (Álava) que ha sido incluido en la lista de Patrimonio Agrícola Mundial de la FAO, la organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Un proceso en el que participaron elaborando el expediente. “Alguien puede pensar… ¿Cómo eso puede ser patrimonio agrícola? Bueno, se lo reconocen porque el manejo del agua en la zona y de otros recursos asociados a la sal tiene afinidad con la actividad agrícola”.

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